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¿Qué pasó? Las razones del Rechazo Opinión

¿Qué pasó? Las razones del Rechazo

Claudio Fuentes S.
Por : Claudio Fuentes S. Profesor Escuela Ciencia Política, Universidad Diego Portales. Investigador asociado del Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR)
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Otra parte de la historia se explica precisamente por la ineficacia de la Convención primero, y de la campaña por el Apruebo después, de anticiparse y responder de modo efectivo frente a tales temores. Al calor de los debates de la Convención, no se aquilató la relevancia que adquirirían estas cuestiones en la conversación social y, cuando se hizo, fue demasiado tarde. El intento de los partidos por proponer reformar lo aprobado llegó muy tarde y mostraba precisamente aquellas sombras del texto. Una cuestión adicional se refiere a que durante los momentos más álgidos de las deliberaciones (febrero-junio), los y las constituyentes entraron en una vorágine de votaciones que les impedía observar los efectos que estaban teniendo sus decisiones en la opinión pública. En este sentido, mientras la campaña del Rechazo ya estaba bien instalada, comenzando marzo, la campaña del Apruebo recién comenzó a tomar forma a mediados de julio.


¿Qué sucedió el domingo 4 de septiembre? ¿Por qué una oferta constitucional que ofrecía más derechos fue rechazada por un amplísimo margen? ¿Cómo se explica esta aparente “irracionalidad” de grupos sociales que clamaban por derechos y que rechazaron un texto que los consagraba? Los ejemplos en estos días se han repetido con un tono entre incrédulo y hasta despectivo: Petorca, Quintero-Puchuncaví, las comunas con altas tasas de población indígena, las comunas con altas tasas de pobreza, las personas privadas de libertad, todos ellos mostraron una inclinación muy mayoritaria hacia el Rechazo, incluso sobre el promedio. ¡Los pobres rechazando, los ricos aprobando, qué sinsentido!   

En las siguientes líneas intentaré dar sentido al resultado electoral del plebiscito y lo haré a partir de una explicación multicausal. Sostengo que, para explicar el resultado electoral, debemos considerar algunos patrones estructurales del comportamiento electoral, como asimismo ciertas contingencias de la Convención y de la propia campaña electoral.

1. Patrones estructurales

Los datos electorales ratifican cuatro tendencias que se venían advirtiendo en anteriores procesos electores. La primera de ellas es la preferencia de los sectores de menores ingresos por la opción de derecha en el año 2021, lo que se reiteró ahora por la opción del Rechazo. Obviamente, no todos los que votaron Rechazo son de derecha, pero cabe advertir que las propuestas más conservadoras han recibido más el apoyo de los sectores populares. Esta tendencia no es novedosa y ha sido documentada en Chile desde por lo menos los inicios de los 2000 (Altman 2004). Los sectores de centroizquierda, en cambio, han sido más dominantes en sectores medios y medio-altos, que han observado progresos materiales en las últimas décadas.

La segunda tendencia, y observada también en anteriores ciclos electorales, se refiere al mayor apoyo hacia la derecha y ahora hacia el Rechazo en comunas con altas tasas de población indígena. En anteriores ciclos electorales esto fue particularmente relevante en el norte de Chile. En La Araucanía lo anterior se veía mediatizado por las trayectorias políticas en ciertas comunas (Tirúa, Saavedra, por ejemplo), en que el liderazgo de determinados alcaldes parecía jugar un papel diferenciador desde el punto de vista electoral (De Cea, Fuentes y Teitelboim 2017). Sin embargo, tanto en la última elección presidencial como ahora en el plebiscito, se observa en forma consistente que en las comunas con más del 50% de población indígena el apoyo a Kast y al Rechazo fue significativamente superior, ratificándose esta tendencia.

La tercera macrotendencia se refiere a la relación entre el tamaño de las comunas en términos poblacionales y la inclinación a votar por una u otra opción. En las últimas presidenciales, mientras más populosas las comunas, mayor fue el apoyo a Boric, y en cambio mientras menos populosas, mayor fue el respaldo a Kast. Esta tendencia se replicó con el Rechazo, donde fue significativamente mayor en comunas más pequeñas, mientras, en el caso del Apruebo, la tendencia de mayor apoyo se da en las comunas de más de 300 mil habitantes. En el mundo con voto voluntario (2012-2021) las campañas tendieron a focalizarse en los grandes centros urbanos. Además, el surgimiento político-electoral del Frente Amplio se da precisamente en estas comunas con mayor número de habitantes y de la zona central del país. Por lo mismo, no resulta novedosa esta tendencia que se replicó el pasado domingo.

Finalmente, la cuarta macrotendencia se refiere al peso que tiene el signo del alcalde en el resultado electoral, y de nuevo la historia se repite de modo bastante esperable. En comunas con alcaldes de Chile Vamos, el apoyo por el Rechazo fue superior al promedio nacional, lo que también fue el caso en la votación del Rechazo. Por su parte, en las comunas con alcaldes de Apruebo Dignidad el apoyo tanto a Boric como al Apruebo fue superior al promedio, y dicho apoyo iba bajando en la medida en que el alcalde era DC.

Pues bien, si estos cuatro patrones se repiten una y otra vez, entonces, ¿por qué no se replicó el resultado electoral de 2021 en que Boric accedió a la Presidencia? Aquí entran a jugar otras condiciones no estructurales y que son contingentes al proceso político constituyente y obviamente a la cuestión del voto obligatorio.

2. El proceso constituyente y los cambios de la opinión pública

La expectativa de la ciudadanía respecto de la Convención Constitucional era muy alta. El proyecto Plataforma Contexto junto a Subjetiva examinó, a partir de un panel cualitativo, el ciclo completo constituyente (2020-2022), indagando en las narrativas que se iban desprendiendo en la conversación ciudadana. Nos dimos cuenta de que el sentimiento principal que rodeaba al proceso constituyente era de esperanza. Sin embargo, desde el día de la instalación fueron surgiendo profundos cuestionamientos respecto del trabajo de la Convención. Se esperaba de ese cuerpo colegiado un espíritu republicano, dialogante, que ofreciera al país un texto pero que al mismo tiempo se preocupara de las formas. El caso Rojas Vade fue gravitante en quebrar la confianza y, después de eso, se fueron repitiendo hechos que reforzaban la pérdida de confianza en la Convención.

En los primeros meses de instalación se conversaba mucho sobre las formas: se valoraba la diversidad pero se cuestionaban aspectos simbólicos y procedimentales de lado y lado. El tono de los debates, la agresividad, la destemplanza de algunos(as) constituyentes, afectó la imagen de un proceso que comenzó a verse con mayor distancia. A partir de febrero y en la medida en que se las Comisiones y el Pleno debatían propuestas del texto, volvió a incrementarse la desaprobación hacia la Convención. Este ir y venir de propuestas radicales generó molestia. Tal como otros estudios lo han indicado (CIPER 2022) un momento clave y que puso al Rechazo como primera opción, fue a fines de marzo, cuando se debatía la propuesta de “Con mi Plata No”, que finalmente sería rechazada. Aunque la tendencia del Apruebo en las encuestas remontó en momentos específicos (el día en que el Presidente dio su Discurso frente al Congreso, el día de la entrega del texto final), todas las encuestas siempre mostraron una distancia significativa entre ambas opciones.

El proceso en sí mismo no había sido satisfactorio para la ciudadanía (España y Fuentes, El Mostrador, 2 de agosto de 2022). No se generó un sentido de cuerpo, no se superaban las rencillas políticas e incluso se reproducían las prácticas que ya eran criticadas por la sociedad respecto de la política tradicional. Un grupo de representantes que se suponía tenía que ofrecer un texto de consenso al país, terminaba, en la percepción ciudadana, sin generar un acuerdo mayoritario que trascendiera sectores políticos.

Acá debemos distinguir entre los patrones de votación y las expectativas ciudadanas. Desde el punto de vista del número de votos, efectivamente cada uno de los artículos aprobados superó incluso a veces con creces el requerimiento de los 103 votos (2/3, 66%) que es un quórum extremadamente exigente. Pero en la percepción ciudadana lo que importaba no era el guarismo sino el espíritu de entendimiento entre sectores diferentes, que evidentemente no se lograba. En la percepción social, la idea de una casa para todos con mínimos comunes aceptados y reconocidos por todos, no se logró.

3. Las campañas electorales

A lo anterior se sumaron campañas electorales con disímiles resultados. En el caso del Rechazo, un sector de la propia Convención se ubicó desde el principio en dicha posición. Cuando se comenzaron a discutir los contenidos, dicho sector presentó un sinnúmero de indicaciones que –sabiendo que serían rechazadas– fueron demarcando los temas de la campaña. Entre febrero y mayo se fueron delineando los caballitos de batalla de una campaña que estuvo acompañada por críticas al contenido y estrategias de desinformación y exageraciones. La estrategia apuntaba a relevar aspectos que provocaban un evidente temor en la ciudadanía y que afectaban el día a día de las personas:

  • La protección de la propiedad. La cuestión de no tener acceso a una casa propia o perderla porque el Estado sería el propietario fue uno de los temores que más se socializó. Entre junio y agosto realizamos una gran cantidad de talleres, reuniéndonos con sobre 5 mil personas para explicar el texto constitucional. Allí la cuestión más recurrente que emergía era el tema de la vivienda propia. A lo anterior se sumó el debate sobre la propiedad de los fondos de pensiones y la eventual expropiación de tales ahorros por parte del Estado.
  • La identidad nacional. Un segundo tema se asoció con el reconocimiento de los pueblos indígenas y la eventual pérdida de la identidad nacional que aquello significaría. Esto se asociaba también con la eventual pérdida de los símbolos patrios y la aceptación de autonomías que podrían convertirse en una amenaza a la unidad territorial del país. La idea de un Chile fragmentado, dividido, se transformaría en un tema clave para la campaña. La identidad nacional se veía amenazada por estas 11 naciones que emergían en el territorio.
  • La desprotección frente a la seguridad pública. El tercer ámbito se asociaba con la seguridad, un tema extremadamente sentido por la ciudadanía y que en los últimos meses adquiriría especial notoriedad. Esto se expresaba en el debate sobre la eliminación del Estado de emergencia, el ingreso de inmigrantes que no serían expulsados, el entregarles más derechos a las personas privadas de libertad, o la disminución de poderes de las policías.

Como estrategia electoral, colocar estos temores en la conversación social fue efectivo y extremadamente eficiente. Cualquier conversación familiar, de amigos o encuentros sociales comenzaban con estos temas. Existía desilusión por el proceso, y temor por cuestiones sensibles que, o quedaban mal expresadas en el texto o no aparecían. Sin embargo, no puede atribuirse el abultado resultado solo y exclusivamente a esta campaña centrada en el temor.

Otra parte de la historia se explica precisamente por la ineficacia de la Convención primero, y de la campaña por el Apruebo después, de anticiparse y responder de modo efectivo frente a tales temores. Al calor de los debates de la Convención, no se aquilató la relevancia que adquirirían estas cuestiones en la conversación social y, cuando se hizo, fue demasiado tarde. El intento de los partidos por proponer reformar lo aprobado llegó muy tarde y mostraba precisamente aquellas sombras del texto. Una cuestión adicional se refiere a que durante los momentos más álgidos de las deliberaciones (febrero-junio), los y las constituyentes entraron en una vorágine de votaciones que les impedía observar los efectos que estaban teniendo sus decisiones en la opinión pública. En este sentido, mientras la campaña del Rechazo ya estaba bien instalada, comenzando marzo, la campaña del Apruebo recién comenzó a tomar forma a mediados de julio.

La entrega del borrador final a la ciudadanía no resultaba suficiente. La idea de dejar hablar al texto requería una estrategia de campaña electoral centrada en, precisamente, abordar los temores más sentidos por la ciudadanía y que, o quedaban ambiguamente expresados en el borrador o no fueron lo suficientemente explicados.

Volviendo a nuestra interrogante inicial, ¿por qué entonces las grandes mayorías –sobre todo aquellos sectores más carenciados de la sociedad– no apoyaron un texto que les ofrecía derechos? ¿Por qué si la nueva Constitución ofrecía una mejor protección del medio ambiente, las zonas de sacrificio se volcaron en contra de ella? ¿Por qué se rechazó el texto en territorios donde se prometía convertirlos en regiones –aspiración muy sentida en Chiloé por ejemplo–?

Lo que sostengo acá es que la decisión del voto se fue construyendo gradualmente. En algunos casos la decisión está anclada en aquellos factores más estructurales que demarcan las identidades políticas –que persisten en Chile–. Pero probablemente influyeron de modo muy preponderante el modo en que se desenvolvió el proceso de la Convención y el modo en que se definieron y abordaron los asuntos claves de la campaña (propiedad, identidad nacional, seguridad). Enfrentados a la decisión de aprobar o rechazar un texto, los individuos toman en consideración una serie de factores. Se informan por las redes sociales, observan lo sucedido en los últimos meses, hablan con sus familiares, escuchan medios de comunicación, y muy probablemente en la mayoría de los casos también reciben desinformación.

La decisión de votar entonces está cruzada por patrones de votación ya bien establecidos en algunos casos, y por las percepciones sobre lo que fue el proceso y lo que podría significar para sus vidas el producto llamado nueva Constitución. Como me decía una dirigenta indígena en el norte del país, un tema de extrema preocupación se refería a las migraciones y el impacto que estaba teniendo en su vidas, y en tales comunidades no se percibía que la nueva Constitución atendiera esos problemas. Así, una decisión que a la luz de un externo podría parecer “ilógica” (indígenas rechazando un texto donde se les garantiza derechos), desde la perspectiva situada de su decisión cobraba perfecto sentido. Con ello no pretendo minimizar el rol que jugó la desinformación en una campaña que como nunca antes se caracterizó por la circulación de información destinada a confundir a los electores. Lo relevante de ello es que tal estrategia pudo conectar con los temores ciudadanos y aquellos temores no lograron ser respondidos desde la otra vereda electoral. El tiempo de campaña fue escaso (dos meses), las condiciones financieras de las campañas fueron desiguales, y los niveles de información básica para decidir fueron insuficientes.

Pese a estas condiciones desiguales de competencia, que muy probablemente jugaron un rol importante en esta historia, la decisión del voto se fue construyendo a lo largo de un proceso que fue gradualmente desilusionando a una sociedad que clama por una forma distinta de dialogar y resolver los conflictos, y resolver demandas sociales tan históricamente postergadas.   

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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