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Gastón Soublette, candidato a Premio Nacional de Humanidades: “Me gustaría que me recordaran como el viejo cuyo corazón permaneció siempre joven” CULTURA

Gastón Soublette, candidato a Premio Nacional de Humanidades: “Me gustaría que me recordaran como el viejo cuyo corazón permaneció siempre joven”

Gastón Soublette no usa computador. Responde sus entrevistas en una máquina de escribir, el texto lo corrige a mano y finalmente envía sus respuestas, que se transcriben íntegras en esta entrevista. A sus 94 años, el filósofo, musicólogo y ensayista reflexiona sobre el humanismo y la educación en un mundo cada vez más deshumanizado, a costa de la producción y el consumo. “En un tiempo de caos y desorden como el que estamos viviendo, debemos antes que nada tomar conciencia de que los males que padecemos son causados por un tipo de humano generado por este modelo de civilización puramente económico y tecnológico” señala, desde su casa de Limache.


-¿Qué significa hoy ser humanista? 

Ser humanista hoy significa, antes que nada, tomar conciencia de que nos estamos deshumanizando desde hace mucho tiempo, a causa del imperio de un modelo de civilización que con sus emprendimientos ha caído en la desmesura, imponiéndonos formas de vida en las cuales toda nuestra existencia se reduce a economía y tecnología. 

Este modelo de civilización nos ha empobrecido psicológicamente y ha masificado a los pueblos generando una racionalidad universal de puros lugares comunes convencionales, estructura mental en la que el sentido mismo de la vida y la noción de trascendencia son reemplazados por el crecimiento y el rendimiento. 

Quienes no han perdido aún la capacidad de reflexionar y la conciencia acerca de la violencia que este sistema ejerce sobre la naturaleza humana, se han movilizado para generar fuerzas que actúan en sentido contrario, a fin de recuperar la sabiduría y la virtud perdidas, la noción de sentido y de trascendencia, buscando crear una forma de cultura alternativa. En ese sentido se ha procurado incluir en la educación media y superior criterios para privilegiar las humanidades por sobre el reduccionismo que implica la avasalladora presencia de la ciencia y la tecnología. Pues las humanidades deben ocupar el lugar que les corresponde por su capacidad formativa de la persona humana. 

-¿Quiénes han sido sus influencias literarias?

-Como escritor mis textos no se clasifican en el ámbito literario. Lo que yo he escrito es “ensayo”. Aún en mis libros sobre crítica literaria o cinematográfica, lo que predomina es un lenguaje filosófico. De modo que no hay en mis obras influencias propiamente literarias. Hay, sí, influencias de pensadores, entre los que destaco al psicólogo Carl Gustav Jung. 

-¿Qué recuerdos tiene de su educación escolar? ¿Piensa que se han perdido experiencias y valores en el sistema educativo chileno?

-Mi educación escolar, vista desde mis 94 años, resulta ser, en mi opinión, tremendamente deficitaria en lo que se refiere a valores y formación de la persona. Los profesores solo pasaban materia y ponían notas de uno a siete para calificar el rendimiento. Eran incapaces de atraer el interés de los alumnos mediante disertaciones y diálogos generando una instancia de verdadera reflexión. 

No le he seguido la pista a la evolución de la educación media, pero fui informado del nefasto intento del gobierno de suprimir de la lista de asignaturas la historia y la filosofía, lo cual revela que este es un país que ha perdido su dignidad. 

-¿Qué cambios culturales ha experimentado a lo largo de su vida? ¿Piensa que el nuevo ciclo político y una nueva constitución podrían ejercer una influencia que permitiera un cambio cultural en la sociedad?

-Cambios culturales, si así se los puede llamar, he experimentado al profundizar en los temas de la cultura popular e indígena. Eso redujo a su justa medida mi interés por la cultura europea. 

Lo mismo puedo decir respecto de mi interés por la sabiduría china a través de los clásicos confucianos y taoístas. 

Lo primero se lo debo a Violeta Parra, y lo segundo a mis maestros Lanza del Vasto y Elena Jacoby de Hoffman. 

Creo que una nueva constitución para Chile, elaborada por una asamblea constituyente formada por los más variados estamentos de la población del país, por gente que mayoritariamente posee un desarrollado sentido social y está consciente de que el tema del medio ambiente es prioritario, junto con permitir que los pueblos originarios aporten aún criterios de acción y pensamiento, es un paso adelante en nuestra lucha contra formas de gobierno que privilegien los intereses empresariales por sobre las legítimas aspiraciones de la gente. 

-En un tiempo de caos y desorden ¿dónde podemos poner nuestras confianzas para el futuro? 

En un tiempo de caos y desorden como el que estamos viviendo, debemos antes que nada tomar conciencia de que los males que padecemos son causados por un tipo humano generado por este modelo de civilización puramente económico y tecnológico. Ese tipo humano carece de virtud y sabiduría, como también carece de las nociones de sentido y trascendencia. La virtud es la calidad humana de quien ama y respeta a su prójimo como a sí mismo. La sabiduría es el conocimiento del sentido de la vida. Y el sentido está supeditado a la noción de trascendencia. 

La educación no nos aporta esta base que en otros tiempos fue el fundamento de nuestra cultura. 

¡Teniendo presente estas premisas lo que corresponde hacer es poner énfasis en los aspectos formativos de la educación, lo cual se halla sobre todo en las humanidades y ciencias sociales, dando a conocer también a los jóvenes las prácticas psicológicas mediante las cuales se obtiene el conocimiento, el dominio, y el don de sí mismo. Todo lo cual se asienta en el fundamento cristiano de nuestra cultura. 

-¿Nos trae esta pandemia un retorno a mirar con más atención nuestro mundo interior? ¿Qué ha encontrado usted en el suyo? 

-La pandemia nos ha obligado a bajar la intensidad y el neurosismo que caracteriza a las formas de vida de esta civilización. La necesidad de recluirse en sus propios hogares a toda la población del país ha permitido convivir más estrechamente con los miembros de la familia, lo cual para muchos ha significado una valiosa experiencia humana, en el entendido que me estoy refiriendo a personas de una calidad humana básica. 

Esa reclusión, para otros, ha ocurrido en soledad, lo que para algunos, entre los cuales me cuento, ha sido una ocasión para conocerse a sí mismo, y enfrentarse en un balance que si es sincero, nos permite juzgar con mejores criterios lo que se ha hecho en la vida. Para otros la reclusión solitaria ha constituido una instancia de encuentro con el Señor, fuera de lo común. 

Para otros, menos afortunados, la reclusión ha generado angustia y neurosis, problemas de cesantía y pérdida de recursos. Aunque en el peor sentido del problema se ha generado un aumento explosivo de la delincuencia: robos, saqueos, encerronas, estafas, asaltos, atentados contra la propiedad, violaciones, raptos, homicidios y femicidios. 

Falta tomar distancia del fenómeno para hacerse una idea clara de cuáles fueron sus reales consecuencias. 

-Usted ha sido llamado el sabio de la tribu, ¿Cómo le gustaría ser recordado? 

-El “sabio de la tribu” es un apelativo más poético que real. Yo me he dedicado a estudiar los textos de los grandes sabios como Confucio, Lao Tse y otros, y todo lo que concierne a la sabiduría bíblica, como también la sabiduría popular criolla e indígena. Mis alumnos y amistades están complacidos de que el suscrito tenga un cierto dominio de estos temas los cuales, en los tiempos que vivimos suscitan mucho interés en un sector cada vez más numeroso, a nivel mundial.

Me gustaría que me recordaran como el viejo cuyo corazón permaneció siempre joven. 

 

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