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Adiós al «cura obrero»: fallece Mariano Puga tras perder la batalla contra el cáncer linfático PAÍS

Adiós al «cura obrero»: fallece Mariano Puga tras perder la batalla contra el cáncer linfático

El legado de Puga trascendió gracias a su férrea defensa a los derechos humanos durante la dictadura de Augusto Pinochet. En 1973, año del golpe militar, el sacerdote acudió hasta el Estadio Nacional para prestar asistencia a quienes permanecían presos. Sin embargo, fue rechazado por soldados de guardia del recinto. En 2009, el sacerdote fue condecorado con el premio «Héroe de la Paz». Además, fue una voz crítica del Gobierno de Sebastián Piñera desde el comienzo del estallido social el pasado 18 de octubre. El sacerdote se refirió a ello por medio de una carta compartida por el Comité de Defensa y Promoción de Derechos Humanos de la Legua. El velatorio se realizará este sábado en la capilla Cristo Liberador de Villa Francia; además, están convocados varios encuentros, manifestaciones artísticas y una misa en su memoria.


El cura obrero. Así fue conocido Mariano Puga, el sacerdote chileno conocido por su labor simultánea de clérigo y trabajador de la construcción. Luego de una serie de rumores que fueron desmentidos por la comunidad La Minga de Villa Francia, el religioso falleció la madrugada de este sábado 14 de marzo tras una ardua lucha contra un cáncer linfático.

El legado de Puga trascendió gracias a su férrea defensa a los derechos humanos durante la dictadura de Augusto Pinochet. En 1973, año del golpe militar, el sacerdote acudió hasta el Estadio Nacional para prestar asistencia a quienes permanecían presos. Sin embargo, fue rechazado por soldados de guardia del recinto.

En total, Mariano Puga fue sometido a siete detenciones durante la época de la dictadura. La peor de ellas, recordó, ocurrió en junio de 1974, cuando fue capturado y trasladado a la Villa Grimaldi y a Tres Álamos.

En la década de los 80, Mariano Puga se reunió con el dictador Augusto Pinochet, a quien encaró por las violaciones a los derechos humanos ocurridas durante su mandato. También, en 1987 participó en la visita a Chile del papa Juan Pablo II, intentando contener los disturbios ocurridos en el Parque O’Higgins mientras el papa trataba de oficiar una misa.

En 2009, el sacerdote fue condecorado con el premio «Héroe de la Paz» que entrega cada año la Universidad Alberto Hurtado, en una ceremonia realizada en el Congreso Nacional, y que fue encabezada por la entonces Presidenta, Michelle Bachelet.

Además, en 2018 se unió a una protesta en contra del entonces obispo de Osorno, Juan Barros, acusado de encubrir los casos de abuso sexual cometidos por el ex sacerdote Fernando Karadima. Ese mismo año, fue investigado por la Delegación por la Verdad y la Paz, luego de una serie de denuncias en su contra por abuso de poder y conciencia, acusaciones que finalmente fueron retiradas.

La última misa

El sacerdote Mariano Puga realizó su última actividad pública el 25 de febrero pasado. El frontis del Centro de Justicia fue escenario de una misa encabezada por él, para exigir la libertad de los presos del estallido social. Junto a madres, padres y familias, pidió justicia en estos casos de personas, como los de Diego Ulloa, Nicolás Ríos, César Yañez Santana, Diego Espinoza, Jonathan Marigual, Damián Toro y Elías Cruz. Todos cumplen prisión preventiva tanto en recintos penitenciarios como en centros del Servicio Nacional de Menores (Sename). La actividad fue convocada por la Coordinadora 18 de Octubre y la Agrupación de Familiares de Santiago 1.

Su rol en el estallido social

Mariano Puga fue una voz crítica del Gobierno de Sebastián Piñera desde el comienzo del estallido social el pasado 18 de octubre. El sacerdote se refirió a ello por medio de una carta compartida por el Comité de Defensa y Promoción de Derechos Humanos de la Legua.

Bajo el título, «¡El despertar no tiene que morir nunca más!», Puga indicó que «despierto en la mañana y lo primero que me encuentro es con la parálisis política que da cuenta de falta de liderazgo. Discursos fomes, repetitivos, sin creatividad y estúpidos. Somos dictadura y prisioneros de Pinochet, prisioneros de nosotros mismos, de nuestras propias prisiones, de nuestros propios odios (…) Ese pueblo tiene el derecho a destruirlo todo porque todo le han destruido, habrá que preguntarse ¿¡Qué cariño le hemos tenido, qué hogar les hemos brindado!? ¿Qué amor les hemos dado? ¿Qué he hecho yo por afectar para mejor sus vidas?».

Después agregó que «Piñera no entiende lo que está detrás del clamor de la gente, él y muchos como él, no pueden entender el despertar del pueblo, no entiende que las leyes que sostienen el sistema social, de salud, de trabajo, de previsión es excluyente, egoísta, inhumano (…) La revolución no se hace con los poderosos, sino con aquellos que hacen suya la causa de los sin poder y ésos nos faltan hoy. No veo cómo este sistema los va a producir, más bien al revés, el sistema toma a los sin poder y los transforma en los adoradores del modelo de consumo».

A Puga tampoco le tembló el pulso para dirigir sus dardos en contra de la Iglesia Católica. «Apenas musita declaraciones, la iglesia ha sido cómplice del sistema de mercado. ¿Qué les pasa a los pastores de Chile? Han perdido la capacidad de estar con el pueblo, hacer suyo sus gritos y gemidos, han perdido credibilidad porque hemos escandalizado a nuestro pueblo, le hemos dañado y mentido y ahora estamos en exilio en nuestra propia tierra, encerrados y exiliados en nuestra propia iglesia. Como decía Violeta ¿Qué dirá el santo padre? El proyecto no era de los hombres, era de Dios. La iglesia no es capaz de estar en sintonía con las demandas del pueblo porque dejo de ser pueblo, no entendemos a la gente ni a Jesús, más bien lo sacrificamos, lo destruimos, lo deshumanizamos, lo pisoteamos y lo transformamos en un rito de muertos, de misas convencionales, de ritos justificadores».

Sus última cartas

Un día antes de ser internado, Mariano Puga manifestó por medio de una carta, sus críticas al rol de la Iglesia Católica en el marco del estallido social. En una misiva dirigida a sus «hermanos curas», Puga sostuvo que «al conocer la realidad sociopolítica de los familiares de las víctimas noté que muy pocos de ellos se sentían en comunión de Iglesia, aunque muchos admiran a Jesús».

«Se justifica que solo dos presbíteros hayan acompañado a ese PUEBLO el día que denunciábamos su dolor?», cuestionó Puga.

«La segunda impresión que me llevé fue ver la cantidad de personas que comulgaron el cuerpo y la sangre del justo, de Jesús de Nazaret. Durante estos meses habíamos tratado de comulgar con el cuerpo de Cristo, perdigoneado , dañado, mutilado, asesinado… ¿No era consecuente comulgar con el cuerpo de Cristo?», agregó el sacerdote.

Dos días después, el jueves 5 de marzo, la Comunidad La Minga dio a publicó otra carta, en la que dieron a conocer que Mariano Puga se encontraba «estable dentro de su gravedad. «Ha podido dormir profundamente y hoy su ánimo es el mejor porque podrá ir a casa».

«Le hemos transmitido las innumerables muestras de amor de quienes de quienes han compartido su andada en tantos lugares. Se siente un ‘regaloneado'», agrega la misiva.

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