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Segundo año: de los “tiempos mejores” a los “tiempos difíciles» Opinión

Segundo año: de los “tiempos mejores” a los “tiempos difíciles»

Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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¿Y qué viene para este segundo año? En primer lugar, el Gobierno debería reflexionar acerca de si el uso y abuso de Venezuela en la agenda interna le seguirá aportando. De hecho, una encuesta posterior al viaje a Cúcuta mostró una caída importante de evaluación del Mandatario. Lo mismo corre para las tristes caravanas de emigrantes, la mayoría de raza negra, que abandonan el país de manera constante. Ambos temas ya empiezan a saturar a los ciudadanos. También el Presidente debería bajar los decibeles con Bachelet. Además de victimizarla, ella es inmune a esas críticas, así como lo es él a las denuncias que lo vinculan a conflicto de intereses o enriquecimiento al límite. Sin ir más lejos, en la multitudinaria marcha del 8M, la ex Jefa de Estado estuvo más que presente.


Está claro que Sebastián Piñera no es el mismo de su primer período. Aprendió algunas lecciones y ha hecho un esfuerzo por no cometer los errores no forzados del 2010, pese a que su naturaleza y ansiedad lo traicionan cada cierto tiempo. Ya no le escuchamos frases del tipo “en 20 días hemos hecho más que en 20 años”, ni tampoco los retos constantes de Cecilia Morel, a propósito del “papelito” de los 33. Una señal clara de esto es que no tenemos una nueva edición de “Piñericosas”. Y, por supuesto, la promesa de los “tiempos mejores” ha obligado al Mandatario a tratar de contener las sobreexpectativas que se generaron durante la campaña, especialmente en materia económica y empleo, lo que claramente ha estado muy lejos de lo ofertado en 2017.

Pero también Piñera tiene nuevas prioridades y metas personales respecto de las que le vimos en su primer mandato. Está claro que el Presidente ya está pensando en su rol futuro. Su interés de convertirse en un líder internacional ha quedado en evidencia en los últimos meses con la promoción del nuevo referente que está armando –Prosur– y obviamente con el tema de Venezuela, lo que le ha servido de “multipropósito”: esquivar problemas de la agenda interna y dejarle un legado a la derecha al extremar un relato que busca estigmatizar a los gobiernos de izquierda. Después de todo, Piñera sueña con romper el maleficio de su primer Gobierno y los dos de Bachelet, que le entregaron el bastón al bando contrario.

Veamos un breve resumen del primer año, tomando de referencia la percepción pública del Jefe de Estado. Desde hace cinco meses, la desaprobación logró supera a la aprobación, la que se mantiene oscilante entre un 37% y 40%. Cifras muy similares a las de Bachelet en el momento de abandonar La Moneda. En otras palabras, Piñera mantiene el voto duro que conquistó en primera vuelta del 2017 (36.7%) y ya perdió completamente al 17% que se cambió de bando para la segunda vuelta proveniente de la ex NM, Frente Amplio y José Antonio Kast.

La mayor habilidad del Gobierno fue ordenar el tema migratorio, no solo porque en el último año de Bachelet se produjo una situación bastante caótica en esta materia, sino también porque se convirtió en un verdadero “caballito de batalla” que logró conectar con la xenofobia y la discriminación que parecen ser rasgos de nuestra cultura mucho más arraigados de lo que pensamos. Por lo visto, eso de “y verán como quieren en Chile al amigo cuando es forastero” no pasaba de ser un mito asociado a la época de cuando los migrantes que llegaban a nuestro país eran rubios, alemanes e italianos

A los errores en la elección de su equipo, como varios intendentes que fueron reemplazados en tiempo récord, seremis que duraron 24 horas en el cargo, el locuaz Gerardo Varela o el fallido nombramiento de Mauricio Rojas, debemos sumar el pésimo manejo del caso Catrillanca, que de paso le propinó un golpe mortal al Plan Impulso Araucanía, lanzado solo dos meses antes del asesinato del comunero mapuche.

También consideremos que, ante la ausencia total de la oposición –cuesta entender la crítica al “obstruccionismo” si en la práctica el Gobierno jugó sin rival–, los dolores de cabeza del Mandatario vinieron constantemente de la propia derecha, en particular de José Antonio Kast. Si hay algo que ha sorprendido es la temprana aparición de las “cartas” de su sector para reemplazarlo, las que van desde Ossandón hasta Lavín, pasando por la anécdota de Cathy Barriga, la alcaldesa “proclamada” por Jacqueline van Rysselberghe.

¿Y qué viene para este segundo año? En primer lugar, el Gobierno debería reflexionar acerca de si el uso y abuso de Venezuela en la agenda interna le seguirá aportando. De hecho, una encuesta posterior al viaje a Cúcuta mostró una caída importante de evaluación del Mandatario. Lo mismo corre para las tristes caravanas de emigrantes, la mayoría de raza negra, que abandonan el país de manera constante. Ambos temas ya empiezan a saturar a los ciudadanos. También el Presidente debería bajar los decibeles con Bachelet. Además de victimizarla, ella es inmune a esas críticas, así como lo es él a las denuncias que lo vinculan a conflicto de intereses o enriquecimiento al límite. Sin ir más lejos, en la multitudinaria marcha del 8M, la ex Jefa de Estado estuvo más que presente.

También La Moneda deberá analizar cómo vuelve a relanzar un plan en La Araucanía. Los problemas sociales y económicos en la zona claramente han aumentado, en particular en materia de seguridad. De todos los anuncios hechos hasta ahora por el Presidente Piñera, el tema no está dentro de las principales prioridades. Recordemos que el Jefe de Estado obtuvo más de 60% de votación en esta región y el próximo año tendremos elecciones.

Pese a que Piñera ha señalado que 2018 fue de “siembra” y este año será de “cosecha”, el contexto parece ir en el sentido contrario. Con un crecimiento más bajo del estimado –lo que repercutirá en el empleo–, el conflicto en La Araucanía peor que antes, un programa de reformas estructurales resistidas en un Congreso en que son minoría, con JAK torpedeando por la derecha y una oposición que comienza a dar los primeros signos de estar despertando de la larga siesta, el panorama para los “tiempos Mejores” no parece muy alentador para este segundo año.

El Presidente Piñera definió sus tareas prioritarias para este 2019 poniendo énfasis en sacar adelante un paquete de Reformas, todas altamente complejas: Tributaria, de Pensiones, Laboral, de Educación, Salud –que incluirá la pública y privada–, además de la modernización del Sistema de Evaluación Ambiental. También insistió en que reforzarán la Seguridad Ciudadana, consolidarán el Crecimiento y lanzarán un “nuevo trato” con la clase media. Una agenda más que ambiciosa y que da cuenta de un optimismo a toda prueba. Y, claro, un detalle: La Araucanía pasó a segundo plano, como ha sido en todos los gobiernos desde 1990 a la fecha.

Sin embargo, la previa al envío de las llamadas reformas esenciales ha dado señales de lo que será el trámite parlamentario.

En primer lugar, varias de ellas iban a ser ingresadas al Parlamento en el segundo semestre de 2018 y se fueron postergando y postergando. La más emblemática fue la originalmente denominada “Contrarreforma Laboral”, que se convirtió luego en Modernización Laboral y que, finalmente, se ingresará en la forma de 3 o 4 proyectos por separado, algunos por el Senado y otros por la Cámara. Además, el Gobierno prefirió no dar la batalla por cambiar el sistema de indemnización por años de servicio, retirándola de la iniciativa que ingresará en las próximas semanas.

En La Moneda ya se encendieron las alarmas cuando, la semana pasada, la ex Nueva Mayoría y el Frente Amplio –en un hecho inédito– acordaron conformar mesas técnicas para enfrentar la reforma Previsional y de Pensiones. Y el gobierno optó por un giro en el discurso poniéndose el parche antes de la herida: “Se puede ganar perdiendo” intentando endosarle a la oposición un eventual fracaso de las reformas. Claro, algo fácil de explicar a nivel político, pero muy difícil para quienes votaron por los “tiempos mejores”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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