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Primera línea en Bagdad y Teherán Opinión

Primera línea en Bagdad y Teherán

Gabriel Gaspar
Por : Gabriel Gaspar Cientista político, exembajador de Chile en Cuba y ex subsecretario de Defensa
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De manera preliminar podemos señalar que la tensión entre EE.UU. e Irán persistirá y el proyecto nuclear iraní será determinante. En este punto, la reacción de Israel puede ser la variable independiente. Además, Iraq en especial, pero además todo su entorno vecinal, se transformarán en el teatro de operaciones de una guerra asimétrica, en la que, si bien tal vez no se recurra principalmente al empleo de fuerzas convencionales, probablemente continuará siendo escenario de golpes quirúrgicos, empleo de fuerzas especiales e, incluso, emergencia de mártires yihadistas. La posición estadounidense dentro de Iraq se tornará más difícil aún. En principio, su presencia se justificaba ante las autoridades iraquíes para asesorar la formación de su ejército y para combatir al califato, pero no figuraba en ese acuerdo el asesinato de dirigentes iraquíes.


El asesinato del general Soleimani, jefe del brazo exterior iraní, abre un nuevo escenario en el cuadro estratégico global y del Medio Oriente en especial. ¿Cuál es el objetivo político que busca EE.UU. con esta operación? Si es una ofensiva, ¿cuáles serán sus próximos pasos? ¿Cómo afecta esta acción a la seguridad global y regional? ¿Y cómo queda América Latina en esta nueva crisis?

Las relaciones entre EE.UU e Irán están rotas desde hace mucho, en especial desde la instalación, en la década de los 70, del régimen islámico de los ayatolás. Ellos pusieron fin a la era pro occidental de Irán de los tiempos del sha. Pero la antigua Persia no solo cambió su régimen político, sino que también modificó su orientación estratégica y recuperó progresivamente su histórica influencia regional, que se vio afectada por la intromisión de las potencias coloniales europeas en siglos precedentes. Además de sus intereses estratégicos nacionales, se puso de manifiesto su influencia en el mundo chiita, rama del islamismo que compite con los suníes, que tienen en los sauditas su epicentro.

Con el tiempo, Irán avanzó en su reposicionamiento como potencia regional, desplegó un programa económico de autonomía y ha avanzado en su industria militar. En este rubro se autoabastece en gran medida y tiene condiciones, como muchos otros, de construir armamento nuclear. Pero con todo lo avanzado, aún no es una potencia global ni nuclear. Eso sí, es una seria amenaza para los sauditas y sus aliados, como por cierto para Israel.

[cita tipo=»destaque»]Además de sus aliados en Siria, Iraq y el Líbano, Irán ha apoyado a los hutíes yemenitas que se encuentran en guerra hace años y se enfrentan directamente a Arabia Saudita, en uno de los conflictos menos conocidos en Occidente. Los iraníes ayudan y pertrechan a los hutíes, que han incursionado incluso contra los sauditas en su propio territorio. En suma, además de su poderío nacional, Irán ha construido una red de apoyo en su entorno inmediato. Buena parte de esta operación fue responsabilidad del fallecido general Soleimani. Se entiende por qué los servicios de EE.UU. andaban detrás suyo, pero lo que no queda claro aún es si se trataba de dar un golpe disuasivo y selectivo a Irán o si es una maniobra de más largo alcance. El tiempo lo dirá. Pero lo cierto es que hace años ambos países están enfrentados de una manera no convencional. La muerte del general es un episodio, grave, pero es expresión del conflicto, no su causa. Por tanto, la tensión persistirá.[/cita]

Los cambios post Guerra Fría modificaron el esquema de seguridad de esa parte del planeta. Irán, producto de las invasiones a Afganistán e Iraq, quedó flanqueado por países con presencia de tropas de Estados Unidos. Peor aún, la guerra civil en Siria posibilitó que casi todas las potencias se metieran en ella y a la desestructuración de Iraq se sumó la emergencia del llamado califato de ISIS, que rápidamente se instaló en territorios sirio–iraquíes. En suma, el entorno vecinal de Irán se desestabilizó en cortos años.

El diseño de seguridad de Irán involucró un fortalecimiento de sus aliados en la zona, reclutados mayoritariamente en el mundo chiita (que es predominante en Iraq), en el Líbano y en Yemen. De todos ellos, su aliado más fiel y poderoso es Hezbollah –“la mano de Dios”– un partido libanés que, además de basarse en una extendida red social, posee unas milicias que a estas alturas ya son una fuerza regular bien armada y con experiencia de combate en la guerra siria e, incluso, en su propio terreno, al punto de propinarle el principal revés a los generales israelitas en su fallido intento de eliminarlas en julio de 2006. Muchos son los analistas que coinciden en que en ese enfrentamiento salieron victoriosas las milicias de Hezbollah y fue la primera derrota que sufrieron las fuerzas armadas israelíes a manos de combatientes árabes.

Además de sus aliados en Siria, Iraq y el Líbano, Irán ha apoyado a los hutíes yemenitas que se encuentran en guerra hace años y se enfrentan directamente a Arabia Saudita, en uno de los conflictos menos conocidos en Occidente. Los iraníes ayudan y pertrechan a los hutíes, que han incursionado incluso contra los sauditas en su propio territorio. En suma, además de su poderío nacional, Irán ha construido una red de apoyo en su entorno inmediato. Buena parte de esta operación fue responsabilidad del fallecido general Soleimani. Se entiende por qué los servicios de EE.UU. andaban detrás suyo, pero lo que no queda claro aún es si se trataba de dar un golpe disuasivo y selectivo a Irán o si es una maniobra de más largo alcance. El tiempo lo dirá. Pero lo cierto es que hace años ambos países están enfrentados de una manera no convencional. La muerte del general es un episodio, grave, pero es expresión del conflicto, no su causa. Por tanto, la tensión persistirá.

El poderío creciente iraní es mirado con preocupación por Israel, especialmente su programa nuclear. El acuerdo logrado hace unos años empezó por ser desahuciado por EE.UU. y hoy los iraníes han anunciado que retomarán su programa de enriquecimiento de uranio, para pesar de los europeos, particularmente interesados en distender la situación.

Como resultado de la victoria de Assad en la guerra siria, también ganaron sus aliados, entre ellos, Hezbollah e Irán (amén de Rusia). En la práctica, el poderío iraní se acerca a las fronteras de Israel, lo que preocupa a su alto mando. En el pasado reciente, Tel Aviv no ha vacilado en realizar operaciones que neutralicen a sus enemigos: aviones israelíes han bombardeado instalaciones que suponen parte de la industria militar, tanto en Irán como en Siria. Buena parte de los científicos nucleares iraníes han muerto por misteriosas causas. Una guerra sorda y asimétrica campea desde hace años en esta región del planeta.

Por cierto, la diferencia entre el potencial militar de Estados Unidos e Irán es abismante, por lo cual, es poco probable que Teherán opte por un enfrentamiento convencional. Además, merced a las sanciones económicas que Washington le ha impuesto, la economía iraní pasa por serias dificultades y la población lo resiente.

¿Qué proyecciones entonces podemos hacer de esta crisis?

De manera preliminar podemos señalar lo siguiente: la tensión entre EE.UU. e Irán persistirá y el proyecto nuclear iraní será determinante. En este punto, la reacción de Israel puede ser la variable independiente. Además, Iraq en especial, pero además todo el entorno vecinal de Irán, se transformarán en el teatro de operaciones de una guerra asimétrica, en la cual, si bien tal vez no se recurra principalmente al empleo de fuerzas convencionales, probablemente continuará siendo escenario de golpes quirúrgicos, empleo de fuerzas especiales e, incluso, emergencia de mártires yihadistas.

La posición estadounidense dentro de Iraq se tornará más difícil aún. En principio su presencia se justificaba ante las autoridades iraquíes para asesorar la formación de su ejército y para combatir al califato, pero no figuraba en ese acuerdo el asesinato de dirigentes iraquíes. Recordemos que, junto al general Soleimani, cayo el líder iraquí de las milicias chiitas. Después de dos guerras contra Sadam, costosas en vidas humanas y recursos, a Washington solo le queda la opción de una retirada ordenada. Desalojado de Siria, demolida la alianza que trató de formar con la oposición a Hussein, el costo político y diplomático que paga la Casa Blanca es elevadísimo.

En el subsuelo de todo está el petróleo del Medio Oriente. Si el conflicto afecta su tránsito por el estrecho de Ormuz, las consecuencias para la economía global no serán menores.

En lo doméstico, este episodio fortalece a Donald Trump, hoy el impeachment está relegado y la opinión pública que vota por el presidente esta reconfortada. A su vez, en Teherán sucede algo parecido: la oposición al régimen se diluyó en medio de la indignación por la muerte de Soleimani. Si tanto Washington como Teherán aceptan tablas en este episodio, eso no significa que llegó la paz, sino simplemente que este incidente no escaló más, pero los factores de tensión persisten.

La primera línea pasa hoy por enfrentamiento en territorio iraquí, pero la chispa puede extenderse a los territorios libaneses controlados por Hezbollah y allí cerca están las alturas del Golán. Los guerreros hutíes seguirán dándoles dolores de cabeza a los sauditas y por ahí la ruta del petróleo a Occidente se puede atorar. Iraq además tiene otro ingrediente, el factor kurdo, que se proyecta sobre todos los países vecinos, empezando por Turquía. Los kurdos se sienten abandonados por Washington –que los entrenaron y armaron bien para derrotar a ISIS– y amenazados por los tanques de Erdogan.

América Latina está lejos de este epicentro, pero un movimiento en el precio del petróleo impactará de manera diversa. Los países productores y sobre todo los exportadores de crudo –México, Venezuela, Ecuador, Colombia, entre otros– se beneficiarán en alguna medida. Los que importan hidrocarburos pueden ir preparándose para la cuesta de marzo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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