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A poco más de un mes de la crisis, capital político del Presidente queda en la «bancarrota» PAÍS

A poco más de un mes de la crisis, capital político del Presidente queda en la «bancarrota»

Con un acuerdo político en marcha para una nueva Constitución, el Presidente Sebastián Piñera –apuntan desde el oficialismo– debe concentrar sus esfuerzos en fortalecer y profundizar la agenda social, ante las demandas urgentes de la ciudadanía, como las pensiones. Para ello –afirman– el Mandatario debería dejar de estar ausente y «aguantar la respuesta de la gente”. Frente a esto, sin embargo, en su sector coinciden en que el Gobierno de Piñera terminó «el 18 de octubre», por lo que la pregunta que flota en el ambiente es sobre el rol que va a cumplir el Jefe de Estado de aquí en adelante. La respuesta no tardó en llegar: “Al Presidente no le queda otra que asumir la pérdida, que su mal manejo hundió al Gobierno, que solo le resta remar para tratar de llegar a la orilla (terminar el mandato en dos años) y no hundirse antes de tiempo (…). Ya es irrecuperable el programa de Gobierno, su imagen y liderazgo”.


Si bien persisten las diferencias en diversas materias en el oficialismo, hay algo en que todos coinciden: el Gobierno de Sebastián Piñera «se acabó el 18 de octubre”. En esta categórica afirmación subyace la constatación de que las promesas de campaña, sumadas al programa de Gobierno, ya no tienen ninguna posibilidad de retomar su cauce. Algunos lo dicen resignados, y reiterando que son todos responsables, de modo de hacer valer la regla de Fuenteovejuna que dice que «cuando todos son responsables, nadie lo es”. Otros, en cambio, apuntan a que fueron, por un lado, la «impericia” del Presidente para actuar frente a la crisis y, por otro, la falta de sentido de «oportunidad» que lo hizo llegar tarde a todo, pudiendo haber actuado “antes y de otra manera”, los factores que incidieron en que en un mes el Mandatario perdiera todo su capital político. En otras palabras, que quedara en la bancarrota.

Un ejemplo de esto, apuntan diversos observadores, se dio nuevamente en el discurso que pronunció el Jefe de Estado en la noche de este domingo, en el que nuevamente no cumplió con las expectativas que apuntaban a que haría anuncios para profundizar la agenda social. En lugar de eso valoró el acuerdo constitucional para una nueva Carta Magna que se alcanzó hace tres días y buscó contextualizar la decisión de no decretar –el martes pasado– un nuevo estado de emergencia en medio de graves alteraciones al orden público.

Siendo la penúltima intervención pública una de las más «extrañas» del Presidente, debido a los grados de improvisación que denotó su discurso, Piñera buscó en esta oportunidad dotar su decisión de sentido estratégico: «Esa noche optamos por el camino de la razón para darle una opción a la paz». Una aseveración compleja, puesto que diversas fuentes del mundo castrense apuntan a que fueron los militares quienes pusieron condiciones al Primer Mandatario para salir a la calle, situación que lo habría dejado sin margen de acción.

El despliegue oficialista por rescatar valor a su imagen pública, se orienta a destacar que será él quien pondrá la rúbrica en la nueva Constitución, un recurso –destacan– algo desesperado, ya que cuando en la maratónica jornada se alcanzó el acuerdo histórico, Sebastián Piñera tuvo que  vivirlo en un segundo plano y tras bambalinas, debido a los anticuerpos que genera su figura , pues de aparecer esto solo habría complicado aún más las tratativas.

Ante esta situación, la pregunta que muchos se hacen es: ¿qué rol va a cumplir el Presidente de aquí en adelante? La respuesta se encontró rápidamente en su propio sector: “Al Presidente no le queda otra que asumir la pérdida, que su mal manejo hundió el Gobierno, que solo le resta remar para tratar de llegar a la orilla (terminar el mandato en dos años) y no hundirse antes de tiempo (…). Ya es irrecuperable el programa de Gobierno, su imagen y liderazgo”.

Hiperpresidencialismo

El nuevo escenario que enfrenta el gobernante consta de variables de muy difícil control en un régimen “hiperpresidencialista”. En un marco donde el desfonde de su administración se evidencia en el incumplimiento de sus expectativas de campaña, como el crecimiento económico y la seguridad –reglas inefables de un Gobierno de centroderecha–, y que previo al estallido de octubre ya contaba con mínimas posibilidades de sostenerse siquiera en el discurso, se suma a la escasa valoración de los votantes que lo eligieron por sobre el excandidato Alejandro Guillier el 2017 y cuya adhesión, según las encuestas, sigue en caída libre.

Sin sustento ideológico y con la imposibilidad de impregnar un relato, el Presidente Sebastián Piñera entrará a jugar los dos últimos años en un escenario hasta ahora desconocido, en del momento constituyente. La administración ya perdió dos de sus batallas iniciales, como lo fueron la apuesta por que no existiese plebiscito de entrada, es decir, que los votantes decidan si quieren o no una nueva Constitución y, en segundo lugar, que exista la posibilidad que, de ganar el sí, el proceso pueda ser llevado adelante a través de una asamblea constituyente, denominada artificialmente como convención.

Los años de elecciones para cualquier Gobierno son de extrema cautela, pues saben los gobernantes que los incentivos tanto partidarios como individuales están puestos en gran parte en contradecir la institucionalidad, aumentada en esta ocasión en torno al momento constituyente que se vive en el país. Sumado a aquello, está la extrema sensibilidad del debate que lleva a la administración a cometer errores no forzados difíciles de corregir en períodos de tan alta temperatura. A todo esto, se agrega además que ahora son 17 los procesos electorales que tendrán a Palacio desplegado y obligándolo a extremar todas sus fuerzas y habilidades para no caer en la irrelevancia y, por lo menos, “hacer parecer que se tiene el control”. Por si fuera poco, una de las mayores condicionantes no deseadas es que, para alcanzar mínimos, el incentivo debe estar lo más lejos del rostro presidencial.

El trabajo en Palacio, por tanto, es tratar de dar un mínimo de sustento a la imagen de un Presidente que tuvo que jugar en las sombras en medio del proceso democrático más importante desde el fin de la dictadura. Una decisión muy compleja, pues dejó fuera de la foto a quien se espera sea el conductor innato de los procesos políticos del país. En este entendido es que, tanto la ministra de Transportes Gloria Hutt como la presidenta de la UDI Jacqueline van Rysselberghe, entre otros, se han desplegado para recordar que, una vez que finalice el proceso en su totalidad, quien ponga la firma será el actual Jefe de Estado, una jugada que fue leída como un signo de “debilidad” por lo “demasiado evidente” de la maniobra.

Desde Chile Vamos lo que se espera es que el Gobierno entregue luces claras desde donde anclarse, puesto que –sostienen en el oficialismo– ya se cedió “casi todo”, por lo que es complejo pedirle mucho al líder de la administración. Entendieron que quedó con las “manos amarradas” a la agenda impuesta y a merced del Congreso y que su alcance de poder se verá significativamente disminuido. Más que liderar –apuntaron en Palacio–, lo que le resta es administrar bien lo que queda por delante, eso sería todo a lo que puede apostar su sector que vio cómo, hace un mes, el programa y proyecto que defendieron con dientes y uñas terminaron en cenizas.

Para el director de la Escuela de Publicidad de la UDP, Cristiñan Leporati, “es muy complejo el futuro que se prevé para el Presidente Piñera y su Gobierno en particular, porque finalmente por lo que votaron los electores no se cumplió y no se va a cumplir y, por otra parte, el liderazgo que apuntaba a dos dimensiones (economía y seguridad), que eran parte de su sustento discursivo y político, ya no existe. No hay nada más deficiente, ni nada peor ni amenazante para un líder, un líder empresarial, un líder político, que perder la base del liderazgo que es la credibilidad. Cuando una persona deja de ser creíble, pierde su reputación e imagen (…). Vamos a tener una ciudadanía muy argentinizada, muy sensible, que va a protestar por cada cosa que no le guste. Ahí se requiere de un Gobierno con liderazgo , y en eso Piñera es una sombra de lo que fue. Es probable que nos termine de gobernar un espejismo más que un Presidente”.

En tanto, para el analista Axel Callís, “lo que se espera es que (el Presidente) administre bien lo que queda, y que en general administre bien el cambio, la salida. Es un Presidente de transición. Se transforma de un Presidente a realizar un programa, a uno de la transición que tiene que llevar el país de un lado a otro, por lo tanto, lo que se espera es ecuanimidad y ponderación, pero no se espera ni iniciativa ni nada nuevo (…). Lo único que tiene que tratar de hacer esta semana, es cerrar la agenda social. Lo que se espera es que administre bien el régimen parlamentario que viene, no hay presidencialismo, el presidencialismo murió el martes en la noche, estamos viviendo un régimen parlamentario”.

La trastienda del acuerdo y la pata de los DDHH

El silencio y el paso a un lado que dio el Presidente Piñera, fue clave para que en el Congreso se lograra un acuerdo para iniciar un proceso constituyente, un plebiscito de entrada con las opciones de Asamblea Constituyente y Convención Constituyente, con un quorum de ⅔, y un plebiscito ratificatorio, que fueron resultado de una intensa negociación de dos días que dejó varios conflictos políticos que se han ido desencadenando en los días siguientes, como la crisis en Convergencia Social, del Frente Amplio, además de la molestia de algunos próceres de Chile Vamos, que vieron las negociaciones a la distancia, o encerrados en sus oficinas, como es el caso del senador RN Andrés Allamand.

El parlamentario de RN había sido nombrado como uno de los voceros del Gobierno en la negociación, junto a Juan Antonio Coloma (UDI) y Felipe Kast de Evópoli, tras una reunión con el ministro Blumel. Delegado como la voz de La Moneda por el propio Primer Mandatario, le entregó la posta a los senadores de más confianza, también con el fin de neutralizar el rol que había tenido el timonel de RN, Mario Desbordes, los días anteriores.

Pero el diseño se vio superado debido a las conversaciones que se intensificaron al interior del Congreso, tanto así, que el senador Allamand se habría encerrado en su oficina, mientras Desbordes retomaba las tratativas con el ministro Blumel.

En Palacio destacan que el ministro se mantuvo “atento” a cada paso, y que el jefe de Estado intentó intervenir en algunas ocasiones, “sin lograr hacerlo”. Aun así, en Chile Vamos agradecieron que se haya marginado a una segunda línea, reconocieron que fue el “gran gesto” para lograr un acuerdo por el camino constituyente, que sería la clave para poner paños fríos al estallido social que se ha prolongado durante un mes en nuestro país.

En otro tema, que no se escapa al contexto, en la oposición hay acuerdo en impulsar una Comisión de Verdad, Justicia y Reparación, con el fin de que el acuerdo por una nueva Constitución no sea visto como un “borrón y cuenta nueva”. Hasta en el oficialismo se han abierto a esta opción, principalmente desde Evópoli, así lo dijo su presidente en «Estado Nacional» este domingo.

Algunos plantean que esta opción podría evitar que el Estado de Chile y la imagen del Mandatario se vean expuestos al escrutinio internacional, tal como ocurrió en la CIDH durante la semana pasada. Pero el tema en La Moneda parece estar cerrado, aseguran que las instituciones están funcionando, que Carabineros ha dado señales autodenunciándose y que el Poder Judicial está haciendo su trabajo, y todos los hechos serán investigados, a lo que se suma el programa que anunció el ministro Mañalich para la asistencia a las víctimas de traumas oculares.

Segundo tiempo

Lo importante es poner el foco en el “segundo tiempo” de la salida. En el oficialismo, aunque muchos creen que el anuncio de la nueva Constitución es una gran señal para calmar a la calle, en otros sectores destacan que es urgente dar algunas señales claras, en la misma línea del acuerdo por la glosa presupuestaria, que se le debería sacar “más partido” y comunicar con más fuerza esos avances. “La gente tiene que ver que seguimos trabajando”, agregan.

Es por esta razón que el Ejecutivo pondrá todas sus fuerzas en la agenda social que presentó el Jefe de Estado. Destacaron que allí se deben dar los mayores esfuerzos en materia fiscal y que “es el marco de negociación con la oposición”. Puntualizaron que, pese a que se debe tener “el oído en la calle”, la atención también debe estar en la salud económica del país y que en ese sentido el rol del ministro Briones “ha sido fundamental”.

En este segundo tiempo la figura presidencial no debería estar “tan ausente”, recalcaron desde el oficialismo. Apuntaron que en el corto plazo la ciudadanía no lo puede seguir viendo encerrado en La Moneda, que debe salir y “aguantar la respuesta de la gente”. Muchos invocan el ejemplo de Macron, aunque en Francia se reactivaron las movilizaciones de los chalecos amarillos en su primer aniversario.

Destacaron que en la misma discusión constituyente, el jefe de Estado debe tener un rol “cercano a la ciudadanía”, que el piñerismo no puede pasar a un segundo plano y que claramente quien se perfila como el rostro del recambio es el ministro a cargo de Interior, pero “Blumel no puede ser quien dirija al país en los años siguientes”, agregan desde La Moneda.

En este sentido la reactivación económica, el tema de pensiones y salud serían los principales ejes en los que se moverá el Ejecutivo, en ese caso el blindaje que se impuso el ministro Mañalich sería fundamental y los acuerdos que está cimentando la ministra Zaldívar también apuntarían a la reactivación de la agenda social.

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