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Cuturrufo, el elemental CULTURA

Cuturrufo, el elemental

Aldo Torres Baeza
Por : Aldo Torres Baeza Politólogo. Director de Contenidos, Fundación NAZCA
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Era muchas cosas. Un poco de Dizzy Gillespie. Cierta vibración de Miles Davis. El brillo de Manuel Guajiro Mirabal o Arturo Sandoval. Por momentos, por qué no, la melancolía de Chet Baker.


En 1964, Malcolm X describió así el espíritu del jazz: Cuando un músico negro coge su instrumento y empieza a soplar, improvisa, crea; sale de su interior. Es su alma. El jazz es el único espacio de Estados Unidos en el que el hombre negro puede crear libremente. El jazz, la música mas libre de todas, la inventaron esclavos negros. Otra de las paradojas que dan cuerda al motor de este extraño mundo.

Esa libertad del jazz se prolongó al mundo. Acá, en esta “culebra marítima” que cuelga del mapa, Cristian Cuturrufo alcanzó esa relación de libertad musical por medio de este estilo. Por eso resulta dificultoso definir y encasillar su forma de tocar la trompeta. Era muchas cosas. Un poco de Dizzy Gillespie. Cierta vibración de Miles Davis. El brillo de Manuel Guajiro Mirabal o Arturo Sandoval. Por momentos, por qué no, la melancolía de Chet Baker.

Reconozco que es un poco absurdo el intento de compararlo con alguien. Pero son solo formas de buscar algún nexo, de decir que era algo y no otro. De describir lo inexplicable. Porque, pienso, tal vez la respuesta la encuentre a la inversa: tal vez Cuturrufo era (es) producto de toda la influencia musical y lo que iba emergiendo de los rincones mas profundos de su ser. La composición perfecta que estructura a un buen músico. Y algo más, algo de índole espiritual, algo muy personal que transmitió a nuevas generaciones, porque, como me dice Claudio Rubio, uno de los mejores saxofonistas chilenos, Cuturrufo fue una “figura de una época importante de apertura del país, joven, virtuoso. Lideró el camino para quienes venían después y nos permitió poder pensar una carrera en torno al jazz. Lo hizo tempranamente, con humor, folclore e intuición en este vocabulario del jazz”.

“Siempre motivó a la gente que tocaba en las jam sesión”, me dice MilenaSax, otra referente del saxofón.

Un amigo trompetista recuerda una anécdota: Cuturrufo sacó su trompeta en medio de un bar, me dice, “yo era chico y fue un impulso para estudiar y ser trompetista. Tenía energía, una energía única con la música. Dejó todo lo que era en el jazz”.

Dicen que Miguel Ángel lanzaba desde la cúspide de una montaña las piedras desde las cuales construía luego sus esculturas. Mientras la piedra caía iba soltando lo accesorio. Lo elemental era lo que quedaba al final, abajo, a los pies de la montaña. La base de la escultura estaba ahí. Así es un poco el proceso artístico: parte siendo una piedra gigante, un lenguaje enrome, con muchas cosas sobrepuestas. Pero poco a poco va cayendo la piedra, se desprende lo accesorio, así hasta encontrarse con uno mismo. Lo elemental desde lo cual nace lo nuevo. Por eso Miles Davis alguna vez dijo que había que tocar mucho para tocar como uno mismo. Con una nota, cualquiera, se distingue que es él.

Existe, pues, una relación especial entre el cuerpo y la trompeta en particular y los instrumentos de viento en general. Es una especie de prolongación corporal en que cada órgano se dispone a la ejecución, porque está involucrado el estomago en esta relación simbiótica, los brazos, la cara, el cuello, los labios, los dedos. Por eso el intérprete adquiere una postura, tuerce el cuello o la espalda. Cierra un ojo. Se desequilibra hacia un lado. Cada quien va buscando esa posición personal en que el instrumento y quien lo ejecuta se confunden en uno solo organismo en vibración. Cuturrufo tenía todo eso. Era uno él y la trompeta. Potencia, ritmo, ataque, articulación, etcétera, etcétera. Técnica y desplante. Presencia. La piedra sin lo accesorio.

Busco opiniones, me faltan palabras. “Sus discos tenían calidad internacional”, me dice MilenaSax. Vibración única, atmósfera, me dice un amigo trompetista. Me dicen muchas cosas. El caso es que hace una semana Cuturrufo estaba tocando su trompeta en un bar de la Comunidad Ecológica de Peñalolén. Solo siete días nos separan para siempre de este mago del jazz. Los que seguimos acá tendremos que tocar la trompeta, el saxofón, el trombón, lo que sea, así te enviamos señales para decirte gracias y hasta siempre, maestro.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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