Según la definición de la Real Academia de la Lengua Española, la palabra rebaño tiene los siguientes significados o acepciones: 1) hato grande de ganado, especialmente del lanar; 2) congregación de los fieles respecto de sus pastores espirituales; y 3) conjunto de personas que se mueven gregariamente o se dejan dirigir en sus opiniones, gustos, etc. Así, a lo que alude la palabra rebaño nos indica la ausencia de toda acción inteligente por parte del rebaño. Implica la aceptación de un designio y/o la incuestionable acción sobre los destinos del mismo del pastor o una incuestionable dirección de las opiniones, gustos, acciones, a solo moverse gregariamente.
Hemos presenciado en estos días declaraciones de personeros de Gobierno extremadamente contradictorias y desconcertantes. Mientras el nuevo ministro de Salud, Enrique Paris –continuando con lo planteado por Jaime Mañalich–, reafirma la “inmunidad de rebaño” como elemento central del enfrentamiento a la pandemia por COVID-19, la ministra Karla Rubilar plantea que nunca ha sido parte de la estrategia del Gobierno. Ante esto solo podemos afirmar que dicha contradicción demuestra que su fracaso es rotundo y justifica, en buena parte, la critica deslizada por Bloomberg hace unos días. Por lo tanto, es necesario detenerse y analizar el significado y posibles implicancias del término.
Lo que se conoce como inmunidad de rebaño es una estrategia en salud que alude a la inmunidad frente a una enfermedad que se genera en un grupo o colectivo de personas, al disminuir al mínimo sus posibilidades de contagiarse o de contagiar a otros.
Esta estrategia es la base de las campañas de vacunación universal, ya sea cuando somos niños (por ejemplo, tuberculosis) o enfocadas en enfermedades estacionales como la influenza. Otra forma en que este proceso se puede desarrollar es con personas que, adquiriendo la enfermedad, quedan protegidas de ella por la acción del propio sistema inmune. Esta inmunización puede ser más o menos duradera, dependiendo del tipo de enfermedad. Si su agente muta, puede acortar los periodos de inmunidad, como pasa con las gripes.
[cita tipo=»destaque»]En términos sanitarios, esto nos remite a la acción y notificación que el más fuerte es el que se salva y, en nuestra socioestructura y cultura neoliberal, esto está determinado únicamente por nuestra condición adquisitiva y/o de acceso a los servicios. Lo cual termina redundando en una selección digitada por el pastor. Evidentemente, por una situación de distribución estructural, los más contagiados y los fallecidos estarían en las capas pobres del país, pero si añadimos que la política se diseña, como evidenciaron las palabras del ministro Mañalich, sin dimensionar las condiciones de pobreza y de vida de la gente, esto se parece bastante a un acto cuasicriminal y negligente.[/cita]
Desde esta definición, se plantean dos condiciones que son necesarias para que una estrategia de esta índole funcione: contar con una vacuna que permita inmunizar preventivamente y/o administrar los contagios, de manera que se vaya ejerciendo la inmunización progresivamente y se den las condiciones, en el tiempo, de alcanzar la etapa efectiva de inmunidad de rebaño.
Aquí ya entramos en la necesidad de contextualizar esta definición con las características particulares de esta crisis sanitaria en Chile. La posibilidad de administrar la pandemia y los contagios depende de la solidez con que la autoridad ejerza las medidas de restricción de los contactos, y de tener un sistema de salud que “aguante la presión” (sic). Pero, anterior a eso aún, tiene que darse la condición cierta de que un infectado genere inmunidad y saber por cuánto tiempo.
Todas estas premisas hoy se encuentran derrotadas en el caso chileno o, al menos, en cuestión, desde una perspectiva científica, lo cual plantea la siguiente duda: si hoy no hay vacuna ni se tiene claridad de la inmunidad que se genera en el individuo posenfermedad, ¿con qué criterio se aplica esta estrategia en marzo de 2020? Añadámosle a esto la poca claridad que aún existe sobre la agresividad del virus y sus posibilidades de mutar, entonces, la figura aparece más asociada a la negligencia y a la fe. A lo mejor esto fundamenta que hoy se reniegue burdamente de su uso por parte del Gobierno.
Por otra parte, cabe preguntarse: si el término técnico se conoce como inmunidad de grupo, inmunidad colectiva o inmunidad de rebaño, ¿por qué se elige esta última como nominación de la estrategia? Desde el significado de la palabra, ¿qué podemos concluir de la denominada estrategia de inmunidad de rebaño?
Según la definición de la Real Academia de la Lengua Española, la palabra rebaño tiene los siguientes significados o acepciones: 1) hato grande de ganado, especialmente del lanar; 2) congregación de los fieles respecto de sus pastores espirituales; y 3) conjunto de personas que se mueven gregariamente o se dejan dirigir en sus opiniones, gustos, etc. Así, a lo que alude la palabra rebaño nos indica la ausencia de toda acción inteligente por parte del rebaño. Implica la aceptación de un designio y/o la incuestionable acción sobre los destinos del mismo del pastor o una incuestionable dirección de las opiniones, gustos, acciones, a solo moverse gregariamente.
Lo anterior tiene como consecuencia que estamos desprovistos de toda acción en tanto comunidad política, no digamos solamente democrática, sino también inteligente. Estar gobernados por los designios del pastor nos involucra en el ámbito de la aceptación y la fe, por lo cual obviamos cualquier deliberación y, en tanto rebaño, solo podemos acatar.
En términos sanitarios, esto nos remite a la acción y notificación que el más fuerte es el que se salva y, en nuestra socioestructura y cultura neoliberal, esto está determinado únicamente por nuestra condición adquisitiva y/o de acceso a los servicios. Lo cual termina redundando en una selección digitada por el pastor. Evidentemente, por una situación de distribución estructural, los más contagiados y los fallecidos estarían en las capas pobres del país, pero si añadimos que la política se diseña, como evidenciaron las palabras del ministro Mañalich, sin dimensionar las condiciones de pobreza y de vida de la gente, esto se parece bastante a un acto cuasicriminal y negligente.
¿Cómo se entiende, entonces, que esta estrategia de rebaño se desarrolle en un país donde no están aseguradas las condiciones de acceso a la salud en calidad y cantidad? ¿Cómo se explica que no se esté experimentando o investigando tratamientos, medicamentos o estrategias clínicas, de manera intensiva y consistente y solo se base la estrategia en ventiladores mecánicos, lo cual implica prácticamente una ruleta rusa sobre quién vive y quién muere?
De esta manera, desprovistos, en tanto rebaño, de comunidad e inteligencia, la estrategia se parece más a una selección natural que a una destinada a proteger y cuidar a los ciudadanos. Esperemos que el rebaño se depure, parece pensar el pastor.