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La eterna promesa de un nuevo hospital para Valparaíso PAÍS

La eterna promesa de un nuevo hospital para Valparaíso

Silvia Peña Pinilla
Por : Silvia Peña Pinilla Periodista de El Mostrador.
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Hace 30 años, el entonces ministro de Salud, Jorge Jiménez de la Jara, presentó la maqueta del nuevo centro hospitalario para el puerto. Tres décadas han pasado y todavía no se pone la primera piedra. Aun así, el principal hospital de la Región de Valparaíso y Centro de Referencia Macrorregional, sobrevivió a la pandemia, pero es un paciente agudo que se encuentra en urgencia. Cuando el actual subsecretario de Redes Asistenciales, Fernando Araos, acaba de confirmar que la pandemia retrasó la entrega de 13 hospitales en construcción y remodelación, se repite la pregunta de los porteños: «¿Cuántos años más tendremos que esperar?». Un caso emblemático que representa a otras comunidades del país.


Desde el estallido social, época en que se cerró la entrada por Colón, al Van Buren se llega por la calle San Ignacio que sube al cerro El Litre. Por ahí mismo se ubica la entrada a la urgencia adulta –la infantil se halla en la dirección opuesta, en calle Hontaneda–. Ambos accesos suelen estar atiborrados de personas a cualquier hora, en cualquier día.

La espera –pandemia mediante– se realiza en un espacio de unos 15 a 20 metros cuadrados, sin ventilación y custodiada por guardias. El personal administrativo está protegido por una especie de jaula de fierro, esto después de haber sufrido agresiones de usuarios descontentos (que pueden ser simples hijos de vecino enojados, drogadictos o delincuentes). En ocasiones se cuela algún perro callejero, “tenemos plagas frecuentes de pulgas en la residencia de los médicos de turno”, se queja uno de los doctores.

La espera para ser evaluado por un médico puede durar entre 3 y 10 horas, dependiendo de la categorización según riesgo vital. En el interior dos boxes, uno de hombres y otro de mujeres, agrupa de unas 8 a 10 personas cada uno, que son examinadas sin privacidad, distanciamiento ni dignidad; también hay uno de traumatología. La hospitalización en urgencia usualmente está con sus 24 camas al tope, aguardando por un espacio entre las 439 camas del hospital o un pabellón, si el paciente requiere cirugía. Y por esas camas de urgencia hay otros tantos que permanecen en “hospitalización vertical”, el eufemismo con que el Minsal designa a los cupos cuya espera se hace en una silla en vez de una cama. Está tan normalizado su uso, que en el pasillo hay varios colgadores de suero fijos sobre estas sillas. Allí puede esperar un fracturado, alguien que requiere una cirugía, un paciente psiquiátrico descompensado, una persona bajo los efectos de alguna droga… sentados uno al lado del otro. El promedio de hospitalización en silla hoy llega a los 8 pacientes, pero en tiempos de alta demanda puede ser el doble y más.  Y no hay que olvidar que la urgencia también atiende a personas privadas de libertad que llegan acompañadas de gendarmes armados.

Lamentablemente, esta realidad no es exclusiva del Hospital Van Buren. La viven a diario varios servicios de urgencia y millones de usuarios en Chile.

Además de la evidente falta de camas y de espacio, los pabellones tienen su propio drama. De los 14 existentes, solo están operativos nueve. A un ritmo de 2,3 cirugías por día, mientras el promedio que pide el ministerio es de 3,3 por día.

“Existe por supuesto el recurso físico del pabellón quirúrgico, pero no hay personal para operarlo. Se requiere de dos cirujanos, un anestesiólogo, tres técnicos paramédicos, una enfermera y un auxiliar para hacer funcionar un pabellón de urgencia”, explica el cirujano de urgencia Juan Pablo Larraín (en un documento enviado a El Mostrador).

Y agrega: “Nos hacen falta todos ellos. Paradojalmente, siendo un centro formador de anestesiólogos a través de la Universidad de Valparaíso, el Van Buren no tiene suficientes anestesistas para la urgencia. Pocos se atreven a enfrentar los turnos en los que se operan pacientes de neurocirugía, ginecología, cirugía infantil, cirugía adultos, traumatología y urología. Increíblemente, el Servicio de Salud Valparaíso-San Antonio, teniendo los recursos administrativos para establecer condiciones atractivas, o periodos de asistencia obligatoria a los recién egresados de anestesia que se forman en nuestro hospital, los ha destinado a otros centros. La realidad supera a la ficción”.

Los técnicos paramédicos reciben una baja paga por cubrir dichos turnos en vela, “en una actividad de alto riesgo para ellos por estar expuestos a fluidos biológicos y múltiples enfermedades infecciosas dentro de las cuales el COVID-19 es solo una. Claramente no hay una política para cuidar, captar y reemplazar a dicho personal de pabellones de urgencia, críticos para el sistema en general”, puntualiza Larraín.

La crisis de la urgencia retrata la crisis del hospital, apunta el jefe de Epidemiología, Yuri Carvajal.

“La construcción ha crecido siguiendo el ‘modelo Valparaíso’, es decir, techando lugares, ampliando pasillos para convertirlos en recintos, salas improvisadas… Parchando y reparando espacios aquí y allá”, señala.

De hecho, por estos días la polémica se centra en la paralización de la construcción de un búnker en el Centro de Cáncer, que debe albergar un acelerador lineal que destruye células cancerosas con radioterapia, sin afectar el tejido circundante a los tumores. Un logro que costó miles de millones de pesos y otros miles de trámites burocráticos. El motivo: las ampliaciones no están en regla y el hospital debe varios millones de pesos en regularizaciones municipales –lo que merece una crónica aparte–.

Hablando de infraestructura, a mediados de enero, se derrumbó la techumbre del centro de alimentación que data, como un sector del hospital, de 1930. Ocurrió cuando no había personas en su interior, pero pudo haber sido una tragedia mayor. Hoy se evalúa qué hacer con esa reparación.

“Es un proyecto a mediano plazo, que esperamos salga lo más pronto posible. Será una central de alimentación moderna, planificada para que tenga una proyección de uso de diez años. En general, todos los proyectos de infraestructura del hospital están pensados con ese umbral de tiempo”, explica el director del Hospital Carlos Van Buren, Javier del Río Valdovinos.

Y agrega que es un recinto bastante añoso, que tiene los problemas de infraestructura naturales producto del paso de los años, pero que en el último tiempo se ha invertido en él.

“Proyectos como la farmacia centralizada, la unidad respiratoria de agudos. Intervenciones que se han hecho en diferentes lugares, producto de la necesidad de mantener los aforos que obliga la patología del COVID. También tenemos inversiones a futuro que están relacionadas con la Unidad de Emergencia Infantil, con la Unidad Emergencia Adultos y en general varios proyectos que están asociados a ir mejorando paulatinamente la infraestructura del hospital”, dice el director.

Crisis sanitaria y clima laboral

Sin embargo, el personal médico afirma que los acontecimientos y falta de recursos erosionan la práctica clínica. Hoy –acusan– el 40% del personal está con licencias médicas.

“El clima laboral es complicado, en mi área tenemos 2 baños para 65 personas y sirven de camarines. No hay lugar para almorzar, comemos donde trabajamos… La estética es muy parecida a Colina 1. No hay ningún estímulo para hacer cosas. Yo realizo cirugías en el cerebro con el paciente despierto, me meto dentro de un aneurisma y lo relleno con alambritos, cada uno cuesta mil dólares. Ese tipo de cosas hacemos acá, pero en un ambiente que parece… una callampa de los 70. No hay pabellón, no hay anestesista… Eso nos afecta. Los colegas prefieren irse a una clínica”, señala el neurorradiólogo Pablo Cox.

El neurocirujano y neurorradiólogo, hoy subdirector de Gestión Asistencial del Servicio de Salud de Valparaíso y San Antonio (SSVSA), Rodrigo Riveros, asegura que Valparaíso sufre de una crisis sanitaria que se originó hace décadas y que partió con la eliminación gradual de las camas hospitalarias.

El Van Buren se hizo cargo de absorber la demanda de los desaparecidos Sanatorio Alemán, Hospital Enrique Deformes, Traumatológico, Mena, Ferroviario, Jean y Marie Thierry. Cada uno vino con grandes promesas, en especial el Deformes, en cuyos terrenos se terminó construyendo el actual Congreso.

“Ha habido una falta de decisión política, por eso cuando uno dice abandono de la ciudad, es que hay falta de mirada sanitaria a largo plazo, de brindarle a esta ciudad la atención de salud que requiere desde el punto de vista hospitalario. Un hospital nuevo trasciende lo sanitario. Cuando a una ciudad como esta le ofrecemos construir una infraestructura de varios miles de metros cuadrados, le estamos dando varios años de trabajo para miles de personas, y si se construye acá en el mismo terreno, revitalizando El Almendral, que es un lugar que está botado”.

Acaban de salir los objetivos sanitarios de Chile al 2030, la matriz de todas las estrategias sanitarias, y uno de los principios rectores es la equidad. “Los que somos de Valparaíso sabemos que el límite con Viña del Mar es la escuela industrial. Aquí, de alguna forma activa o pasivamente, la autoridad sanitaria tomó la decisión de brindar un estándar de atención de la escuela industrial para allá y otro estándar de la escuela industrial para acá. Las autoridades de hace 10 años del Servicio Viña del Mar-Quillota, hicieron bien la pega, porque en este tipo de infraestructura se habla de 10 años y más. Y hoy tienen renovado el Hospital Dr. Gustavo Fricke, el Hospital Marga Marga, el de Quillota… Una fuerte inyección de recursos en salud. Acá tenemos el Claudio Vicuña (San Antonio) que es un hospital más pequeño en la red; el de Casablanca, que no es complejo, hace más atención primaria, pero el grueso de las camas hospitalarias para toda la red está sin tocarse desde los 80. Y no se cumplen los estándares, algo que nuestra gente sufre día a día”.

Asegura que la urgencia hoy tiene menos presión que hace unos meses, pero sigue operando sobre la capacidad.

“Con las condiciones de esta ciudad, la pobreza y problemas de violencia, siendo capital legislativa, un puerto importante, esta es la única urgencia hospitalaria. Un accidente grave llega acá. Sumado al hecho de que este hospital, por las especialidades, no solo atiende a los pacientes de la ciudad. En neurocirugía, neurorradiología y oncología son centros macrorregionales, atendemos pacientes de la II, IV y V regiones. El impacto sobrepasa a la ciudad puerto”, agrega Riveros.

La eterna ilusión

El Van Buren es patrimonio de Valparaíso y de sus habitantes. Lleva en el barrio El Almendral 243 años (primero bajo el nombre de San Juan de Dios). Los porteños tienen con él una relación de amor-odio, aunque lo sienten parte de la familia y quieren un nuevo recinto. Pero no es tan fácil.

De hecho, existe una fotografía de comienzos de los 90 donde el ministro de Salud de entonces, Jorge Jiménez de la Jara, inaugura la maqueta del nuevo Hospital Carlos Van Buren. “A la fecha aún no se construye el nuevo Van Buren, peor aún, recién se terminó el EPH el año 2020. El ministro Jiménez dejó el Ministerio de Salud en 1992. Valparaíso todavía espera”, dice Yuri Carvajal.

Hace un año, 15 médicos que han dirigido el hospital en los últimos 40 años, encabezados por Guillermo Pardo Novoa, publicaron una declaración pidiendo un nuevo hospital. En ella señalan que la infraestructura hospitalaria es un tercio o menos de lo que Valparaíso debiera tener. “Como exdirectores del Carlos van Buren hacemos un llamado a la comunidad porteña a unirse para exigir un nuevo hospital (…), el Hospital Van Buren es nuestro, de su gente, igual que la responsabilidad cívica de exigir una renovación de su infraestructura, porque es donde nacieron, nacen y nacerán los ciudadanos de nuestro Valparaíso”, expresaron.

El director del Van Buren, Javier del Río, explica en qué está el proyecto: «En coordinación con el Servicio de Salud, estamos revisando el estudio preinversional que está terminado principalmente desde el punto de vista de actualización de toda la data, porque obviamente hay que actualizar la cartera de servicio principalmente y la planificación en red. En este minuto formamos un equipo multidisciplinario de aproximadamente diez profesionales que está trabajando en diferentes módulos del proyecto, pero principalmente nosotros estamos orientados a ver bien cuál es la cartera de servicios que requiere este hospital, pero coordinadamente con el Servicio de Salud”.

El director agrega, en línea con lo expuesto por el doctor Pardo y los exdirectores, que “es fundamental la participación de todos: la ciudadanía, los funcionarios, dirigentes, profesionales no médicos, los médicos, todas las fuerzas vivas de la ciudad y de la región tenemos que estar aunados para que este proyecto llegue a destino. Creo que es tremendamente necesaria la participación de la sociedad civil”.

Sin embargo, desde la misma sociedad civil están incrédulos. Astrid Oyarzún es parte de la Asamblea Permanente por la Salud, que está en creación, y dice que desde los 90 del pasado siglo se han presentado diversos proyectos para mejorar los reiterados problemas, “pero seguimos igual”.

La literatura consigna que en 2009 se propuso construir un gran complejo hospitalario en Valparaíso, que tuviera los recursos físicos adecuados para ese nivel de demanda. La idea no pasó de la fase proyectiva.

En 2011, se creó un SAUD (Servicio de Atención de Urgencia Diferida), una urgencia adjunta de baja complejidad y que atendió a un promedio de 63 pacientes diarios, pero que no fue capaz de resolver las patologías graves, por lo que no mejoró los problemas reales de la urgencia: la sobreocupación por pacientes hospitalizados.

En 2012, en tanto, se realizó un proyecto de construcción de un servicio de urgencia en el Hospital Del Salvador de Valparaíso, destinado a resolver patologías psiquiátricas –dada la existencia de dichos especialistas en la institución– y, además, resolver patologías comunes de baja complejidad.

Ese año, hubo 4166 atenciones psiquiátricas en el Van Buren, y 566 hospitalizados, los cuales requieren un manejo cuidadoso por equipos de salud mental experimentados, para evitar suicidios y agresiones al personal de salud y a terceros. El proyecto quedó nuevamente en el papel.

También en 2012, un proyecto pretendía implementar 40 camas de cuidados medios transitorios en un espacio del Van Buren que hasta hoy no se utiliza, en el segundo piso de la torre médica. Estas camas tendrían como fin descongestionar la urgencia y darles a los pacientes la dignidad de contar con una cama hospitalaria.

“El proyecto ’40 camas’ establecía que se pone en riesgo a la población al mantenerlos hospitalizados en lugares de atención ambulatoria y que la mortalidad en la comuna de Valparaíso es la mayor de la región, duplicando a las comunas de mejores índices. Además, se realizó una proyección de gastos que concluyó que el ejecutar el proyecto de 40 camas disminuiría de forma importante el requerimiento de compra de días cama a clínicas. Establecieron que el ahorro a 10 años para el hospital, si se ejecutaba el proyecto, iba a ser de más de 3.000 millones de pesos. Una vez más, el proyecto quedo en letra muerta. ¿Cuánto dinero se habrá traspasado en estos 10 años desde el Van Buren a las clínicas de la región por compra de días cama?”, se pregunta el doctor Juan Pablo Larraín.

Izkia Siches durante la campaña presidencial de Gabriel Boric.

Diez años después, la realidad se mantiene. “Los peaks mensuales de consultas son de 3 mil 600, constituidas en su mayoría por patologías graves, de las cuales requieren hospitalización un 10% aproximadamente. La realidad sigue siendo la misma: entre 50 y 70 hospitalizados en urgencia al día, hospitalizados en sillas, sin pabellón oportuno y sin insumos para operar. Como cirujanos de la urgencia del HCVB, presentamos esta problemática a nuestra subdirección médica en marzo de 2021. Recibimos una respuesta parcial en octubre de 2021. La realidad sigue siendo la misma: un colapso permanente, una falta de camas crónica, y una ausencia de pabellones de urgencia que nos duele, preocupa e indigna”, declara Larraín.

En tiempos de campaña, los visitó la doctora Izkia Siches y se expusieron estos problemas a ella y su equipo.

“Necesitamos que el nuevo Gobierno realmente ponga atención a la situación de salud en Valparaíso: hay suficientes proyectos bonitos en papel que no se han ejecutado. Necesitamos acción, recursos, personal, insumos y el foco de un ministerio que nos tiene abandonados a la deriva entre nuestros pacientes en sillas, derrumbes, pulgas y colapso permanente”.

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