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Crisis de España debe servir de aviso para líderes de Europa


Los líderes de Europa confiaban en que su crisis de la deuda se tomaría un descanso durante el verano. El lunes, los mercados financieros anunciaron que no estaban con ánimo de relajarse.

Los rendimientos de los bonos españoles subieron hasta nuevos máximos, obligando a la Unión Europea a pensar en la posibilidad de su cuarto y mayor rescate de un emisor soberano, después de Grecia, Portugal e Irlanda. Para colmo, el miedo de que Grecia pueda abandonar el euro ha vuelto a intensificarse, luego de los informes de que no cumplirá con las condiciones de su último plan de ayuda. Italia y España anunciaron reducciones de emergencia de las ventas cortas de títulos. Los inversores dieron una paliza a las acciones a ambos lados del Atlántico –como para recordar, por si alguien lo había olvidado, las ramificaciones globales de esta crisis.

Vale la pena señalar que el problema es mucho más manejable de lo que los líderes de la UE lo hacen parecer. No hay ningún misterio respecto de lo que se debe hacer. El Banco Central Europeo debe actuar como prestamista de última instancia para los emisores soberanos en problemas que tomen préstamos. El BCE, con su capacidad para emitir moneda, cuenta con los medios técnicos para asumir esa función. La falta de disposición de los líderes europeos para resolver estas cuestiones vuelve a poner constantemente a la economía global al borde del abismo, y esta semana, una vez más, parece que podría caer.

Los gobiernos de Europa creyeron que habían contenido la crisis española después de la reciente cumbre de la UE. Se pusieron de acuerdo respecto de las condiciones de un rescate para la banca española. Más importante aún, acordaron en principio que la futura ayuda a los bancos iría directamente a las entidades en problemas en vez de ser aportada a través de los gobiernos, un cambio que evita aumentar las cargas de la deuda soberana. Por otra parte, el acceso a los fondos de rescate existentes –el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) y su sucesor permanente, el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE)- se otorgaría de manera más flexible, dijeron.

En comparación con lo que había pasado antes, fue un avance, y a los mercados financieros les gustó. Siguiendo, no obstante, una larga tradición de la UE, la confusión en cuanto a lo que verdaderamente se había acordado malogró buena parte del beneficio. Los mercados volvieron a concentrarse en un hecho crucial: los fondos disponibles para el FEEF y el MEDE siguen siendo demasiado reducidos para cubrir las necesidades financieras previsibles de gobiernos como los de España e Italia si los mercados se asustan y se niegan a prestarles dinero.

Ahora resurge esa peor hipótesis posible. El catalizador es Grecia. Durante el fin de semana, el ministro de economía de Alemania, Philipp Roesler, dijo que dudaba que Grecia cumpliera las promesas fiscales que hizo a cambio de su rescate. Si se corta la ayuda a Grecia, una salida desordenada del euro se torna mucho más probable. Para el resto de Europa y del mundo, esto es alarmante, menos por el hecho en sí que por el riesgo de contagio.

España probablemente sería la primera en sufrirlo, y tal como están las cosas, no hay nada que pueda impedir que la situación se produzca. En tanto la ansiedad respecto de Grecia vuelve a crecer, se informó que los gobiernos regionales de España estaban solicitando rescates a Madrid, lo cual amenaza con aumentar la carga de la deuda del gobierno central. Las últimas cifras de la semana pasada mostraron que la economía española se está contrayendo. Al mismo tiempo, el primer ministro Mariano Rajoy desencadenó protestas cuando dijo que intensificaría el ajuste fiscal, lo cual probablemente frenará aún más el crecimiento.

El lunes, los rendimientos de los bonos de España a 10 años subieron por primera vez por encima de 7,5 por ciento. Tasas sostenidas a este nivel son imposibles de mantener y, efectivamente, vuelven insolvente al gobierno español. De manera preocupante, los rendimientos también subieron considerablemente en los vencimientos de más corto plazo, y el costo de asegurar contra una cesación de pagos española alcanzó un récord –indicios, en ambos casos, de que la confianza se evapora.

España es la cuarta economía más grande de la eurozona. Si tuviera que ser rescatada, el FEEF y el MEDE quedarán fundidos. Después viene Italia, cuyo rendimiento de los bonos a 10 años acaba de subir hasta un máximo en seis meses, manteniéndose muy por encima de 6 por ciento. Esto no es menos agobiante que el costo de endeudamiento para España, porque la carga de la deuda de Italia es mucho mayor.

Si los gobiernos de Europa continúan manteniéndose al margen, hundirán no sólo a Grecia, Italia y España, sino también a las economías europeas y globales más grandes. Los líderes de Europa deben expandir considerablemente el MEDE y empezar a utilizarlo de manera más activa, o exhortar y habilitar al BCE para comprar o de alguna manera garantizar deuda de emisores soberanos en problemas. De una u otra forma, es necesario que los rendimientos tengan un límite en un nivel sostenible.

Sí, brindar este respaldo de emergencia requiere poner en común los recursos de los gobiernos de la eurozona, y plantea serias dudas acerca de las obligaciones fiscales y financieras de los miembros de la UE entre sí. Con el tiempo, ese riesgo compartido exigiría nuevas normas para la cooperación del sistema monetario euro, incluido un mecanismo efectivo para mantener las deudas soberanas bajo control. Estos temas pueden resolverse más adelante. En este momento, la prioridad es una gestión efectiva de la crisis.

Hasta ahora, los mercados financieros han demostrado una paciencia extraordinaria. Se está agotando el tiempo para la política de no tener política.

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