De acuerdo con la Constitución de EE.UU., todos los miembros de la Cámara de Representantes (435) y un tercio del Senado deben renovarse en estas elecciones de mitad de mandato. Desde la primera vez que se celebraron comicios de medio término –bajo la presidencia de William McKinley (republicano, 1897-1901)–, de 41 elecciones, solo cuatro veces el oficialismo avanzó en la Cámara de Representantes y ocho en el Senado.
Los estadounidenses celebrarán el 8 de noviembre próximo las elecciones de “medio término”, comicios que se llevan a cabo desde 1898, y donde se someterán a examen los dos años de la administración Biden y el futuro de la convulsionada democracia estadounidense. Los republicanos (hoy secuestrados por el trumpismo) apuestan a recuperar el control del Senado –hoy hay 50-50, lo que ha obligado a los demócratas a recurrir al desempate de la vicepresidenta Kamala Harris en 26 votaciones, más que cualquier vicepresidente desde John C. Calhoun (1825-1832)– y de la Cámara de Representantes –hoy dominada por los demócratas, 221-212–, lo que dejaría al presidente con menos o nulo margen de maniobra político en lo que le resta de mandato y a su antecesor, Donald J. Trump, en posición de volver a postularse a la Casa Blanca en 2024, siempre y cuando sortee los juicios en su contra (entre otros, por la promoción y/o complicidad del asalto al Capitolio).
De acuerdo con la Constitución de EE.UU., todos los miembros de la Cámara de Representantes (435) y un tercio del Senado deben renovarse en estas elecciones de mitad de mandato. Desde la primera vez que se celebraron comicios de medio término –bajo la presidencia de William McKinley (republicano, 1897-1901)–, de 41 elecciones, solo cuatro veces el oficialismo avanzó en la Cámara de Representantes y ocho en el Senado. De los 35 escaños en disputa este año en el Senado, los republicanos son actualmente los favoritos para ganar 20, mientras que los demócratas son los favoritos para ganar 12 escaños, y hay 3 en los que la decisión es incierta, pero los demócratas solo ponen en juego 14 bancas de senadores y los republicanos 21 (Embajada Abierta, 25/10/2022). En el caso de la Cámara de Representantes, de los 435 escaños hay menos de un centenar donde la elección estará reñida, según las encuestas. Además, este 8 de noviembre se ponen en juego 36 gobernaciones: 16 de los 22 gobernadores demócratas y 20 de los 28 republicanos.
La mayoría de los votantes registrados dicen que estos comicios son “más importantes” para ellos de lo que han sido otros de mitad de mandato en el pasado: el tema es prioritario para los votantes al describirlo (81% de demócratas y 79% republicanos) como un escenario de “amenaza a la democracia”, de acuerdo a una encuesta de NBC News. Además, alrededor del 80% de los demócratas y republicanos cree que aquellos que pertenecen al partido opuesto representan una amenaza que, si no se detiene, acabará con Estados Unidos como se conoce. En este contexto, dos tercios de los votantes que casi seguramente apoyarán a demócratas y republicanos dicen que darían su voto al candidato político de su partido, incluso si esa persona incurriera en una falta moral inconsistente con sus propios valores (NBC News, 23/10/2020).
Seis estados estarán en el centro de la mirada política y de los medios: los cinco que el presidente Joe Biden volteó en 2020 (Arizona, Georgia, Michigan, Pensilvania y Wisconsin), además de Nevada. Todos ellos tienen múltiples contiendas críticas que determinarán el control del Senado, la Cámara y los gobiernos estatales. Lo que ocurra en estos estados tendrá un impacto en temas como el derecho al aborto, la política económica, la educación y la crisis climática, y no solo dentro de sus fronteras, sino en todo el país.
Mala época para elecciones. El panorama luce sombrío a nivel mundial, con pronósticos de estanflación y hasta recesión. En octubre, el Fondo Monetario Internacional (FMI) volvió a rebajar sus previsiones de crecimiento económico para EE.UU. hasta el 1,6 % en 2022 y mantiene en el 1 % la estimación para 2023. Por lo mismo, y según estudios de opinión, los dos asuntos que más preocupan a los estadounidenses (y particularmente en los estados donde hay más en juego) son la economía y la inflación. Un sondeo del New York Times/Siena College reafirma esto al atribuir un valor determinante a la situación económica (26%), en especial a la inflación (18%), la más alta en 40 años, debido principalmente a la crisis energética. Así, el 44% de los estadounidenses lo considera el problema número uno del país. Esto favorece el voto republicano, aunque el presidente Biden mantenga un apoyo estable del 45%, y un 47% de los votantes registrados prefiere que los demócratas controlen el Congreso, pese a que por sexta vez un 70% de los votantes dice que el país va en la dirección equivocada, frente a un 46% que quiere que los republicanos estén a cargo (NBC News, 23/10/2020).
Además de los temas económicos, resaltan en la agenda las restricciones al derecho al voto (19 estados endurecieron en 2021 el registro de votantes y restringieron o eliminaron el voto por correo o a distancia, que igual ya ha sido usado por millones de personas), el porte de armas agudizado por las últimas matanzas de civiles (niños en el colegio), la inmigración y el cambio climático. En relación con el aborto, solo el 5% lo considera prioridad, pese a que el presidente Biden prometió que el primer proyecto que enviaría al Capitolio en 2023, si el oficialismo mantiene el control del Congreso, sería una ley que consagrara el derecho al aborto (durante décadas restringido, ampliado con el fallo Roe contra Wade de 1973 y al final dejado sin garantía federal en junio pasado por la Corte Suprema). Los republicanos quieren prohibir a nivel nacional el aborto después de las 15 semanas de embarazo, una ofensiva que ya iniciaron con leyes locales en numerosos estados antes de esta elección.
Los demócratas, a su vez y en medio de la resistencia republicana, han desplegado una larga lista de medidas económico-sociales con las que la administración Biden ha hecho frente a la pandemia, a la invasión de Rusia a Ucrania (tema desmerecido por los republicanos), en un intento por dar respuestas a la coyuntura pero también a deudas históricas. Así, durante sus primeros dos años de mandato, el presidente Biden ha ido sentando las bases de un cambio respecto de la administración Trump, en cuestiones internas sensibles para el electorado, en particular referidas a la reactivación económica y la protección social, así como en política exterior.
Entre estos despliegues, destacan como respuesta al aumento del costo de vida la Ley de Reducción de la Inflación (esta roza el 8%), un paquete legislativo de U$S 739.000 millones que incluye una inversión sin precedentes de U$S 375.000 millones para hacerle frente al cambio climático sin dañar la máquina económica norteamericana. Solo en septiembre, el mercado laboral incorporó 263.000 empleos y la desocupación bajó al 3,5%, el nivel más bajo en medio siglo, con los ingresos creciendo 5% respecto de 2021.
Para contener uno de los aumentos de precios más sensibles para el ciudadano medio, el de las gasolinas, el Gobierno liberó 15 millones de barriles de la reserva estratégica de EE.UU. y considera otras más en el próximo invierno. Los precios (a U$S 3,85 el galón, contra U$S 2,40 del inicio de su mandato) “no están bajando lo suficientemente rápido”, reconoció el mandatario antes de los comicios.
Ya a principios de 2021, pese a la cerrada resistencia de los republicanos en el Senado, los demócratas impulsaron y lograron en el Congreso la aprobación de un ambicioso plan de rescate y estímulo económico de U$S 1,9 billones para mitigar los impactos económicos de la pandemia. El paquete supuso pagos directos de U$S 1.400 a millones de familias estadounidenses (85% del total, según Biden), ayudas semanales de U$S 300 a desempleados y fondos para vacunas y equipos médicos.
Otro asunto sobre el que logró avanzar la Casa Blanca fue la promesa de campaña del presidente Biden de condonar las deudas contraídas por más de 45 millones de estudiantes universitarios y de formación profesional y que ascienden a unos 1,6 billones de dólares en préstamos federales en todo el país. Esto contempla hasta 20.000 dólares para los beneficiarios de las becas Pell y hasta 10.000 dólares para los que no las reciben. El plan también incluyó la reducción de los pagos mensuales de los préstamos universitarios y la lucha contra el aumento del coste de la educación universitaria. Estas medidas han sido criticadas por los republicanos y algunos demócratas moderados, que consideran que con ellas el peso de la deuda se está traspasando a los ciudadanos que nunca se endeudaron y contribuirán a aumentar la inflación (BBCMundo, 24/08/2022).
Los demócratas también lograron aprobar, esta vez con apoyo republicano, la Ley de Infraestructura, un asunto del que habló continuamente Trump durante su campaña para llegar a la Casa Blanca en 2016. La administración Biden consiguió destinar U$S 1,2 billones a transporte público, ferrocarriles y vehículos eléctricos, y garantizar acceso a Internet y a la construcción de carreteras para los próximos años.
La mayoría de las miradas estarán en estados como Georgia, donde en 2020 los demócratas dieron el golpe ganando las dos bancas en segunda vuelta por primera vez en dos décadas, y dejaron el Senado en 50-50. Ahora, se define si el demócrata Raphael Warnock renueva por otros seis años (ahora completa el mandato del republicano Johnny Isakson, quien renunció en 2019) y se reafirma el respaldo de los georgianos a Biden, o si la elección vuelca otra vez el poder en la Cámara Alta. También serán claves los estados de Arizona (que los demócratas ganaron en 2020 por primera vez desde 1996), Michigan (también recuperado por los demócratas por estrecho margen), Ohio, Pensilvania, Wisconsin y Nevada, donde Trump enfrentó resistencia política y financiera de los sectores republicanos menos radicalizados, con candidatos polémicos que terminaron ganando entre las bases y con los que hace su apuesta más fuerte en su estrategia por controlar definitivamente el antiguo partido.
La encuesta de NBC también indica que el 70% de todos los votantes registrados expresa un gran interés en las próximas elecciones, marcando un “9” o un “10” en la escala de 10 puntos, que es el porcentaje más alto en la encuesta para una votación de mitad de término, a solo semanas de la cita en las urnas. Si se divide entre partidos, el 78% de los republicanos tiene un alto interés en estas elecciones frente al 69% de los demócratas.
Los demócratas tienen algunas de sus mayores ventajas entre los votantes afroamericanos (que prefieren el control demócrata del Congreso por un margen de 74%-13%), los que tienen entre 18 y 34 años (60%-30%), los latinos (57%-30%) y las mujeres (50%-43%). Los republicanos, en tanto, tienen ventaja con los votantes blancos (55%-40%), los votantes blancos sin títulos universitarios (61%-33%) y los hombres (49%-43%). Y los partidos están empatados respecto al apoyo de los independientes, con 40% cada uno. Varias contiendas en estados clave en el campo de batalla están reñidas, lo que llevó al líder republicano del Senado, Mitch McConnell, a decir que las posibilidades de que su partido gane la mayoría son solo de 50-50.
Según New York Times/Siena College, el 56% de latinos piensa votar por los demócratas y solo un 32% por los republicanos, aunque en estados como Florida esa estadística puede revertirse. Los latinos (59 millones en todo el país, según el censo nacional de 2020) representan hasta el 20% de los votantes en algunos distritos, como en dos de los estados que más probabilidades tienen de decidir el control del Senado: Arizona y Nevada. También suponen más del 20% de electores registrados en más de una decena de distritos muy reñidos y claves para la Cámara de Representantes en California, Colorado, Florida y Texas. El Council on Foreign Relations recordó recientemente que el oficialismo casi siempre pierde terreno en las elecciones de medio término y, desde la II Guerra Mundial, cedió un promedio de 29 bancas en el primer mandato de un presidente.
¿Pero qué es lo que se juega? Y la respuesta es la institucionalidad. Según el detalle publicado por el Washington Post, la mayoría de los candidatos republicanos a las legislativas del 8 de noviembre niega abiertamente la validez del resultado de los comicios presidenciales en los que Biden derrotó a Trump. El mismo análisis estima que, de esos 299 postulantes, parte del movimiento MAGA (Make America Great Again), es probable que 174 lleguen al Congreso y que otros 51 disputen con posibilidades una banca a los demócratas. CNN del 24/05/2022 publica que “los defensores de la mentira desacreditada de Donald Trump sobre el fraude desenfrenado de las elecciones en 2020 se están postulando para puestos de autoridad sobre la administración electoral en prácticamente todos los estados que se espera que decidan la carrera presidencial de 2024”.
Joanna Lydgate, cofundadora y directora ejecutiva de States United Action, un grupo bipartidista que rastrea las amenazas a la integridad electoral en todo el país , expresa que «lo que estamos viendo en este momento no tiene precedentes (…). Ver candidatos postulados en una plataforma de mentiras y teorías de conspiración sobre nuestras elecciones como una posición de campaña, ver a un expresidente involucrarse en respaldar carreras de votos negativos en el nivel primario, y ciertamente ver este tipo de ataques sistémicos contra nuestras elecciones, esta difusión de desinformación sobre nuestras elecciones, nunca antes habíamos visto algo así como país» (CNN, 24/05/2022).
Este difícil panorama, y con una carrera electoral polarizada por controlar el Congreso, empujaron al presidente Biden a afirmar sin tapujos que “Trump y los republicanos MAGA representan un extremismo que amenaza las mismas fundaciones de nuestra república”. El exinquilino de la Casa Blanca, asediado por investigaciones parlamentarias y judiciales, se lanzó de cabeza a la campaña, multiplicando los actos por todo el país con discursos confrontacionales y llenos de parcialidades y “fake news”. Un triunfo republicano detendría las prioridades democráticas del presidente Biden, como el acceso al aborto, abordar el cambio climático y un control de armas más estricto, y mataría la mayor parte, si no toda, de su agenda para los dos próximos años más allá de sus credenciales bipartidistas y la voluntad de trabajar con los republicanos.
Al final de la jornada electoral, los propios republicanos tendrán más claro si las urnas reconfirman el liderazgo construido por Trump entre las bases, y eventualmente en el Congreso, y emerge así como candidato indiscutible a la Casa Blanca en 2024, o si bien sus puestas estaduales y distritales se revelan un fiasco y reabren la puerta a una reconstrucción del ala moderada, igual de conservadora en lo social y liberal en lo económico, pero menos intransigente en lo político y menos aislacionista en política exterior.
El presidente Biden, por su lado, “pretende” volver a ser candidato, presagiando un posible “remake” del duelo de 2020 con Trump. En este camino y pensando en lo que está en juego, los demócratas confían en que la radicalización de algunos candidatos en estados disputados que fluctúan de manos (los llamados swing states) terminen por polarizar más la elección y acaben favoreciendo al oficialismo demócrata. «La mayoría de la Cámara de Representantes se ganará distrito por distrito, y presentarse con los candidatos más débiles y extremos en los distritos indecisos le va a costar al Partido Republicano”, aventuró Tommy García, portavoz del Comité Demócrata de la Campaña del Congreso.
Más allá de la continuidad de la política de contención de China (DD.HH. de uigures y otros, mar de China, Taiwán, Hong Kong, etc.) y mantener las relaciones con aliados históricos como Israel y Arabia Saudita, desde el principio de la actual administración, los demócratas dieron los pasos necesarios para desandar progresivamente el camino del “America First” de Trump y devolver a Estados Unidos un papel principal en el sistema multilateral, desde la ONU a la Unesco, pasando por la OMC, aunque con matices. Uno de los cambios más sensibles ha sido la disposición de Washington de reanudar el Acuerdo Nuclear internacional de 2015 para controlar el desarrollo nuclear iraní. La invasión de Ucrania terminó de diferenciar las políticas del Departamento de Estado en esta nueva etapa, frente a Europa, frente a Rusia y frente al resto del mundo. Lo mismo puede decirse de la decisión de retirar a las tropas estadounidenses de Afganistán y otros antiguos escenarios de intervención militar, una decisión que se ha expresado a los votantes desde Barack Obama en adelante (Embajada Abierta, 25/10/2022).
Las elecciones de medio termino, como se ve, son cruciales para Estados Unidos, para su democracia y la del planeta, y para la paz y estabilidad del escenario internacional.