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Ardiente invierno sudamericano Opinión

Ardiente invierno sudamericano

Gabriel Gaspar
Por : Gabriel Gaspar Cientista político, exembajador de Chile en Cuba y ex subsecretario de Defensa
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Aún no funciona el fútbol y el carnaval de Río está en suspenso. Sin asados, sin rumba, sin plata, la vida no es la misma para los latinos. Ño Carnavalón y el Rey Momo parece que se van a quedar sin chamba. Un lamento en Buenos Aires a inicios de siglo decía que no podía haber algo más aburrido que un domingo con lluvia, sin fútbol y con De la Rúa en la Casa Rosada. Si reemplazamos el nombre por algunos de los actuales, el chiste mantiene vigencia.  


El invierno austral augura una intensa primavera. La mayoría de los países del subcontinente experimentan agudas crisis político-sociales, por cierto, sobre el común denominador de la pandemia del coronavirus y el desastre económico que ha provocado.

Partamos por lo común: la pandemia y la crisis económica que ha provocado. En términos numéricos, hoy Brasil, Perú y Chile ocupan este macabro medallero. En número de contagios y fallecidos. Colombia y Ecuador se acercan, incluso Argentina, que en un primer momento tuvo un buen desempeño, muestra hoy cifras preocupantes. Como siempre, el republicano Uruguay salva la cara de la sanidad sudamericana seguido por los paraguayos. De Venezuela las versiones son polares, como en todos sus temas: para el gobierno su desempeño es ejemplar, para la oposición nunca se sabrá la magnitud de la tragedia. En suma, Sudamérica es uno de los polos más activos de la pandemia en el planeta.

También ya ganamos el primer lugar en materia de cuarentenas más prolongadas. Les ganamos a los chinos.  Porteños, limeños, bogotanos y santiaguinos, entre otros, llevamos más de cuatro meses en cuasiarresto domiciliario. Otros, como los paceños, que habían empezado a recuperar su derecho a caminar por su barrio, están ante la posibilidad cierta de volver al encierro.

La pandemia acarreó las cuarentenas y el cierre de fronteras, se desplomó la economía. En especial la informal.  En Sudamérica el país con mayor informalidad (arriba 70%) es Bolivia, pero cercano al 50% hay varios (Argentina, Brasil, Perú, Colombia). Según el director regional de la OIT, Vinicius Pinheiro, de 26 millones de desempleados antes de la pandemia, subiremos a 41 millones en la región. Después de meses de funcionamiento a medias de la economía, lo que se viene es desolador.

Para millones de familias el futuro es incierto y angustiante. Por cierto, se han desplegado diversos programas sociales, que amortiguan la crisis, pero no pueden ser mecanismos permanentes. Surge el gran tema de cómo se reactivará la economía, sobre qué bases, en qué dirección. Por tanto, serán meses de demandas y también de debates.

¿Y la política?

Para América latina el 2020 estaban planificadas 20 elecciones. Algunas se realizaron, otras se postergaron. Para lo que resta del año, en Sudamérica están planificadas las elecciones generales en Bolivia (hay disputa por la fecha), parlamentarias en Venezuela (la oposición ya anunció que no concurriría) y el plebiscito constitucional en Chile. El primer semestre del 2021 tendremos elecciones generales en Perú.

Pero el tema político no se agota con las elecciones. Cada país vive su proceso doméstico, que se condimenta con las consecuencias de la pandemia y también con los desafíos económico-sociales. Aquí las perspectivas no son homogéneas.

Empezando por las buenas noticias. Argentina y Ecuador acaban de renegociar su deuda. En el caso transandino, con ello se conjura el peligro del default. Con todo, el desafío económico es de proporciones. De momento, el gobierno de Alberto Fernández conserva capital político para manejar la crisis.

No es el caso en Bolivia. Para empezar, el Tribunal Electoral procedió a postergar nuevamente las elecciones. Ya no serían el 6 de septiembre como se había acordado en una primera postergación. El MAS acusa al gobierno provisional de ser “prorroguista” y de tratar de perjudicarlo. En las encuestas, Luis Arce, el abanderado masista, lleva la primera mayoría, aunque sin poder evitar la segunda vuelta. La resistencia del MAS se traduce en cortes de rutas y bloqueos. La pandemia recrudece y no se ve diálogo.

En Colombia, a los efectos de la pandemia, de la crisis económica, y del deterioro del proceso de paz, se sumó el terremoto de la detención del expresidente Uribe por orden de la Corte Suprema. Prueba de fuego para el gobierno de Duque y el equilibrio de poderes colombiano. Agreguemos que, en Perú, el Congreso recientemente electo no otorgó “la confianza” al gabinete, con lo cual precipitó su caída. ¿Podrá el presidente Vizcarra gobernar con solo el apoyo de la opinión pública? ¿Como se manejará el país en medio de una grave crisis económica y una pandemia rebelde?

Brasil es párrafo aparte. La pandemia azota, empezando por Bolsonaro. La popularidad presidencial ha retrocedido, pero no se traduce en un avance de la oposición. Siendo una potencia, Brasil explora fortalecer una alianza con los EE.UU. (la propuesta de Bolsonaro) o buscar caminos mas autónomos (los BRICs o el liderazgo sudamericano).

El futuro regional se ve nublado. Todos golpeados por la pandemia, la mayoría de las economías en crisis. Como región no habíamos vivido un descalabro de esta magnitud desde la Gran Depresión del 29/30 del siglo pasado.   Desequilibrios económicos y problemas sociales son preludio de desafíos políticos. En algunos casos esto podrá encauzarse mediante elecciones, pero en Venezuela y en Bolivia ya hay fuertes dudas sobre la transparencia del proceso. En Chile, el plebiscito de fines de octubre coexistirá con la desolación del desempleo y con una difícil situación en La Araucanía.

Lo que si es seguro, es que en la respuesta a la crisis los sudamericanos no vamos a jugar en equipo. Vivimos el peor momento del multilateralismo regional, se murió Unasur (por exceso de ideologismo) y nunca nació Prosur (por la misma razón). La OEA solo se dedica a pelear con Maduro. Brasil no mira con cariño a Mercosur, mientras que Argentina está concentrada en su propia recuperación. Los países de la Alianza del Pacifico no pasamos por nuestro mejor momento de integración, agreguemos que México sangra estos días por la pandemia, la recesión y la agresividad del narcotráfico y los carteles.

Aún no funciona el fútbol y el carnaval de Río está en suspenso. Sin asados, sin rumba, sin plata, la vida no es la misma para los latinos. Ño Carnavalón y el Rey Momo parece que se van a quedar sin chamba. Un lamento en Buenos Aires a inicios de siglo decía que no podía haber algo más aburrido que un domingo con lluvia, sin fútbol y con De la Rúa en la Casa Rosada. Si reemplazamos el nombre por algunos de los actuales, el chiste mantiene vigencia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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