Opinión
Hoy no basta la regulación normativa del Estado, sino que se necesita la propia comprensión de las empresas sobre su rol en el país. La industria minera no solo debe generar rentas, sino también investigación y desarrollo, valor social compartido, ocuparse de sus trabajadores, las comunidades y el medio ambiente, además de proponer y cuidar sus estándares éticos y valores cívicos.
Cuando Eduardo Frei Montalva impulsó la Revolución en Libertad, señaló que el cobre sería la “Viga Maestra de la Economía Chilena”, el pilar fundamental que sostendría profundas transformaciones sociales y políticas. Así, junto a Radomiro Tomic y Alejandro Hales, llevaron a cabo la Chilenización del Cobre.
Hoy, a 50 años de esa gesta, no cabe duda que el cobre ha sido el mejor negocio de Chile, representando el 50% del total de sus exportaciones, y siendo responsable de entre un 20 y 30% de los ingresos totales del fisco (solo superado por el IVA). En ese escenario, cabe destacar que solamente Codelco representa más del 60% de las contribuciones totales mineras, llegando a enterar más de USD104.000.000 MM al Estado.
Sin embargo, el propio Frei Montalva decía lo siguiente: “Las cifras de la economía no son suficientes para reflejar al hombre y su esperanza”, y hoy las visiones más sustentables y desarrollistas interpelan a la industria en 2 puntos:
– Teoría de la dependencia: La noción de que el emprendimiento privado captura exageradamente las rentas sobrenormales de las faenas, sociabilizando los costos sin repartir las ganancias. En ese marco, la creación de empleos y el encadenamiento productivo no terminan por justificar los efectos nocivos que produce la minería en su entorno.
– Hipótesis de Prebish: Tendencia al deterioro en los términos de intercambio entre los productores de materias primas respecto al el mundo desarrollado-industrial (dado el poco valor agregado que tiene la exportación de RRNN). Es decir, que, con el tiempo, disminuye la rentabilidad de exportar materias primas respecto a importar productos industriales.
Luego, si Chile reconoce su vocación, y decide mantener su desarrollo desde la industria minera, debe afrontar esos 2 desafíos.
Pero hoy no basta la regulación normativa del Estado, sino que se necesita la propia comprensión de las empresas sobre su rol en el país. La industria minera no solo debe generar rentas, sino también investigación y desarrollo, valor social compartido, ocuparse de sus trabajadores, las comunidades y el medio ambiente, además de proponer y cuidar sus estándares éticos y valores cívicos.
En definitiva, el gran desafío de la minería está en pasar de ser la viga maestra de la economía (rentista) a la viga maestra de la sustentabilidad, el desarrollo y la felicidad. Solo así podrá obtener la licencia social para operar e invertir.
Eduardo Ramírez
Miembro del Programa de Asesorías Legislativas del Centro Democracia y Comunidad (CDC)
