Publicidad

Cómo la confianza y las redes sociales moldean nuestro desarrollo económico

César Hidalgo
Por : César Hidalgo Director del grupo Macro Connections en el MIT Media Lab. También es facultativo asociado del Centro para el Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard.
Ver Más


En Chile todos sabemos que nuestra dependencia en las materias primas es un síntoma de nuestro limitado desarrollo económico. Lo que quizás no es bien sabido, es que la estructura productiva de un país –y por ende su complejidad económica– está también ligada a la confianza. A continuación explicaré la relación entre la confianza, las redes sociales, y la estructura productiva de un país para revelar la conexión entre nuestras penurias macroeconómicas y las instituciones sociales que se manifiestan en nuestros bochornos políticos.

La conexión entre confianza, redes sociales y complejidad económica no es una idea totalmente nueva. Es una idea que ya uno puede ver en el trabajo realizado en los años 90 por el cientista político Francis Fukuyama en su best seller Trust (Confianza interpersonal). En Trust, Fukuyama explica el mundo sobre la base de dos extremos. En un extremo están las sociedades con altos niveles de confianza, como las sociedades de los países escandinavos o de Japón. En el otro extremo están las sociedades de bajo nivel de confianza, las que Fukuyama llama sociedades “familiares.” Fukuyama llama a las sociedades de baja confianza “familiares” porque ,cuando los niveles de confianza son bajos, las personas tienden a hacer negocios con miembros de sus familias. ¿Les suena conocido?

Ahora, para entender la conexión entre la confianza y la complejidad económica necesitamos una definición de la complejidad de una economía. Como explico en mi nuevo libro: Why Information Grows, la complejidad económica de un país o una región es su capacidad de procesar información, o computar. Los productos que exporta un país, o que produce una región, son evidencia de su capacidad de computo, porque crear productos requiere procesar información de manera colectiva, en redes de personas y redes de empresas. Las economías son computadores que, por un lado, distribuyen el conocimiento necesario para realizar actividades económicas y, por el otro, deben reconstituir ese conocimiento en redes de personas. Y es en la generación de estas redes sociales y profesionales donde la confianza afecta a las actividades económicas de un país.

Las sociedades que gozan de mayores niveles de confianza son también sociedades donde el costo de los vínculos sociales y profesionales es más bajo y, por ende, son sociedades capaces de formar redes productivas de gran tamaño, como las que se requieren en industrias complejas. Las sociedades con niveles de confianza más bajos –como la sociedad chilena– son sociedades donde los vínculos son costosos y, en consecuencia, son sociedades donde reinan redes profesionales pequeñas y poco transparentes. En estas sociedades de baja confianza dominan las empresas familiares, porque los familiares representan la reserva de confianza necesaria para realizar actividades productivas cuando todos desconfían de los otros. Pero los familiares que son reserva de confianza son, también, una fuente limitada de talento. Por eso, estas redes familiares son económicamente exitosas solo en actividades económicas simples, como las actividades extractivas, financieras o comerciales. Estas son actividades donde no se inventan los productos que se venden, sino que se extraen o intercambian.

Ciertamente no debemos confundir el tamaño de una empresa a secas, con su capacidad de computar. Por ejemplo, las actividades comerciales (que en Chile ahora llaman retail) emplean un gran número de personas, pero emplean también muchas labores redundantes (muchos cajeros y vendedores) que no participan en los procesos creativos en esas empresa (solo incrementan la escala de las empresas repitiendo las mismas operaciones). La red de personas que es critica para la complejidad económica es la que involucra a los agentes creativos de una empresa. Esta es la red de personas que inventa las cosas que una empresa vende. En empresas que se desarrollan en sectores complejos, como Samsung, Google y Apple, miles de ingenieros y diseñadores están involucrados en el diseño de los productos que estas empresas venden. Estas redes creativas, son más pequeñas –o incluso inexistentes– en las empresas que desarrollan actividades económicas más simples, donde los escalafones superiores de la empresa desempeñan solo labores de administración, y no de invención.

Y así es como una idea tan simple como la confianza nos permite entender cómo nuestras penurias macroeconómicas se conectan a nuestros bochornos políticos. A menor confianza tenemos mayor costo de los vínculos, redes más pequeñas, y actividades productivas más simples. Los casos Penta, Dávalos, y Soquimich son síntomas clásicos de una sociedad con bajos niveles de confianza, donde dominan las redes poco transparentes. Pero los problemas de confianza de la sociedad chilena también se manifiestan en acciones más mundanas, como la institución informal que tilda de tonto al que no desconfía, y la que tilda de tonto al que no se aprovecha de la confianza de otros. Ciertamente la confianza no es toda la historia, pero es una parte de esta que nos invita a pensar en nuestras relaciones personales, y cómo la falta de virtud en estas, nos condena a vender las piedras que viven en nuestros cerros y no las gemas que generan nuestras mentes.

César A. Hidalgo dirige el grupo Macro Connections en el MIT Media Lab y es el autor de Why Information Grows: The Evolution of Order from Atoms to Economies

Publicidad

Tendencias