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La unidad: desafío estratégico del socialismo Opinión

La unidad: desafío estratégico del socialismo

Camilo Escalona
Por : Camilo Escalona Ex presidente del Senado
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Hoy hay mucho individualismo negativo sin otro sentido que la figuración personal. Así se socavan los proyectos colectivos y se acentúa la dispersión o, derechamente, se debilita a las fuerzas que levantan objetivos de reformas y transformaciones de país. Yo o nadie, es la nociva idea que surge desde un protagonismo infecundo, una conducta en pos del lucimiento individual que fomenta la dispersión y estimula el afán de regodearse en los conflictos internos, sean grupales, de partidos o conglomerados. Por eso, se hace necesaria la proyección de una conducción de amplia y diversa mayoría socialista. Así, en medio de las dificultades, el partido tendrá cohesión y estabilidad para lograr las metas de este período histórico.


El 19 de abril arribamos a un nuevo aniversario del Partido Socialista (PS), una ocasión para analizar su rol y tareas tendientes a reunir y dar representación a una mayoría nacional que derrote el objetivo, ya explícito, de la derecha de prolongarse en el poder durante varios períodos presidenciales.

A lo largo de este Gobierno libremercadista y ultrapersonalista, el PS se plantea una meta que no se ve fácil: un esfuerzo de cohesión unitaria en las elecciones municipales, de gobernadores regionales, en las parlamentarias y presidenciales. Eso, aunque hoy en la oposición democrática predomina un clima cruzado por tensiones y desavenencias, el proyecto de mayorías para vencer a la derecha requiere no desfallecer en el propósito de un amplio acuerdo democrático contra la desigualdad, que sea capaz de conducir y dar coherencia a un necesario proceso de reformas en Chile.

No hay que cruzarse de brazos, más de mil socialistas a lo largo del país debiesen ponerse en marcha –en un proceso interno de junio a diciembre– para liderar o ganar un espacio en los municipios y las regiones, con vistas a gobiernos locales eficaces, que actúen sin sectarismo, por y para la mayoría, no en función de propósitos mezquinos y fines de corto plazo. La comunidad requiere liderazgos integradores, cuyo trabajo vaya más allá de la exhibición mediática o televisiva.

Asimismo, es necesario contar con una precandidatura presidencial socialista antes de las elecciones municipales, que recorra Chile, escuche y recoja las propuestas de la base social. Después, a inicios del 2021, debiese impulsarse un Congreso Programático, con las fuerzas de oposición que así lo acuerden, para contar con un renovado conjunto de ideas que representen la nueva realidad del país y se aprueben a través del debate y la participación, no como acuerdo cupular.

En este esfuerzo de carácter pluralista, amplio, sin sectarismo, de diálogo social participativo, las fuerzas sociales de raíz democrática y popular, podrán adquirir el dinamismo y la cohesión necesaria para derrotar –en su esencia libremercadista– las propuestas de cualquiera de los distintos grupos que pugnan en la derecha chilena.

La voluntad de unidad tiene en el socialismo chileno razones profundas, se forma en el proceso de su crecimiento y maduración como partido de izquierda, democrático, nacional y popular, feminista, que reivindica a los pueblos originarios y promueve una economía sustentable, como principios que buscan la justicia social, con actores sociales participativos y sólidos partidos populares, abriendo la ruta en democracia hacia una nueva sociedad, humanista, justa y libertaria.

[cita tipo=»destaque»]Así entendido el rol del socialismo chileno, es clave para detener la disgregación y la fatiga de las estructuras institucionales por afanes individualistas, con ese objetivo se requieren acuerdos programáticos que representen amplias mayorías para frenar el agotamiento del régimen democrático, que abre la puerta al populismo de ultraderecha y el derrumbe de la democracia. Por eso, la política socialista insiste en el entendimiento estratégico de un amplio arco de partidos, corrientes de opinión y vertientes sociales y culturales de carácter democrático, cuya amplitud y envergadura puedan imponer la razón por sobre la sinrazón, la justicia a la injusticia, el bien común al incontrolable individualismo del ultramercadismo imperante a nivel global.[/cita]

La lucha de los socialistas nace con la defensa de los derechos de los trabajadores, cercenados o limitados por los consorcios empresariales imperantes, e incorpora el feminismo como convocatoria a bregar por una sociedad igualitaria y en lo inmediato, como reclamo legítimo para integrar sus demandas en la movilización por una sociedad más justa y con pleno respeto a sus hombres y mujeres. Al rescatar y defender el acceso de los trabajadores y de la mujer al pleno ejercicio de su derecho a la dignidad y la justicia social, el socialismo chileno asume también, como inseparables a ellos, los intereses de Chile como nación, que le son irrenunciables.

Esta perspectiva de largo plazo no puede sino fundarse en el rechazo a toda forma de opresión, discriminación y explotación del ser humano, sea de raza, género o clase, así como en la condena a la intolerancia y el sectarismo religioso fanático, que difunde una imagen de falsa superioridad espiritual.

Asimismo, esta visión estratégica de los socialistas se funde con la inclaudicable lucha por la libertad que guió sus pasos bajo el régimen dictatorial pinochetista, esa brega enorgullece al PS y marca a fuego su compromiso con la democracia. Con un costo humano incalculable, la irrenunciable aspiración libertaria de los socialistas es una huella imborrable en su historia. Ese largo batallar inspira los principios y valores socialistas, tenaces adversarios de la segregación, persecución o menoscabo, sea por raíces étnicas o de las comunidades por sus creencias. Por eso, rechaza la xenofobia que persigue a los pueblos indígenas o menoscaba la migración de quienes buscan un destino mejor para ellos y sus familias.

Los valores esenciales del socialismo chileno exigen restituir sus esencias fundamentales a la acción política, desprender de ella todo lo que la desnaturaliza y robustecer su representatividad, reforzar la transparencia y su fuerza para el cambio. Al mismo tiempo, es urgente superar el efecto disociador del canibalismo interno, cuyo sentido de vida es intrigar, descalificar, sembrar desconfianzas, encontrar el adversario dentro del PS y romper la fraternidad socialista.

Hoy, hay mucho individualismo negativo, sin otro sentido que la figuración personal, así se socavan los proyectos colectivos y se acentúa la dispersión o, derechamente, se debilita a las fuerzas que levantan objetivos de reformas y transformaciones de país. Yo o nadie, es la nociva idea que surge desde un protagonismo infecundo, una conducta en pos del lucimiento individual fomenta la dispersión y estimula el afán de regodearse en los conflictos internos, sean grupales, de partidos o conglomerados.

Ante ello, la política socialista asume un reto decisivo para el futuro, en el conflicto histórico entre las tendencias disgregadoras, que han crecido en la globalización, que dividen y anulan la política democrática. Hay que actuar para reponer y fortalecer una acción de cohesión, participación social y política, que enfrente el perverso efecto de la dispersión neoliberal, para unir en la diversidad a partidos, pueblos y naciones.

Esta línea de acción se fundamenta en la responsabilidad de aunar fuerzas con una perspectiva convergente, integradora, democrática y humanista, para contrarrestar y dejar atrás, en un proyecto político revitalizado y de mayorías, el dominio de élites mercantilistas insaciables, que aumentan la desigualdad y los abusos de los consorcios financieros.

Por eso, se hace necesaria la proyección de una conducción de amplia y diversa mayoría socialista. Así, en medio de las dificultades, el partido tendrá cohesión y estabilidad para lograr las metas de este periodo histórico.

El desafío esencial está en la lucha entre una sociedad civil ausente por su atomización o una capaz de actuar con vigor por su fuerza colectiva, unida en la diversidad. Una que se agota por su dispersión o se despliega potente tras propósitos compartidos. Así se expresa hoy el dilema entre justicia e injusticia que marca la historia de la humanidad.

Así entendido el rol del socialismo chileno, es clave para detener la disgregación y la fatiga de las estructuras institucionales por afanes individualistas, con ese objetivo se requieren acuerdos programáticos que representen amplias mayorías para frenar el agotamiento del régimen democrático, que abre la puerta al populismo de ultraderecha y el derrumbe de la democracia. Por eso, la política socialista insiste en el entendimiento estratégico de un amplio arco de partidos, corrientes de opinión y vertientes sociales y culturales de carácter democrático, cuya amplitud y envergadura puedan imponer la razón por sobre la sinrazón, la justicia a la injusticia, el bien común al incontrolable individualismo del ultramercadismo imperante a nivel global.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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