Me pregunto, si es, efectivamente la edad un problema. Porque de seguro más de la mitad de nuestras autoridades gubernamentales sobrepasan los 60 años de edad, y podría asegurar que todos tienen al menos una tarjeta para pagar todo tipo de suscripción o compra en línea.
¿Qué tan difícil puede ser renovar la suscripción de Netflix o de cualquier otra plataforma online que requiere de una tarjeta de crédito, o incluso pedir un transporte privado de pasajeros? La respuesta la tiene una viuda jubilada de 78 años, la señora Ilka Soza, quien hace un par de días hizo pública su molestia a través de una carta al director, en donde cuenta cómo fue discriminada por su institución bancaria, quienes le negaron la renovación de su tarjeta de crédito con el pretexto de ser “mayor de edad”.
Y es que en Chile, tenemos una tarea pendiente en materia de inclusión financiera, y no sólo se trata de “los adultos mayores”, pues el sistema hoy en día deja a fuera a los extranjeros con menos de dos años de residencia en nuestro país y a las personas pertenecientes a los sectores más vulnerables, quienes se ven constantemente excluídos, aumentando aún más la brecha entre unos y otros.
El caso de la señora Ilka no es más que un ejemplo de cómo el estándar financiero no es capaz de usar el criterio, siendo incapaz de adaptarse a la realidad de la vejez en nuestro país, en donde el promedio de vida gira en torno a los 90 años. Sin embargo, podemos ver cómo las instituciones financieras ofrecen sin pudor créditos desmedidos incluso a jóvenes que no tienen solvencia económica, quienes se ven desde la juventud temprana inmersos en un océano de deudas.
Me pregunto, si es, efectivamente la edad un problema. Porque de seguro más de la mitad de nuestras autoridades gubernamentales sobrepasan los 60 años de edad, y podría asegurar que todos tienen al menos una tarjeta para pagar todo tipo de suscripción o compra en línea.
Los países desarrollados han creado distintas alternativas para dar cabida a todo quien requiera usar un sistema de crédito para comprar, incluso a los turistas, a los que muchas veces se les exige contar con una cuenta con dinero que solvente su estadía, sobretodo en países europeos. En Chile, también existen estos sistema de prepago, tarjetas de crédito que pueden ser físicas o virtuales y que permiten dar acceso a determinados productos como el uso de plataformas streaming, compras online u otro. La ventaja, es que, al no permitir compra en cuotas, obliga al consumidor a ser responsable con el uso de su dinero.
Lo que menciono es una alternativa, sin embargo, mantengo mi opinión que en materia de inclusión financiera en nuestro país, estamos muy al debe. En estos tiempos en donde la tecnología avanza a pasos agigantados, no podemos quedarnos atrasados en materia de inclusión financiera. Es necesario generar un cambio en el sistema, para que casos como el de la señora Ilka sean una excepción -espero solucionable- y no la regla general en nuestro país.