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Las olas tardías del tsunami vírico Opinión

Las olas tardías del tsunami vírico

Marco Moreno Pérez
Por : Marco Moreno Pérez Decano Facultad de Ciencia Política y Administración Pública, Universidad Central de Chile.
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Junto a la crisis sanitaria y en medio de la pandemia económica, en este tsunami global falta una tercera ola que aún no alcanzamos a ver en el horizonte. Esta impactará sobre el sistema democrático y afectará a nuestra debilitada legitimidad institucional. La conmoción parece ser un momento propicio para ensayar un nuevo modelo de gobierno que produzca resultados. Con poderes especiales y libertades limitadas, la democracia parece también entrar en cuarentena. No se trata ya solo del regreso de los populismos, sino también del aumento de la tentación autoritaria. Los estados de excepción y las restricciones a las garantías civiles pueden ser la respuesta a una parte de la ciudadanía que, presa del miedo y la incertidumbre, demanda soluciones.


Cuesta pensar el escenario de la pospandemia. Los análisis y la cotidianidad están mayoritariamente marcados por la gestión de la crisis y el nuevo modo coronavirus de vivir. Se suma a lo anterior una sensación de falsa seguridad, como en los días posteriores al terremoto y tsunami del 2010.

Con el terremoto sentimos la fuerza del movimiento y destrucción en la tierra, pero no previmos el tsunami y, menos, las olas posteriores que arrasaron la costa del centro sur del país. Hoy sabemos, por diversos estudios, que los tsunamis muestran un patrón común en Chile: las olas tardías son las más destructivas.

Uno de los errores del 27-F estuvo en dejar que la población que había evacuado la costa volviera a sus casas tras las primeras olas del tsunami. Como sabemos, el tren de olas que llegó más tarde resultó ser el más destructivo. Esta misma analogía sobre las olas tardías y tsunamis nos puede ayudar a identificar los escenarios pospandemia que enfrentaremos. César Calderón ocupó esta aproximación de las olas para explicar los efectos de la pandemia democrática en Europa.

De algún modo, la pandemia del COVID-19 se asemeja a un tsunami, pero esta vez vírico.

La primera ola, correspondió a la pandemia sanitaria actualmente en desarrollo. Llegó al país a comienzos de marzo e instaló los problemas relacionados con la vulnerabilidad de nuestro modelo de provisión de salud.

Lo que desnuda la pandemia sanitaria es que haber dejado de invertir en sistemas de salud y protección públicos más robustos nos terminará pasando la cuenta como sociedad y país. Los gobiernos no planificaron. No prestaron atención a las señales de advertencia sobre la fragilidad de nuestro sistema sanitario e impusieron una brutal austeridad económica en el sistema público de salud, dejándolo totalmente vulnerable y sin capacidad de enfrentar crisis de este tipo. De ahí la estrategia del Gobierno y expertos, de tratar de contener la epidemia en la sociedad a través de una “cuarentena dinámica” antes de que llegue a los hospitales.

Sin embargo, a pesar de que en el Gobierno sostienen que se viene preparando desde enero, la realidad muestra que, conforme aumentan los casos de contagio que requieren atención hospitalaria, comenzaran a faltar camas críticas con respiradores mecánicos y personal de salud. Parte importante de estas –cerca de 2 mil– se perdieron el 27-F. Esta primera ola ya nos pasó por encima y nuestra capacidad sanitaria no podrá procesar la demanda de atención que se comenzará a incrementar, develando la fragilidad del sistema de protección de salud.

La segunda ola corresponde a la pandemia económica. Ahora sabemos que normalmente las olas del tsunami se devuelven al mar. Pero parte de esas olas giran y quedan atrapadas en la costa. Al sumarse las olas adquieren mayor altura. Esta segunda ola es de este tipo. El coronavirus está teniendo consecuencias económicas y efectos en el mundo laboral, ya que la pandemia trae como consecuencia otra epidemia: la del desempleo. Se estima en un millón el número de desempleados, con el consiguiente impacto social.

Pero la tercera ola es la que aún no alcanzamos a ver en el horizonte. Esta impactará sobre el sistema democrático y afectará nuestra debilitada legitimidad institucional. La conmoción parece ser un momento propicio para ensayar un nuevo modelo de gobierno que produzca resultados. Muchos comienzan a mostrar las bondades del modelo chino y los “estados algorítmicos”. En este proceso no se debería perder mucho tiempo en las formalidades de la democracia y los Derechos Humanos. Con poderes especiales y libertades limitadas, la democracia parece también entrar en cuarentena. No se trata ya solo del regreso de los populismos, sino también del aumento de la tentación autoritaria. Los estados de excepción y las restricciones a las garantías civiles pueden ser la respuesta a una parte de la ciudadanía que, presa del miedo y la incertidumbre, demanda soluciones.

El Presidente ha recurrido al estado de excepción constitucional de catástrofe y en un par de ocasiones al veto aditivo. A su vez, voces del oficialismo y representantes del “partido del orden» ponen sobre la mesa la idea de otorgar más atribuciones especiales al Mandatario para enfrentar la crisis. José Antonio Viera-Gallo, en T13, proponía que por un periodo determinado –3 o 4 meses– se le entregarán facultades extraordinarias al Ejecutivo en materias sanitarias, económicas y sociales. El problema para la democracia –como sostiene Robert Higgs– es que cuando, como resultado de una crisis, los gobernantes incrementan sus poderes por la vía excepcional, cuando estas pasan, los gobiernos renuncian a una parte, pero nunca del todo a ese poder. En La Moneda saben que regresar a la “normalidad” significa volver a la crisis. De ahí la sospecha sobre la tentación en algunos de prolongar los poderes excepcionales más allá de la emergencia.

No cabe duda que necesitamos que la democracia no siga cosechando fracasos como hasta ahora. Y si hay que optar, debemos hacerlo por la democracia y sus instituciones. Para eso necesitamos una política en tiempos de crisis. El problema es que nuestra elite parece no estar por ahora a la altura de este desafío.

No cabe duda que debemos estar atentos a los efectos en nuestro país de las olas tardías, para anticipar escenarios en la pospandemia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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