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Cambio de gabinete solo para flotar EDITORIAL

Cambio de gabinete solo para flotar

Realinear a los partidos oficialistas con el Gobierno y parar el desbande del bloque parlamentario, luego de la derrota del 10% de las AFP; dar la imagen de que algo se mueve en materia de responsabilidad política por el estado calamitoso de la gestión pública, sin que toque demasiado al Presidente; y dar la impresión que el cambio aporta experiencia y más tonelaje político al núcleo central de La Moneda para el resto de mandato. Estos elementos configuran la línea de flotación adoptada por el Gobierno, que ofrece más dudas que soluciones. Lo más llamativo, la llegada de Mario Desbordes al Ministerio de Defensa.


Realinear a los partidos oficialistas con el Gobierno y parar el desbande del bloque parlamentario, luego de la derrota del 10% de las AFP; dar la imagen de que algo se mueve en materia de responsabilidad política por el estado calamitoso de la gestión pública, sin que toque demasiado al Presidente; y dar la impresión que el cambio aporta experiencia y más tonelaje político al núcleo central de La Moneda para el resto de mandato. Estos elementos configuran la línea de flotación adoptada por el Gobierno, que ofrece más dudas que soluciones.

Lo más llamativo del cambio de gabinete realizado por Sebastián Piñera el día de ayer –el cuarto propiamente tal de su segundo mandato es la llegada de Mario Desbordes al Ministerio de Defensa Nacional. Primero, porque sale de la presidencia de RN y de su diputación, lo que lo deja mudo en política, neutralizándolo en su postura rebelde. También, porque será difícil que un excarabinero como Desbordes se sienta cómodo y sea bien recibido por el mundo militar. La discusión del presupuesto de Defensa para el año 2021 estará en el centro de sus preocupaciones.

Más aún, la lectura del mundo militar inevitablemente será –además– que se confirma por enésima vez que para los gobiernos civiles, especialmente de derecha, el Ministerio de Defensa es uno de ajuste de cuentas políticas y no un área de alta especialidad en las funciones del Estado. Y que, por lo tanto, los temas de fondo de la política militar del país quedan prácticamente en segundo lugar, supeditados en este caso a realineamientos políticos partidarios y como una verdadera cuenta corriente política para la designación de los altos cargos de la administración que tiene el Presidente con su bloque político.

Naturalmente, el nuevo gabinete requiere de un cierto tiempo de afiatamiento en su trabajo colectivo y sectorial, más aún cuando se está a la espera de la Cuenta Pública Anual que el Jefe de Estado debe hacer ante el Congreso este viernes 31, que será teledigital. Resulta evidente que el Primer Mandatario no quería ni podía llegar a ella sin un look político “enchulado”, lo que finalmente es el papel principal de este cambio de gabinete.

Porque poco o nada tiene que mostrar en esta cuenta el Presidente. Los personajes designados no implican ninguna duda acerca de su alineamiento con las posturas presidenciales, no se percibe a nadie capaz de enhebrar más acuerdos que los que quiera Sebastián Piñera, ni comportarse como una novicia rebelde frente al curso institucional del país. Casi entran juramentados en público contra el proceso constituyente ad portas. El Mandatario flota y, si este fuera el Mar Muerto, sería para él todavía más fácil. Pero no lo es y no está el horno para bollos.

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