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Analista colombiano Forrest Hylton: «Solo Chile se compara con Colombia en términos de sostener la masividad de un movimiento frente a una represión tan tenaz» MUNDO

Analista colombiano Forrest Hylton: «Solo Chile se compara con Colombia en términos de sostener la masividad de un movimiento frente a una represión tan tenaz»

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El profesor de Ciencia Política en la Universidad Nacional de Colombia y columnista habitual del «London Review of Books», explica que «estallido social» también es el término que se utiliza en Colombia, en donde hay espontaneidad y «ciertos niveles de organización en el movimiento de protesta que desnuda una profunda crisis de representación política, un proceso que atraviesa a todo el país». El académico descarta, además, que los partidos de izquierda estén dirigiendo las protestas. «No tienen capacidad de hacerlo, las apoyan, pero no tiene pretensión de dirigirlas, porque saben que la juventud que está en las calles insiste en representarse por sí misma, no aceptan que alguien hable por ellos», sostiene. «Yo sé, por la juventud colombiana que conozco como profesor de universidad pública, que hay mucho debate sobre lo que ha ocurrido en Chile y de alguna forma, no podría decir que fue el detonante de lo que ocurrió, no podría afirmar eso, pero si sé que en sectores del movimiento estudiantil –que fue el germen de este movimiento– sí se estaba debatiendo lo de Chile».


Solo las manifestaciones del viernes pasado en Colombia han dejado más de una docena de muertos y cientos de heridos, en un claro reflejo de que la militarización anunciada por el presidente Iván Duque, como respuesta a las manifestaciones, parece agravar la crisis social en el país andino. Sin embargo, pese a “la tragedia, hay esperanza”  afirma el académico colombiano Forrest Hylton, en entrevista con El Mostrador.   

Profesor de Ciencia Política en la Universidad Nacional de Colombia, académico en la Universidad de los Andes, Harvard University y Northwestern University y columnista habitual del London Review of Books, Hylton –en opinión de Noam Chomksy– “es uno de los que mejor puede explicar el drama en Colombia”.

-En Chile aun cuando todavía faltan muchos análisis para saber si el 18 de octubre de 2019 fue un levantamiento popular o un estallido espontáneo, ¿en Colombia cómo podríamos calificar las protestas?
-Estallido social es un término que se utiliza también en Colombia. Hay espontaneidad y ciertos niveles de organización en el movimiento de protesta que desnuda una profunda crisis de representación política, un proceso que atraviesa a todo el país. No es un movimiento de izquierda. Gustavo Petro (líder del izquierdista movimiento Colombia Humana) ha señalado que la juventud es la única protagonista. Ha dicho con mucha razón, a mi juicio, que no tiene influencia en el movimiento el castrochavismo, un calificativo al que aún recurren las autoridades y medios colombianos.

Lo cierto es que los partidos de izquierda no están dirigiendo las protestas, no tienen capacidad de hacerlo, las apoyan, pero no tiene pretensión de dirigirlas, porque saben que la juventud que está en las calles insiste en representarse por sí misma, no aceptan que alguien hable por ellos y esto se expresa en las asambleas populares que se han levantado y en las que participan jóvenes, pero también gente de todas las edades y situaciones económicas.

Ahora bien, esos niveles de participación contrastan con casi un mes entero de violencia represiva desbordada e indiscriminada, algo que no se ha visto en la historia contemporánea de Colombia. Ahora, si lo analizo como historiador, a mí me parece que esto es una insurrección nacional popular con base en las ciudades y, en ese sentido, es un fenómeno realmente muy novedoso en Colombia.

-En Chile la asociación con el movimiento de octubre resulta inevitable 
-Es natural, solamente Chile se compara en términos de sostener la masividad de un movimiento frente a una represión tan tenaz que, a su vez, lejos de disuadir, genera una resistencia aún mayor. Yo sé, por la juventud colombiana que conozco como profesor de universidad pública, que hay mucho debate sobre lo que ha ocurrido en Chile y, de alguna forma, no podría decir que fue el detonante de lo que ocurrió, no podría afirmar eso, pero si sé que en sectores del movimiento estudiantil, que fue el germen de este movimiento, sí se estaba debatiendo lo de Chile.

-¿Existe coincidencia en que fue bastante inesperado el movimiento? ¿Tiene precedentes en la historia de Colombia?
-Este movimiento partió con el paro nacional de noviembre de 2019, que obtuvo un éxito sorprendente, fue la mayor huelga desde 1977. Colombia no tiene una tradición de huelgas generales con ese nivel de paralización, capaces de paralizar el país y las ciudades, esto es realmente novedoso y emerge en el contexto de una época de posacuerdo de finales de 2016. Pero el gobierno entonces ganó tiempo y llegó la pandemia y Duque no se mostró dispuesto a negociar nada. Todo, en medio de severas restricciones, con uno de los bloqueos (sanitarios) más estrictos del mundo.

Entonces, luego de meses nos encontramos con una clase media totalmente precarizada endeudada, con negocios pequeños y medianos cerrados, sin ningún tipo de apoyo, lo que no hizo más que profundizar el estallido de 2019.

En términos históricos, hace recordar los incidentes desatados en 1948 durante el llamado El Bogotazo, como reacción al asesinato del líder reformista liberal Jorge Eliecer Gaitán, un levantamiento social que incluso llevó a la formación de juntas revolucionarias, pero que duró muy poco, porque fue aplastado por el Ejército y la fuerza militar. A diferencia de lo que ocurre ahora, el de entonces fue un levantamiento mucho más caótico y violento, las protestas que ocurren ahora se caracterizan por una fuerte disciplina, eso porque muchos saben, a raíz de lo que ocurrió en 2019, que cualquier acto vandálico va a ser utilizado contra el movimiento.

-¿Cuál es la composición del movimiento?
-El movimiento, que yo llamo el movimiento de los movimientos, por la forma en que aglutina a miles de movimientos, incluye a personas que pertenecen a colectivos y agrupaciones barriales, sociales, personas que no participan de ningún movimiento organizado, que hasta antes de las protestas no tenían nada que ver con levantamientos y bloqueos de rutas como está ocurriendo ahora. Hay una confluencia única de sectores organizados, sectores de izquierda y otros sectores no organizados de las periferias urbanas, mucha juventud sin estudios y ni trabajo que les gustaría estudiar o tener un trabajo mínimamente viable. Si bien estaba al límite antes de la pandemia, ya luego hay familias que han debido restringirse el alimento.

-¿Cuáles son las demandas? Parecen tan variadas como el propio movimiento.
-Hay muchas demandas como sectores movilizados, que es difícil cohesionar en un programa representativo, ese es un problema, muchos hablan de que si bien el comité del paro nacional lleva tiempo intentando lograr un acuerdo con el gobierno, al mismo tiempo muchos dicen ese no es el punto, porque la protesta está mucho más descentralizada y difusa, entonces, pueden negociar, pero eso no les habla a los jóvenes de las barricadas.

Ahora bien, las demandas levantadas dicen relación con la necesidad de una renta básica, una mayor intervención estatal en el sistema de salud, una moratoria en las deudas, derogar decretos de emergencia, reivindicaciones de género y diversidad sexual, apoyo al sistema educativo y seguridad alimentaria, entre otros.

-En Chile las demandas del estallido dieron origen a la discusión de una nueva Constitución, parece ser distinto al caso colombiano.
-Claro, es distinto, acá se redactó una Constitución en 1991, es diferente al caso chileno de una Constitución generada en dictadura militar y que se prolongó tras el retorno a la democracia. En Colombia fue un gobierno civil, pero con un Estado narco contrainsurgente, cuya proclamada lucha contra las drogas solo tenía como resultado potenciar el negocio de la droga, con un paramilitarismo que comenzó en los noventa a tener un periodo de auge, transformado en fuerza terrateniente.

-Llama la atención que en Colombia, pese a conservar regímenes civiles, en medio de una región asolada por dictaduras militares, los niveles de violencia sean tan altos. 
-Si bien no hubo dictadura, sí hubo exterminio de opositores, como por ejemplo lo sucedido por la Unión Patriótica desde la década de los ochentas, ahí tienes a tres generaciones de políticos asesinados, un genocidio realmente, llevado a cabo con regímenes civiles, por paramilitares de derecha, con gobiernos aliados de Estados Unidos.

Luego tenemos el recrudecimiento de la violencia en la denominada lucha antiinsurgente, que luego de 2001, con los atentados a la Torres Gemelas, deriva en una denominada lucha antiterrorista, lo que supone un recrudecimiento de la violencia estatal. Más atrás encontramos, a fines de 70, que era natural suspender garantías constitucionales, los estados de conmoción interior son una constante en regímenes colombianos.

-En la comunidad internacional ha llamado la atención el nivel de violencia de la policía.
-La brutalidad policial, especialmente de la Esmad (escuadrón móvil antidisturbios), ya era un tema en 2019, ya había asesinatos y varios jóvenes habían perdido sus ojos, también en movilizaciones anteriores en 2018. Lo que es distinto es la escalada de violencia en las ciudades contra los manifestantes, muchos manifestantes de clase media no se habían enfrentado a esa violencia, que es mucho más generalizada e indiscriminada, lo que ha tenido como respuesta que las manifestaciones aumenten.

-Incluso se ha hablado de desaparición forzada
-No debes olvidar que Colombia tiene más de 80 mil desaparecidos, según cifras oficiales. Si pensamos en todos los países de Sudamérica, juntos no llegan a esa cifra. La novedad es toda esa juventud en las ciudades que está totalmente desarmada, manifestantes, y siendo desaparecidos a plena luz del día, aunque suceda de noche, todos los ciudadanos están alertas, graban las detenciones, exponiendo los abusos y violencia policial. Ya para nadie es un secreto lo que están haciendo. Antes hacían estas cosas en secreto y no a la luz del día, lograban hacer sus fechorías con total impunidad, entonces, puede ser una diferencia con lo de ahora. Ahora bien, esos niveles de represión son muy característicos de la reacción del Estado colombiano. La repuesta ha sido brutal y excesiva. La policía antidisturbios y las Fuerzas Armadas, todos tienen un enfoque contrainsurgente con la lógica del enemigo interno al que hay que exterminar, eso existe, ha existido, es la formación que tienen, atacar a la población. Entonces, no hay vacilación, no hemos visto hasta ahora deserciones o protestas dentro de la policía, es un tema institucional muy grueso, por eso recibe tanta parte del presupuesto estatal, últimamente aumentado para comprar gases y carros blindados. Todo eso, en lugar de otorgar una renta básica de emergencia, está en el disco duro del Estado colombiano frente a cualquier reclamo.

-Estas protestas han vuelto los ojos al legado del expresidente Álvaro Uribe, el mentor de Duque.
-El legado de Uribe se ha derrumbado. Hasta hace poco marcaba un 76% de popularidad en las encuestas, hoy apenas logra el 19%. Otro tanto logra Duque, un exfuncionario de carrera en el BID, elegido por Uribe como su sucesor, que ha demostrado absoluta inoperancia política y que juega a que el tiempo y la represión logren controlar el descontento.

-¿Qué proyección le ve al movimiento?
-Mas allá de la tragedia, que es muy real, hay una esperanza y unas cosas increíbles que están sucediendo. Yo no creo mucho en aquello de que la juventud va a cambiar todo, por lo general no es así, y no puede ser así por varios motivos, pero en este caso lo que veo como una columna vertebral muy fuerte, la juventud y su capacidad de movilización, de mantenerse movilizados diciendo hasta aquí llegamos, no soportamos más, es increíble.

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