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Libro de investigación: El Fanta y la traición

Libro de investigación: El Fanta y la traición

Este miércoles 7 de septiembre se presentó el libro “El Fanta. Historia de una traición” (Ceibo Ediciones 2016), de la periodista Nancy Guzmán. La autora escribe sobre sus motivaciones para realizar esta investigación que le tomó 12 años, como un aporte a la comprensión de las dinámicas que alcanzó la represión en la persecución de chilenos y chilenas. Guzmán explica, en un texto hecho llegar a El Mostrador, por qué eligió este personaje que encarna los aspectos más sórdidos de la traición:


Pocos encarnan la traición como Miguel Estay Reyno, quien fue conocido como El Fanta en las Juventudes Comunistas a fines de los años 60. Este joven, quien al igual que otros soñó con ser intérprete de la historia que prometía un mundo mejor, con ese fin su partido lo envió a aprender técnicas de Inteligencia a la escuela para extranjeros de la KGB y se sumergió en ese mundo.

Formado así lo pilló el golpe de Estado y se sumergió en la clandestinidad hasta la madrugada del 23 de diciembre de 1975, cuando el Comando Antisubversivo Conjunto llegó a detenerlo y, sin que mediara la tortura, entregó todo y a todos quienes habían compartido sus ideales, tres meses más tarde sería un eficiente agente al servicio de su nueva causa: destruir al Partido Comunista.

Traicionó a su padre, a sus hermanos, a sus amigos, a sus amores, a su Partido y a sí mismo. De miembro destacado del Aparato de Inteligencia del Partido Comunista pasó a ser agente de los Servicios de Inteligencia de la dictadura militar, dedicado a exterminar al Partido Comunista. De hijo y hermano ejemplar se transformó en el criminal de la familia. De militante modelo pasó a ser el hombre temido por su orgánica. De comunista internacionalista mutó en nacionalista anticomunista.

Realizó seguimientos a sus ex compañeros, participó activamente en sus torturas, prestó la casa de descanso familiar para operaciones encubiertas de los servicios de seguridad y, finalmente fue quién facilitó el arma con que se asesinó a Manuel Guerrero Ceballos, José Manuel Parada y Santiago Nattino, tres dirigentes del Partido Comunista de Chile con quienes había dado sus primeros pasos al interior de la Juventudes Comunistas.

El libro no solo da cuenta de una traición, sino que es una extensa investigación que transcurre a partir de un personaje que fue el ícono de una generación del partido de izquierda más importante que tuvo Chile, que nos enlaza con una gama de aspectos desconocidos de los servicios de seguridad de la época y de varios otros aspectos vedados por esta larga transición, que caricaturizó la historia y los crímenes de lesa humanidad bajo la teoría de los dos demonios, que dio una explicación acorde con la ideología dominante que desató los genocidios ocurridos en las dictaduras de las décadas de los ‘70 y ‘80 en América Latina. Esa teoría decía que las violaciones a los derechos humanos eran consecuencia de la violencia política preexistente a los golpes cívicos-militares, donde la izquierda extrema y la derecha extrema habían tensado la sociedad desatando rencores que fueron imposibles de contener y que dieron origen a las ejecuciones sumarias, las torturas masivas, los secuestros de niños, el exilio y las desapariciones ejecutadas por el bando ganador.

Esta explicación caricaturesca de los conflictos políticos y sociales eliminaba de un plumazo la violencia de siglos que las clases dominantes ejercieron sobre los trabajadores, así como las luchas político-sociales que dieron trabajadores y estudiantes, culminando con el ascenso de la izquierda al Gobierno, con el consiguiente rechazo de la derecha, el empresariado, los latifundistas y las transnacionales de la banca, las comunicaciones y de los recursos naturales. También eliminaba o minimizaba la injerencia norteamericana y su alianza con las burguesías locales para sojuzgar su área de influencia, lograr sociedades adaptadas a la expoliación sin límites, a las desigualdades extremas y a la permanente transgresión de derechos.

De esa forma se encubría el real objetivo de los crímenes y se legitimaban las nuevas fortunas forjadas a partir del derramamiento de sangre, el sufrimiento y el empobrecimiento de enormes capas sociales que constituían la base de sustentación de la izquierda política, que durante un siglo había luchado para transformar la sociedad.

La traición fue fundamental en este proceso. Ese quebrantamiento de la ética donde la servidumbre y el trasvasije de ideas y posiciones significó para muchos la muerte, para otros el dolor y para la sociedad una pérdida que hasta hoy vemos reflejada en la corrupción, en el todo vale, la muerte de los principios y el olvido de los ideales que llevaron al país a ser admirado en buena parte del mundo.

LA LUCHA POR EL PATRIMONIO DE LA REPRESIÓN

“Articular históricamente el pasado no significa conocerlo como verdaderamente ha sido. Significa apoderarse de un recuerdo tal como éste relampaguea en un instante”, decía Bertold Brech, y así lo hacen cada una de las páginas del libro que nos cuentan de la “guerra sucia” que entablan Augusto Pinochet y Manuel Contreras en contra del general del aire Gustavo Leigh, por el botín de los recursos que llegaban a la izquierda para mantener a sus militantes y sus familias en la clandestinidad, por apoderarse de las casa, autos y otros bienes que cada golpe represivo les daba.

La represión al MIR le significaría sustanciosos botines al “Mamo” Contreras y a Pinochet. Eran fondos suculentos. Esto abrió el apetito del general, quien pensó que si un partido pequeño como el MIR tenía mucho dinero, un partido como el Comunista, que era financiado por una potencia como la soviética debía tener mucho más. En abril de 1975, Pinochet promulga un decreto que entrega en exclusiva la represión interior a la DINA, sacando de ella al resto de los organismos de inteligencia. Ante esta afrenta, Leigh fortalece la inteligencia institucional creando la SIFA y aliándose con la Inteligencia del Ejército DINE, la de la Armada SIN, y de Carabineros SICAR y de esa unión surge el Comando Antisubversivo Conjunto.

A ese mundo abyecto se sumó El Fanta, un hijo de médico psiquiatra, respetado por su honestidad y corrección, quien debió exiliarse a las semanas que siguieron al Golpe de Estado Cívico-Militar.  Con la misma pasión que había desplegado en sus tareas de Inteligencia al interior de su partido, desde marzo de 1976 se dedicó a estudiar la trama que urdiría para ayudar a atrapar a sus ex compañeros de militancia. Las técnicas de seguimiento y todo el conocimiento de Inteligencia que había aprendido en la Unión Soviética las usaría para terminar con el que había sido la razón de sus pasiones”.

Sumergido en ese ambiente, establece una relación de profunda amistad con quien tenía el poder de la vida y muerte de los detenidos: “El Wally”. Roberto Fuentes Morrison será su protector, su confidente, al punto que solían hablar de las hazañas y recordar la muerte de algunos detenidos, grabadas en su perturbada memoria. Con él fue al desentierro del cuerpo de Carlos Contreras Maluje y otros asesinados para ser lanzados al mar, y fue su seguro de vida hasta su muerte, en manos del Frente Patriótico Manuel Rodríguez (FPMR).

Después de escapar a Paraguay y Brasil, amparado y financiado por una oficina financiada por los militares, el 20 de diciembre de 1992, Miguel Estay Reyno –El Fanta- llegó al Aeropuerto Internacional Comodoro Arturo Merino Benítez de Santiago. Su detención fue realizada a las 06:15 A.M. por el subprefecto Osvaldo Carmona Otero, el comisario José Muñoz Muñoz, los inspectores William González Chirino, Héctor Arenas Díaz y Héctor Silva Calderón, y el detective Horacio Piccardo Candia, quienes realizaron el procedimiento por los delitos de secuestro y homicidio en la causa rol 118.284 y por usurpación de nombre y falsificación de instrumento público en la causa rol 126.408-7.

El 30 de marzo de 1994 fue condenado a cadena perpetua por su participación criminal en los asesinatos de los tres profesionales comunistas Manuel Guerrero, José Manuel Parada, y Santiago Nattino.

Desafortunadamente, en el año 2011, la Comisión Valech II desanduvo lo avanzado y lo calificó como Víctima de Prisión Política y Tortura, en un intento de hacer una venia a la derecha y al Gobierno, reponiendo la teoría de los dos demonios. Esta Comisión –compuesta por personajes de la Concertación y de la derecha-  lo calificó como víctima de la dictadura militar, contradiciendo las recomendaciones que da el Derecho a la Verdad de la Organización de Estados Americanos en su Artículo Primero, que establece como derecho conocer la verdad “para contribuir a acabar con la impunidad”, identificando claramente a quienes cometieron los crímenes, con el fin de restituir simbólicamente la ética en la sociedad.

Nuevamente ganaba la impunidad. Nuevamente se imponía la frustración. Solo quedaba como tarea reconstruir la historia para hacer imposible el olvido y que desnudara la esencia de la traición como parte del crimen ampliado que transformó a nuestra sociedad”.

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