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Opinión: ¿marcará el 2013 el inicio del declive americano?


Por Simon Johnson, profesor en la Sloan School of Management del MIT y miembro del Peterson Institute for International Economics. Es co-autor de “White House Burning: The Founding Fathers, Our National Debt, and Why It Matters to You”.

“Un hombre modesto”, bromeó supuestamente Winston Churchill al referirse a Clement Attlee, su sucesor como primer ministro, “pero es verdad que tiene muchos motivos para serlo”. Lo mismo deberíamos decir sobre los economistas, particularmente sobre su capacidad para pronosticar algo de manera útil y oportuna.

Los que predicen una inminente declinación económica estadounidense no han sido, en general, la excepción. Esta vez, sin embargo, tal vez se hagan una idea clara.

Los argumentos dominantes acerca de cuándo terminaría la dominación estadounidense y qué país lo suplantaría, fueron absoluta y ferozmente errados durante medio siglo. En los años 1950, se tomó en serio al líder soviético Nikita Khrushchev cuando dijo a los embajadores occidentales “Los sepultaremos”. Hoy, su país ya no existe. En los años Ochenta, el número uno sería supuestamente Japón: en este momento, la cuestión es si la declinación precipitada de su población en actividad generará una crisis fiscal.

En varias oportunidades se consideró que los alemanes –o los europeos en líneas más generales- estaban a punto de desplazar a los Estados Unidos, como por ejemplo en vísperas de la crisis financiera global en 2008, cuando el euro pareció amenazar el rol del dólar como moneda de reserva más importante. ¿Se acuerdan de cuando se citaba a la modelo brasileña Gisele Bundchen diciendo que prefería que le pagaran en euros? Actualmente, la economía de la eurozona parece estar realmente muy enferma, y la señorita Bundchen aparentemente lleva tiempo con íconos estadounidenses (se casó con el jugador de fútbol americano Tom Brady).

Tres preguntas

Ser el mandamás económico no es fácil. Esto se debe a que cualquier candidato –China o cualquier otro- debe responder tres preguntas difíciles.

Primero, ¿Tienen derechos de propiedad protegidos para los individuos? ¿Quién confiaría sus fondos de reserva o sus ideas más innovadoras en un país donde, cuando la normalidad se pone difícil, el Estado se queda con todo? China tiene un gran superávit de cuenta corriente y montones de reservas en moneda extranjera. También tiene una tradición de 2.000 años de anteponer el Estado al individuo. Pensemos en todas las maneras en que esto le salió mal a la Unión Soviética.

Segundo, ¿el sistema financiero es viable en su forma actual? Japón tenía amplios antecedentes de transformación económica –y una burbuja cada vez más grande de activos-precios alimentada por la deuda cuando sus bancos enloquecieron a mediados de los años 1980. ¿Hasta dónde se puede confiar en que China, Brasil u otros mercados emergentes no tomarán el mismo camino?

Tercero, ¿la deuda –tanto pública como privada- se halla en un camino insostenible? La deuda mal manejada llevó a Europa hasta su bajón actual, tanto como endeudamiento público directo (piense en Grecia) como en la igualmente dolorosa forma de endeudamiento del sector privado que se vuelve incobrable, con consecuencias desagradables para el balance general del Estado (consulte a los irlandeses y los españoles al respecto).

Aun así, Estados Unidos tiene problemas económicos, sociales y políticos serios. Basta mirar la actual debacle fiscal. Demócratas y republicanos se atacan todo el tiempo, luchando teóricamente, más bien a la manera de Holmes y Moriarty en las Cascadas de Reichenbach. Si consiguen su acuerdo fiscal en las próximas semanas, ¿usted cree realmente que derivará en un sistema fiscal sensato, o que controlará a largo plazo el gasto en salud? ¿Vamos a invertir más en educación? ¿Realmente tendremos una discusión franca sobre el tipo de planes de seguridad social que queremos, y cómo los pagaremos?

También soy plenamente consciente de que los incentivos a correr un riesgo excesivo siguen siendo centrales en Wall Street. Las reformas financieras Dodd-Frank contienen algunas medidas útiles pero en realidad contribuyen muy poco a modificar significativamente el equilibrio de poder entre los mega-bancos globales y el resto de nosotros. La Reserva Federal parece estar yendo en la dirección correcta con respecto a la regulación pero avanza con demasiada lentitud en lo que se refiere a cambiar algo para el próximo ciclo.

Y Estados Unidos en este momento está ingresando probablemente en la fase más peligrosa de su prolongada rebelión fiscal, en la cual los republicanos insisten en mantener baja la recaudación federal mientras la población envejece, pero no proponen recortes específicos en los planes sociales, precisamente porque saben que Medicare y la Seguridad Social continúan siendo enormemente populares.

Más endeudamiento

Por consiguiente, la lógica política del momento lleva a aumentos continuos del endeudamiento público estadounidense, del cual aproximadamente la mitad es financiado, por ahora, con ahorros internacionales a tasas de interés bajas. Nuestra política posterior a la crisis monetaria se las está arreglando para mantener dichas tasas muy bajas por largo tiempo, lo cual crea la oportunidad para una ronda adicional de riesgo mal manejado en el sector financiero (como ocurrió después de 2001).

De modo que aunque ningún país avance para tomar el lugar de los Estados Unidos como economía líder del mundo, su posición global realmente peligra –por su propia renuencia a mantener un diálogo honesto sobre el presupuesto federal y por la mala disposición de su cúpula política a enfrentar intereses fuertes en Wall Street.

Tarde o temprano, a Estados Unidos le llegará el turno de caer en desgracia frente a los inversores y ver subir sus tasas de interés. Es difícil saber cuándo llegará ese día, o exactamente qué presiones enfrentará el país.

Me permito arriesgar un pronóstico: No estaremos listos.

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