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Matías Pérez Cruz: el victimario que se victimiza en su disculpa sin disculparse Opinión

Matías Pérez Cruz: el victimario que se victimiza en su disculpa sin disculparse

Eduardo Labarca
Por : Eduardo Labarca Autor del libro Salvador Allende, biografía sentimental, Editorial Catalonia.
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Más allá de los memes que han surgido tras el escándalo del presidente de Gasco y que, en buena parte, han servido para alegrar las vacaciones con una abundante cuota de risas, quisiera reparar en el contenido de sus disculpas: «Quiero ofrecer mis disculpas a las citadas personas por el mal rato que pudieron haber sufrido”. Ojo: “pudieron” es la palabra clave de su declaración. Al manifestar que las mujeres que expulsó de una playa que nos pertenece a todos “pudieron” haber sufrido un mal rato, no descarta que esas personas “pudieran” haber estado felices y contentas con que él las expulsara y no haber pasado mal rato alguno. Tal disculpa se parece demasiado a la del parlamentario injuriador que se “retracta” diciendo: “Retiro lo dicho, pero mantengo el concepto”.


Cuatro días después de haber expulsado de una playa de uso público a tres mujeres pacíficas, entre ellas una monja, y en medio de un tsunami de críticas y mofas, el ya famoso empresario Matías Pérez Cruz, presidente de Gasco, compañía controlada por él y su familia, emitió una declaración en la que se disculpaba sin disculparse y se presentaba como víctima.

Anteriormente, en su arrogante declaración del primer día, Pérez Cruz aseguraba haber estado dentro de su propiedad e incluso acusó sin prueba alguna a las tres mujeres -que en la grabación que hemos conocido usan un lenguaje comedido- de que “fueron groseras con él”. Su andamiaje se vino abajo con la investigación del Ministerio de Bienes Nacionales, que demostró que las expulsadas por él estaban en la franja de playa que según la ley considera un bien nacional de uso público. Las palabras del ministro Felipe Ward han sido contundentes.

Obligado a cambiar de tono, en una declaración posterior el empresario dijo “ofrecer mis disculpas a las citadas personas por el mal rato que pudieron haber sufrido”. Ojo: “pudieron” es la palabra clave de su declaración. Al manifestar que las mujeres que expulsó de una playa que nos pertenece a todos “pudieron” haber sufrido un mal rato, deja abierta la posibilidad de que esas personas “pudieran” no haber sufrido mal rato alguno y haber estado felices de que él las expulsara. Se trata de la típica disculpa a regañadientes y con elástico, condicionada por un “si”, que solemos escuchar de boca de personajes públicos: “Si alguien se sintió ofendido por mis palabras, le pido disculpas”. La frase “si se sintió ofendido” —“pudieron” en el incidente del Lago Ranco— equivale a decir que yo no he querido ofender a nadie, pero si una persona quiere por error —“pudo” en este caso— darse por ofendida, por cierto que me excuso elegantemente. Tal disculpa se parece demasiado a la tradicional del parlamentario injuriador que, a pedido de la mesa que preside la sesión, se “retracta” diciendo: “Retiro lo dicho, pero mantengo el concepto”. Con su frasecilla, el abogado Pérez Cruz se absuelve a sí mismo y tira la pelota a las tres mujeres: son ellas quienes tendrían que decir si pasaron o no un mal rato.

De esa disculpa que no es tal, Pérez Cruz pasa a una diatriba amenazante con respecto a “la denostación que se me ha inferido a través de las redes sociales”, que califica de “artera”, de “espiral… casi incontrolable”, y se reserva sus facultades legales para hacer valer el “respeto a mi persona”, vale decir, para llevar a sus críticos a los tribunales. Por fortuna no parece que su guapeada vaya a contener los memes que hacen reír a todo Chile, ni la “Cumbia del viejo tetón de lago”, ni la parodia en que el Palta Meléndez desaloja, llevando en la mano un balón de gas de la marca “Asco”, a los “rotos” que se han instalado en su piscina. Tampoco impedirá que quien escribe esta columna y otros vecinos del Litoral Central que usábamos balones Gasco en nuestras viviendas, hayamos decidido pasarnos a Lipigas, al ver con “asco” que la empresa que preside Pérez Cruz no ha dicho una palabra en dirección a sus clientes y accionistas minoritarios para condenar la actuación de su presidente. Por el contrario, el propio empresario, en carta dirigida a los empleados de su compañía, vuelve a victimizarse e incluso se queja del daño que el asunto ha causado a su familia.

Para formular una disculpa verdadera, Pérez Cruz podría haberse inspirado en la más perfecta petición de perdón de los últimos años, la que formuló derechamente y sin ambages el Rey Juan Carlos II de España, cuando se publicó la foto en que aparecía junto al cuerpo del elefante de cinco toneladas que acababa de cazar: “Lo siento mucho, me he equivocado. No volverá a ocurrir”. Los españoles creyeron en la sinceridad del monarca y lo perdonaron. El único que no pudo perdonarlo fue el elefante.

Pérez Cruz también podría aprender de las disculpas que Raúl Zurita presentó recientemente a una hija de Nicanor Parra que lo había zarandeado por las redes. Nuestro poeta Zurita, la voz de la dignidad de los chilenos en asuntos como el nombramiento del fugaz ministro Mauricio Rojas y el asesinato de Camilo Catrillanca, prefirió en este caso eludir el choque, recoger cañuela y decirle a ella hidalgamente: “Te pido disculpas por haberme explicado mal”.

Al empresario que hemos visto desplegándose en traje de baño como amo y señor del lago Ranco, yo no le recomendaría que se inspirase en las peticiones de perdón de la Iglesia católica por los actos de pedofilia de sus sacerdotes, porque esas peticiones de perdón suelen tardar veinte o más años.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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