Publicidad
Las dos apuestas de Sánchez para gobernar España Opinión

Las dos apuestas de Sánchez para gobernar España

Publicidad
Leonid Bershidski
Por : Leonid Bershidski Columnista de Bloomberg
Ver Más

El periodo de Sánchez estará definido por los riesgos que se ha visto obligado a tomar. Tendrá que ser un izquierdista más radical y más flexible con Cataluña de lo que en realidad es —y, tal vez, de lo que le conviene a España—. Incluso para alguien con tanto talento para la política como él, es una tarea difícil.


El martes, España probablemente obtendrá su primera coalición de gobierno desde el regreso de la democracia en la década de 1970. Que funcione no solo será una prueba para el fragmentado sistema político del país y su unidad en problemas; es un experimento que los desubicados partidos de centro-izquierda europeos estarán observando para ver si pueden formar alianzas con la izquierda más radical.
La formación de un gobierno liderado por el líder del partido Socialista, Pedro Sánchez, y que incluya al partido de extrema izquierda Podemos dependerá de una votación apretada. Luego de no obtener, como se esperaba, una mayoría absoluta de votos en el Parlamento el domingo, Sánchez necesita una mayoría simple el martes. Los 160 votos que parece tener alineados en la legislatura de 350 miembros deberían llevarlo al liderazgo gracias a un pacto con Esquerra Republicana de Catalunya, un partido secesionista catalán que ha acordado abstenerse de votar «no», al igual que otras fuerzas a favor de la independencia de la región.

Si Sánchez lo logra por un pelo, su gobierno será de minoría, al igual que casi tres cuartos de las administraciones españolas desde la restauración de la monarquía en 1975, y el 44% de los votos en el Parlamento que controlará será respetable para los niveles españoles. En los últimos años, desde que se rompió el dominio de los partidos tradicionales de centro-derecha y centro-izquierda, los gobiernos han tenido que sobrevivir con mucho menos apoyo.

Sánchez obtuvo ese 44% mediante un acuerdo alcanzado con Podemos en noviembre. Ese acuerdo, según los términos actuales, lo compromete a una agenda mucho más decididamente izquierdista que la que los Socialistas habrían perseguido por sí solos. Entre otras cosas, pide el rechazo de una reforma al mercado laboral de 2012, la cual logró reducir el desempleo de su pico de 26,3% en febrero de 2013 a aproximadamente 14% en la actualidad. En parte gracias a la reforma, España tiene una de las participaciones más altas de empleo temporal en la Unión Europea y una de las tasas de transición más bajas hacia trabajos a término indefinido. La coalición de izquierda quiere fortalecer las protecciones a los trabajadores limitando la capacidad de las compañías de contratar trabajadores temporales y priorizar los acuerdos de pago para las industrias en general.

La coalición también planea elevar el impuesto sobre la renta de las corporaciones y los individuos de altos ingresos —aquellos que ganan más de 130.000 euros (US$146.000) al año— y los impuestos a las ganancias de capital. Existen planes para un aumento del salario mínimo de los 1.050 euros actuales a 1.200 euros. Los partidos de izquierda también se han comprometido a desvincular las pensiones de la expectativa de vida y del desempeño de la economía española.

No está para nada claro si España se ha recuperado lo suficiente de una crisis económica particularmente dura para un programa de tributación y gasto tan amplio, acompañado de un fortalecimiento de las protecciones de los trabajadores. El desempleo se ha mantenido estable durante los últimos años, en uno de los niveles más altos de Europa. Economistas cuyas proyecciones sigue Bloomberg esperan que la economía española crezca 1,7% este año, la tasa más baja desde 2014.

Still Too Few Jobs
Pero incluso si este no es el mejor momento para políticas de izquierda fuertes, Sánchez no tenía mucha más opción que asegurar el apoyo de Podemos. Por no llegar a un acuerdo con la izquierda radical el año pasado tuvo que someterse a elecciones anticipadas; sin ellos, puede que no pueda gobernar en absoluto, y España podría optar por lo que él llama una «coalición apocalíptica» de los partidos de centro derecha con Vox, el grupo de extrema derecha en ascenso.

Ansioso por gobernar y evitar una resurrección de la derecha, Sánchez está apostando al tipo de alianza de centro y extrema derecha que, hasta ahora, solo ha funcionado bien en el vecino Portugal, donde la coalición de Antonio Costa obtuvo un nuevo salvavidas en las elecciones del año pasado. Si funciona —es decir, si el gabinete de Sánchez evita las riñas internas y si las políticas propuestas no empeoran las cosas para los españoles del común—, los partidos de centro izquierda europeos se sentirán tentados a considerar acuerdos similares y agendas socialistas más agresivas. En Alemania, por ejemplo, las alianzas entre los Socialdemócratas y la izquierda poscomunista funcionan a nivel regional, pero no se ha intentado nada de ese tipo a nivel nacional.

La otra apuesta que Sánchez no puede evitar es Cataluña. El pacto de su partido con Esquerra Republicana de Catalunya implica la creación de un nuevo formato para buscar un arreglo entre los gobiernos español y catalán, en el cual las partes se comprometen a respetar y debatir todas las propuestas de cada parte. No parece mucho, pero es un alejamiento de la actual confrontación en la que las instituciones españolas se encuentran fuertemente alineadas en contra de los separatistas catalanes. La decisión de la semana pasada de la Junta Electoral Central española de inhabilitar al presidente catalán, Quim Torra, para un escaño en el Parlamento, y por tanto para su cargo, es solo el último ejemplo.

Todas las concesiones a los separatistas catalanes son bastante impopulares en el resto de España, y si se considera que Sánchez está haciendo acuerdos con ellos, esto impulsará a la derecha. El desempeño relativamente fuerte de Vox en las últimas elecciones debería ser una advertencia. Por supuesto, Esquerra Republicana de Catalunya solo tolera a Sánchez porque teme al ascenso de la izquierda incluso más que él. Sin embargo, si no hace ninguna concesión, los catalanes estarán en serias dificultades para explicar su aquiescencia a sus votantes.

El periodo de Sánchez estará definido por los riesgos que se ha visto obligado a tomar. Tendrá que ser un izquierdista más radical y más flexible con Cataluña de lo que en realidad es —y, tal vez, de lo que le conviene a España—. Incluso para alguien con tanto talento para la política como él, es una tarea difícil.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias