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Sonia Montecino, Premio Nacional de Humanidades: “Estamos en un momento que nos permite pensar y repensarnos, una oportunidad única”

Federico Joannon
Por : Federico Joannon Abogado. Director ejecutivo de El Mostrador
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En esta entrevista, la destacada antropóloga y escritora sostiene que los nuevos actores que han emergido en la escena nacional –como las mujeres, los indígenas y los jóvenes–, en realidad estaban presentes hace ya tiempo, pero invisibilizados. Habla también de los miedos que existen transversalmente en la sociedad chilena, centrados principalmente en “lo indígena”, fantasmas o problemas no aclarados o resueltos. Miedo al empoderamiento indígena y a nuestro propio mestizaje, y a su conflictividad no aceptada; terror a que esos “otros”, que son parte nuestra también, nos digan “tú eres el otro”. Las metáforas de la “casa común” y la “mesa común” y la necesidad de construir comunidad, forman parte también de sus reflexiones. Finalmente, señala que la política “nos hace bien”, porque “es el lugar donde podemos ponernos de acuerdo en qué queremos”. Pero, ante todo, aclara que es la oportunidad de plantearnos una pregunta fundamental: «¿Qué es Chile?, ¿qué significa hoy decir Chile? Esta es una pregunta alucinante y creo que debemos tomar esta oportunidad y no deprimirnos, como mucha gente que anda muy deprimida pensando cosas negras, un futuro siniestro, todo mal. Yo creo que, por el contrario, deberíamos estar optimistas de la posibilidad de repensarnos y de elaborar nuestros miedos», subraya.


-Estamos a pocos días de un evento que para Chile es muy importante. Más allá de si gana el Apruebo o el Rechazo, tenemos un país distinto que antes del estallido social y antes de la Convención Constitucional, ¿qué ha cambiado?
-Lo primero que yo quisiera decir es que estamos en un momento importante para pensar (Chile) y repensarnos. La emergencia de nuevos actores, a partir del 2019, en realidad tiene una larga historia, antiguas tradiciones. Si vemos los movimientos de mujeres, movimientos feministas, ellos tienen un arraigo histórico en Chile desde inicios del siglo XX, una tradición que se transmite. Por su parte, la “aparición” de lo indígena y los movimientos indígenas, también tiene una larga tradición, desde antes de la república: llevamos cinco siglos con su presencia. Desde inicios del siglo XX existe presencia de movimientos indígenas en la política chilena, y eso mucha gente no lo conoce. Otro tercer actor que “aparece” son los jóvenes, pero los jóvenes también están desde Mayo del 68, cuando se produce la emergencia de un sujeto joven o la categoría de “jóvenes” comienzan a tener una significación.

Entonces, no es algo nuevo, el problema ha sido que muchas veces las ciencias sociales tradicionales no han visto y no han escuchado estas voces. Creo que esto de decir «¡oh, que sorpresa!, ¡aparecieron!, ¡están ahí!», no está bien, porque fueron invisibilizados, pero existían. También hay nuevas tendencias, que son gérmenes de cosas que vamos a poder entender y desarrollar con el tiempo, por ejemplo, lo que tiene que ver con el ecofeminismo y los movimientos ecológicos. Y con la perspectiva de género emergen otros movimientos emergentes, que también existían en Chile desde hace tiempo, que ahora han tomado un poder. Entonces, el problema no es que estos movimientos o sujetos se sienten ahora a la mesa, lo que pasa es que antes no los veíamos.

-¿Notas tú que hay miedo, enojo, desconfianzas en la sociedad chilena?
-Miedo, sí. Y el discurso del miedo se centra en lo indígena. Y hay miedo porque hay fantasmas. ¿Qué son los fantasmas? Los fantasmas son todos esos problemas que no hemos resuelto, porque lo que pasa a nivel personal, a nivel familiar, pasa también a nivel de las sociedades. Hay un gran fantasma que provoca mucho miedo, que es el fantasma de lo indígena. ¿Cuál es el “terror” que aparece en este minuto? Es justamente al empoderamiento indígena. Es un miedo a nuestro propio mestizaje, porque no hemos querido ver lo conflictivo de nuestro mestizaje. Tenemos mucho miedo a esa parte que nos constituye, que es la parte indígena, y tenemos miedo porque la hemos negado, la hemos silenciado, nos hemos avergonzado, la hemos querido dejar muy fuera, y a los indígenas los vemos como esos “otros”, que existen, que están en el territorio, pero allá lejitos. La pregunta es: ¿Por qué lejitos? ¿A qué le tenemos miedo? Entonces, yo pienso que ahí hay un nudo en la sociedad chilena, muy complejo, que visibilizó la Convención, por ejemplo, con una mujer mapuche presidenta. Eso provoca en estos imaginarios mestizos miedos fantasmagóricos, en el inconsciente genera una serie de reacciones. ¿Y cuál es la primera reacción? El rechazo, es decir, en el sentido de no quiero, no estoy, no empatizo con esa parte que es mía.

¿Qué es lo que ocurre en este juego de las identidades, en este juego de los movimientos? Sin duda, para este sujeto mestizo, el hecho de que el mundo mapuche (están todos los otros pueblos indígenas también) diga «nosotros tenemos una identidad definida y ustedes son los otros”, eso nos provoca un rollo tremendo, que nos complica. Porque, claro, mientras ese mestizaje, mientras ese “otro” está ahí escondido y me permite de un modo u otro identificarme, tener algo que ver con esa historia aunque no la quiero, pero cuando el otro te dice “tú eres el otro, tú eres un chileno”, te enfrenta a esta historia, y estamos en el problema que estamos.

-¿Ves alguna diferencia en esto que mencionas desde una perspectiva élite y no élite?
-Yo creo que es transversal, por lo demás las élites van cambiando. Este miedo a lo indígena, este fantasma es transversal. Tiene que ver con la historia de este país, tiene que ver con el desconocimiento brutal que hay sobre la historia o las historias indígenas, es decir, nos hemos conformado con la historia escrita oficial, pero no con la historia escrita por los propios indígenas, y tampoco con su memoria. Una cosa es la historia (los documentos, las fuentes y la perspectiva) y otra cosa es la memoria que tienen las comunidades indígenas, sobre su propia historia. Entonces, ¿qué ocurre?, hay un desconocimiento profundo de la historia política mapuche (ministros y parlamentarios mapuche desde inicios del siglo XX). No existe idea de lo que ha sido el desarrollo de esa historia política (estoy hablando en este caso del mundo mapuche, pero podríamos hablar también del desconocimiento profundo que hay al respecto a lo que pasa con el mundo rapanui, por ejemplo), y eso ¿a dónde nos lleva?, nos lleva a una no lectura sobre lo que ha sido Chile en términos de su colonialismo, que tampoco fue igual con todos los pueblos indígenas, fue distinto el colonialismo que se aplicó en el mundo mapuche al colonialismo que se aplicó en el mundo rapanui, etc. Entonces, tenemos un problema, porque desconocemos justamente aquello que nos da miedo, nuestros fantasmas, que nos dan mucho susto (peor aún, hacemos políticas para desconocerlos).

-¿Han surgido otros fantasmas aparte de lo indígena? Y si han surgido, ¿cuáles?
-El gran fantasma, el gran eje, incluso –yo diría– el chivo expiatorio, ha sido lo indígena. Pero, claro, hay otros fantasmas, por ejemplo, relacionados con el tema de la propiedad, hay fantasmas relacionados con el tema de lo político. Y en este sentido, las elites en el poder están crujiendo en parte por propuestas que les parecen que implican una pérdida de poder. Cuando hablamos de propiedad estamos hablando también de patrimonio y un modo de entender la historia. Creo que, si hay algo que se produjo desde el estallido social hasta ahora, ha sido esta pregunta por ¿cuáles son “esos valores” patrimoniales que se expresan o expresaron en monumentos que fueron rayados, agredidos, violentados, etc.? ¿Qué hay detrás de eso? Cuando digo «propiedad» y «patrimonio» es porque justamente la noción de patrimonio está relacionada con la propiedad, es decir, aquello que es propio, que se hereda, que se transmite. Entonces, estos signos de la propiedad, de alguna manera, se vieron absolutamente cuestionados y eso yo creo que ha generado muchos fantasmas y, en ese ese sentido, va junto con lo que hemos hablado. El miedo a que determinado tipo de imágenes no sean “veneradas”, no sean de “culto” y sean reemplazadas por otras imágenes. Por ejemplo, en una plaza en La Serena el monumento a Francisco de Aguirre, se saca de ahí y, en su reemplazo, se coloca una mujer indígena diaguita, que representa todo el revival cultural que está ocurriendo en esa zona. Entonces, nos lleva al fantasma de ¿qué es lo propio?, el fantasma de pensarnos en lo que tenemos. Por ejemplo, ese miedo que se ha dado y que se ha dicho “que se le van a quitar las casas a la gente, que no las van a poder heredar, que no se van a poder heredar las pensiones”, entonces, el tema de la herencia, de la propiedad, es otro gran fantasma.

-¿La otredad?
-Claro, porque podemos construir un “nosotros”, pero el problema es en qué lugar están los otros. Que existan otros, que existan diferencias no es el problema, el problema es la escala de prestigio y poder en la cual colocamos a los otros, ahí es donde está el problema. ¿Y cómo hacemos ese sistema de valoración? Esto nos tiene complicados no solamente en la sociedad chilena, sino que también a nivel global.

-¿Y cómo ves hoy a la sociedad, donde conviven los unos y los otros?
-Las sociedades funcionamos con metáforas, todas las épocas tienen metáforas, y aquí ha habido dos metáforas que deberíamos repensar. Una es la metáfora de la “casa común”, lo conversé con Pedro Güell la otra vez. Le expliqué por qué yo pensaba que, en vez de “casa común”, se debería hablar de “mesa común”, lo que tiene connotaciones. Y la otra metáfora que se ha estado usando muy fuertemente en este último tiempo es la “cocina”, la “cocina” como algo malo, nefasto, a la cual se denuesta. Entonces, a mí me parece sumamente interesante que nos metamos en eso, porque se habla de la política como “cocina”, como algo que es malo, pero ¿qué significa cocina? Si lo pensamos en términos de la definición cultural  fundamental, la cocina se trata, precisamente, de construir comunidad, sin cocina no podemos vivir. La cocina tiene dos elementos, uno que es el espacio cocina y otro que se refiere a los procedimientos para hacer que algo crudo se transforme en algo comestible. Entonces, debemos reflexionar ¿por qué se usa peyorativamente esta metáfora, de un espacio (la cocina) que por sí mismo es cálido, abrigador y que es, sobre todo, un acto de amor? Cocinar para los otros, que los otros coman, implica (y aquí quiero retomar todo lo que hemos hablado), implica, precisamente, patrimonio en el sentido de transmisión. Sin transmisión de los saberes culinarios somos analfabetos. Creo que ahora hay un analfabetismo culinario y ese analfabetismo culinario es el que hace decir y utilizar la metáfora de la cocina como algo negativo.

La cocina, por el contrario, podríamos utilizarlo como un concepto que efectivamente nos una, que nos llame al comensalismo. Lo que hay detrás del mal uso de esta metáfora “cocina”, en estos tiempos, deberíamos revisarlo. Creo que forma parte de los fantasmas de Chile, que estábamos hablando.

-¿Y no habrá atrás algo de rebelión frente a la élite, porque los que cocinan son los que tienen la sartén por el mango?
-Revela miedo a algo que no manejo, porque si soy un analfabeto culinario –que es el fenómeno que está ocurriendo este último tiempo–, voy a tener desconfianza de la cocina, porque soy un analfabeto, no sé leer, no sé interpretar aquello que ocurre en la cocina. Yo digo que lo que ocurre en la cocina siempre es algo mágico y maravilloso.

¿Qué hacemos con esta sociedad chilena llena de miedos?
-Yo creo que es fundamental que lo elaboremos. Este es un momento que, en vez de tomarlo como un momento álgido y que todo el mundo está en blanco y negro, deberíamos tomarlo como un momento que nos permite profundizar en nosotros mismos, profundizar de una manera abierta. Una oportunidad que no sé si la vamos a tener en otro momento, de poder decir: ¿qué es lo que somos?, ¿qué es Chile?, ¿qué significa hoy decir Chile? Esta es una pregunta alucinante y creo que debemos tomar esta oportunidad y no deprimirnos, como mucha gente que anda muy deprimida pensando cosas negras, un futuro siniestro, todo mal. Yo creo que, por el contrario, deberíamos estar optimistas de la posibilidad de repensarnos y de elaborar nuestros miedos.

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