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Hey, UE, cuidado con esas promesas climáticas Opinión

Hey, UE, cuidado con esas promesas climáticas

Leonid Bershidski
Por : Leonid Bershidski Columnista de Bloomberg
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Si se toma 1990 como año de base, todos estos países, con excepción de Polonia, se han descarbonizado más que la UE en total, aunque no tanto como el líder, Lituania, donde la población se ha reducido 25% desde 1990. Pero eso solo ocurrió porque sus ineficientes industrias de la era comunista murieron. Si se usa 2007 como año de base, la tendencia de la década posterior se ve muy diferente.


Ursula von der Leyen, la nueva presidenta de la Comisión Europea, quiere que Europa sea el primer continente neutro en carbono para 2050. Ha prometido un «Pacto Verde Europeo» durante los primeros 100 días de su ejercicio, que empieza el 1 de noviembre. El objetivo de neutralidad, sin embargo, es poco realista: está socavado por la divergencia económica de Europa, la cual la Unión Europea difícilmente lograría eliminar para 2050.

En junio, cuando el asunto del compromiso de la UE para la neutralidad de carbono apareció por primera vez, cuatro países bloquearon el objetivo de 2050: Polonia, República Checa, Hungría y Estonia. Esa no es la larga lista de oponentes que uno esperaría con base en la larga historia de emisiones de los miembros de la UE.

Si se toma 1990 como año de base, todos estos países, con excepción de Polonia, se han descarbonizado más que la UE en total, aunque no tanto como el líder, Lituania, donde la población se ha reducido 25% desde 1990. Pero eso solo ocurrió porque sus ineficientes industrias de la era comunista murieron. Si se usa 2007 como año de base, la tendencia de la década posterior se ve muy diferente.

Entre 2007 y 2017, todos los disidentes de la neutralidad de carbono redujeron sus emisiones más lentamente que la UE en total. Polonia tuvo el peor atraso: sus emisiones permanecían en 99% del nivel de 2007 en 2017. Fue el rico Dinamarca el que lideró los recortes de emisiones de la UE.

No es coincidencia que los tres países de la UE que han establecido objetivos de neutralidad de carbono jurídicamente vinculantes (Suecia, el Reino Unido y Francia), así como dos de los tres miembros que los han incluido en sus documentos de política (Finlandia y Dinamarca) sean países ricos. De acuerdo con una encuesta para toda la UE en abril, entre más rico es el país, más personas consideran el cambio climático como un asunto de la mayor importancia.

Desde la caída del comunismo, los países de Europa del Este han hecho énfasis en el crecimiento económico por encima de casi cualquier otra consideración, dado que han tenido dificultades para alcanzar los niveles de vida de sus vecinos occidentales. Dos plantas eléctricas polacas están entre las 10 empresas con mayores emisiones de la UE, pero gracias a ellas y a otras de su tipo, Polonia es una de las economías de más rápido crecimiento del bloque.

Los cuatro países disidentes también tienen mayores niveles de consumo energético por vivienda que el promedio de la UE. Heredaron viviendas extremadamente ineficientes de la era comunista, y han tenido menos dinero para gastar en reducción del consumo energético que sus vecinos ricos.

Estonia, Hungría y República Checa son los tres países con los vehículos de pasajeros más viejos de la UE. Será especialmente difícil reemplazar los viejos y humeantes vehículos en sus calles con carros eléctricos, incluso si los vehículos a batería terminan dominando Escandinavia, Alemania y Francia.

Arreglar las disparidades es, por supuesto, un asunto de dinero. Se ha estimado que alcanzar el objetivo de neutralidad de carbono del Reino Unido le costará entre 1% y 2% de sus producción económica anualmente hasta 2050. Los países más pobres de la UE probablemente necesitarían gastar una mayor porción de su producto interno bruto, y en vista de la relativamente baja prioridad que representa el cambio climático para los votantes en esos países, es difícil ver cómo justificarán los gobiernos el gasto. Por otra parte, si, bajo cualquier nuevo pacto climático, la UE se comprometiera a crear un fondo para subsidiar la transición energética de sus miembros menos ricos, el tamaño de dicho fondo estaría duramente limitado por la opinión de los votantes en los países ricos. Los alemanes ya están preocupados por el costo de su propio plan de descarbonización; será difícil convencerlos de que paguen el de Polonia o el de Hungría.

En lugar de intentar convencer a los europeos del este de comprometerse con las nobles metas climáticas de la UE, el liderazgo del bloque debería admitir que eliminar la disparidad económica entre sus miembros más antiguos y los más recientes es una precondición importante para ese establecimiento de metas ambiciosas. Ignorar esta disparidad es hipócrita. Si algunos países pobres aceptan la meta de la neutralidad climática a la espera de que la UE financie sus esfuerzos y luego no reciben esa financiación, simplemente no se alcanzará la meta. Y Von der Leyen y su equipo no estarán en 2050 para asumir la responsabilidad.

Cualquier «pacto verde» que proponga la UE debe establecer metas de reducción de emisiones realistas para los países específicos, con base en su capacidad de pagar. Dudo que ese tipo de planeación para los próximos 30 años pueda lograrse en 100 días.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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