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Jornada laboral de 40 horas: un derecho ciudadano a recuperar Opinión Crédito: Agencia UNO

Jornada laboral de 40 horas: un derecho ciudadano a recuperar

Rafael Urriola U.
Por : Rafael Urriola U. Director Área Social Chile 21
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Numerosos trabajadores o jóvenes potenciales trabajadores no reclaman una reducción de la jornada laboral, sino un puesto de trabajo ojalá a tiempo completo. El empleado ocasional demanda más horas laborales para sobrevivir.


Desde hace cerca de siglo y medio que, el movimiento obrero primero, y de trabajadores en general después, reivindican la jornada laboral de ocho horas. Las revueltas iniciadas el 1 de mayo de 1886 paralizaron 12 mil fábricas en Estados Unidos. La represión fue feroz y cinco sindicalistas los mártires de Chicago fueron ahorcados a las puertas de una fábrica. Pero los obreros, a fuerza de sangre, sudor y lágrimas, acabaron por conquistar el derecho que reclamaban. Chile también lo había logrado hasta los años 60 y se retrocedió posteriormente.

Sorprendente para muchos fue el discurso que pronunciase el destacado economista John Maynard Keynes, en 1930 y que tituló Las posibilidades económicas de nuestros nietos. La Gran Depresión hacía estragos y Keynes quiso sorprender al auditorio con dos profecías rezumantes de optimismo, señala uno de los miles de artículos en España que se han escrito al respecto.

Primera profecía: la riqueza, cuyo crecimiento anual medio cifraba en el 2%, se multiplicaría por 7,5 en cien años, lo que permitiría reducir la jornada laboral a tres horas diarias (15 horas a la semana). Sus nietos, sugería el economista más tarde nombrado a la Cámara de los Lores por sus aportes en la disciplina ya no necesitarán tanto tiempo para la conquista del pan, podrían al fin cultivar y podrían desarrollar los huertos del espíritu.

Asombra observar cómo se está cumpliendo, casi milimétricamente, esta primera profecía de Keynes. Lo certificarán nuestros hijos los bisnietos de Keynes cuando llegue el año 2030, el horizonte del pronóstico. Incluso es posible que el célebre economista se quedase corto. En España, por ejemplo, el PIB per cápita se multiplicó por 6,5 en los 62 años que median entre 1950 y 2012. En Chile, el PIB creció a un promedio de 3,5% en los últimos 170 años y a 1,9% si solo se considera el PIB per cápita. Es decir, la riqueza producida en territorio nacional aumentó en 35 veces en este período.

Pero asombra igualmente comprobar cómo la segunda parte de la profecía, la reducción de la jornada de trabajo media, que podría pensarse es la consecuencia lógica de la primera, está lejos de cumplirse. Por una sencilla razón, indica La Voz de Galicia. Es cierto que la productividad produjo el milagro de la multiplicación de los panes y los peces, pero no se contaba con que estos se los apropian solo unos cuantos comensales.

Y aquí empiezan las contradicciones. Numerosos trabajadores o jóvenes potenciales trabajadores no reclaman una reducción de la jornada laboral, sino un puesto de trabajo ojalá a tiempo completo. El empleado ocasional demanda más horas laborales para sobrevivir. Claro está que estos trabajadores piden jornadas razonables y, de otra parte, algunos jóvenes chilenos son reticentes a aceptar trabajos que exageran la explotación. Esto lo permite el sostén que dan algunos padres para asegurar al menos alojamiento y comida.

No obstante, esto no puede durar mucho tiempo. España, Grecia y Rumanía son los países de Europa donde, según la OIT, existe más gente joven en riesgo de pobreza. Los bisnietos de Keynes son los primeros que arriesgan vivir peor que sus padres. Los jóvenes chilenos que son beneficiarios del crecimiento del ingreso de la década de los 90 y del sacrificado endeudamiento de los padres para permitirles estudiar puede que no logren trabajos de acuerdo a sus expectativas. A la precariedad laboral puede sumársele la precariedad financiera del endeudamiento.

A diferencia de lo que pensó Keynes, el crecimiento debería permitir que la gente se conformara o prefiriera trabajar menos tiempo porque los ingresos le alcanzarían para vivir decentemente.

Lo que no vieron los economistas estructuralistas es que nada impedía que por más que se trabajara los salarios no subirían de igual manera salvo en una suerte de élite que jamás supera al 10% de la población en los países. En los últimos tiempos Forbes destaca que, al final de cuentas, el 1% de los ricos del mundo se apoderan del 30% de la riqueza; en Chile –incluso en documentos recientes del Banco Central y de la Universidad de Chile– se arriba a una cifra similar.

Lo que no predijeron tampoco los economistas keynesianos es la voracidad del capital en el momento actual y que no cesa de incrementarse. El acaparamiento de la riqueza será siempre motivo de insatisfacciones que pueden volverse antisistémicas en cualquier momento.

La jornada de 40 horas es una buena idea para aliviar el estrés de trabajadoras y trabajadores, para reducir el desempleo (esta semana se conoció la tasa de desempleo en Chile que alcanzó el valor promedio más alto de la década: 8,4%), pero también para que el Estado chileno sea capaz de cobrar los impuestos de primera categoría establecidos en las leyes y que son eludidos bajo cientos de formas sin que el Parlamento logre poner coto a estas desviaciones.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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