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¿Cómo entender el sorpresivo giro de Desbordes y Bellolio? Opinión

¿Cómo entender el sorpresivo giro de Desbordes y Bellolio?

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Germán Silva Cuadra
Por : Germán Silva Cuadra Psicólogo, académico y consultor
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El exdiputado UDI fue siempre parte de un sector más liberal en el gremialismo, partidario del Apruebo hasta hace solo una semana. ¿Casualidad? Definitivamente no. Un giro que pareció responder a la necesidad de acercarse al grupo de poder. El cambio de Desbordes genera mucho más dudas. Lo que menos tiene el nuevo ministro de Defensa es ingenuidad. De no haber aceptado el llamado del Presidente, sabía que debía enfrentar a sus rivales en las internas de RN, soportando artillería pesada. ¿Si no puedes con tu enemigo, únete, o tal vez Desbordes tiene un plan que no conocemos y necesitaba “cubrirse” dentro de La Moneda?


El martes 28, a partir de las 11.00 de la mañana, algunos medios empezaban a dar “por goteo” los nombres de quienes serían los nuevos ministros del gabinete de Sebastián Piñera. Algo inédito en estos procesos, que suelen mantener un religioso secreto hasta el último minuto. De hecho, el diario La Tercera, cambió el titular de su sitio web tres veces, actualizando los nombres. Víctor Pérez, luego Allamand, Desbordes y finalmente informaba de la llegada de Jaime Bellolio, todos provenientes del Parlamento. Una manera curiosa de La Moneda –por decir lo menos– de filtrar los nuevos ministros, si es que hubo una estrategia detrás de eso. Y aunque uno tiende a pensar que formó parte de uno de los tantos desaciertos comunicacionales del Gobierno, lo más probable es que haya obedecido a algo más simple: a medida que Piñera conversaba con los parlamentarios, estos informaban a sus partidos, los que, a su vez, enviaban por WhatsApp la información directa a los medios.

Y así como la semana pasada escribí que Evópoli era el partido de soporte hasta ese minuto, demostrando una lealtad a toda prueba, incluido ser el único de la derecha que votó contra el proyecto del retiro del 10% en todas las instancias, hoy el turno es de la UDI. Pero, como dice el propio Allamand, “esto es sin llorar” y la lealtad en política no es sinónimo de gratitud. Siete días después, Evópoli resultó muy dañado en el cambio de ministros y perdió la hegemonía en el Gobierno. Y la UDI, que hace unas semanas manifestaba su “desafección” y hablaba de que Chile Vamos ya había recibido la extremaunción, terminó como el gran ganador de las decisiones del Mandatario. Por primera vez, dos de los suyos forman parte del Comité Político y en cargos críticos: Pérez en Interior y Bellolio en la Segpres.

Sin duda, la jugada de Piñera fue hábil. Dejó feliz a Van Rysselberghe y logró parar la guerrilla entre Allamand y Desbordes, ventilada a diario a través de los matinales. Y por supuesto que la movida de piezas tiene riesgos. Va a ser difícil evitar que estos “pesos pesados” no tomen vuelo y agenda propia, además que tendrá que cohabitar con Allamand, quien nunca ha escondido sus ganas de competir por el sillón de La Moneda.

Pero más allá de tratar de afirmar a la débil coalición oficialista, evitar el desfonde de la UDI hacia Kast –que espera al acecho, sin desgastarse en las peleas de los otros– y hacer un evidente giro a la derecha dura, la que mayoritariamente está por el Rechazo, lo más llamativo fue la inclusión de Jaime Bellolio y, más aún, de Mario Desbordes. El exdiputado UDI fue siempre parte de un sector más liberal en el gremialismo, partidario del Apruebo hasta hace una semana, contendor de JVR en las últimas elecciones, y quien manifestó en un momento que pensaba abandonar esa tienda, cuando denunció que habían existido amenazas de parte de la línea oficialista.

Desbordes se había constituido en el hombre clave de la derecha más liberal. Dialogante, buscador de consensos y constructor de puentes con la oposición en momentos críticos, como el 15 de noviembre. Y también en la coyuntura COVID, cuando impulsó el proyecto del retiro del 10%. Incluso, sostuvo varios encuentros con el mundo de centroizquierda, acercando posiciones. Hasta se especuló que estaba buscando dar un golpe a la cátedra y desordenar el mapa político actual. ¿Qué les pasó entonces a Bellolio y a Desbordes? ¿Tuvieron que rendirse ante un enemigo más poderoso? ¿Entendieron que esta era la única forma de sobrevivir en la derecha? ¿O fue un juego calculado, especialmente en el caso de Desbordes?

Desde que empezó esta larga crisis, la derecha más dura ha perdido el pudor. Volvió el “clasismo”, se volcaron con todo a los programas de TV –con una evidente complicidad de varios de ellos– y subieron el tono. Impulsados por la pareja Allamand-Cubillos, se pusieron políticamente incorrectos –“nos da igual que la mayoría esté por el Apruebo”– y convencieron a sus seguidores que era mejor una opción de nicho que buscar acuerdos. Incluso han vuelto a sacarles el polvo a las viejas estampitas de Pinochet. Estuvieron dispuestos a pasar a tribunal supremo a sus parlamentarios y traer de vuelta a los viejos tercios como Carlos Larraín y Pablo Longueira. Es decir, tiraron la caballería encima. Matonaje, al estilo del que Bellolio, hace menos de dos años, denunciaba en Van Rysselberghe.

Jaime Bellolio, el vocero de Gobierno, sospechosamente, se cambió al Rechazo, justo la semana previa a su inesperado nombramiento. ¿Casualidad? Definitivamente no. Un giro que pareció responder a la necesidad de poder acercarse al grupo de poder. ¿Acaso volvieron las amenazas, como lo fue en la contienda por la presidencia de la UDI? ¿O existe un código que permite a los UDI poder perfilar su carrera? Esto abre muchas interrogantes, como la forma en que dejaron caer a Moreira, o a los cinco diputados denostados como si fueran traidores a la patria. Bellolio, en cambio, es de la elite, viene de un colegio bien y tiene buena pinta. Era mejor darle una oportunidad, y la aceptó.

Con Desbordes tengo más dudas. Lo que menos tiene el nuevo ministro de Defensa –lo lógico hubiera sido la Segpres– es ingenuidad, sin embargo, hace rato que estaba soportando duros ataques, encabezados por quien justo reapareció para cumplir una especie de rol de sparring del excarabinero, Carlos Larraín. Se nota que el exdiputado tiene la piel dura, aunque, en su caso, parece que fue al revés de Bellolio. El optó por subirse al carro, aprovechando la primera oportunidad que se le apareció, sabiendo que no es de la “elite” y que ahora debía enfrentar a sus rivales en las internas de RN, soportando artillería pesada. ¿Si no puedes con tu enemigo, únete, o tal vez Desbordes tiene un plan que no conocemos y necesitaba “cubrirse” dentro de La Moneda?

Pronto veremos si este cambio de gabinete logra calmar las aguas internas, al menos por un rato, sin embargo, es muy poco probable que la tendencia a la baja del Mandatario, que hoy tiene 12% de aprobación –lo mismo que marcaba el 14 de marzo, un día antes de que entráramos a Fase IV, influido por el estallido social–, pueda repuntar. También veremos si los anuncios realizados en la Cuenta Pública que hizo el viernes pasado le ayudan a recuperar algo de la confianza y el apoyo perdidos.

Una Cuenta Pública, por lo demás, en que abundaron las generalidades, escaseó la autocrítica –salvo un tímido mea culpa por el reparto de cajas de alimentos– y se volvió a anunciar un paquete de medidas económicas poco abundante, muy enfocado en las obras públicas que, como sabemos, tienen un ritmo que, con suerte, se alcanzan a escribir las bases de licitación durante este Gobierno. Sin embargo, faltó un concepto o una idea fuerza que permitiese entender cuál será la hoja de ruta para este año y ocho meses que quedan por delante. Incluso al paquete económico lo bautizaron con muy poca originalidad: “Paso a Paso”, un nombre que se confundirá con el del Minsal. Y aunque hubo un relato algo más humilde, este se perdió en una fría y plana lectura del teleprompter por parte de Sebastián Piñera.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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