Suplente hace rato en el Bayern Munich, el goleador de 36 años sigue siendo vital para la selección de su país. Esta noche anotó el único gol del triunfo ante Venezuela.
Claudio Pizarro renace con la camiseta albirroja. Podrá ser actor de reparto en el Bayern Munich, donde juega de tanto en tanto, pero de vuelta en su país es recibido como un Dios por la hinchada que carece de ídolos de su estirpe en suelo patrio.
Ya no arrasa con las defensas como antes. Aún así, su olfato goleador le permite seguir siendo depositario de las esperanzas incaicas.
Esta noche lo volvió a demostrar. Ausente Jefferson Farfán y extraviado con su talento Paolo Guerrero, tuvo que ser este gigante de 36 años el que devolviera la fe al Perú.
No tenía cómo encajar en la jugada del gol. Ingresó al área fuera de la línea de la pelota, pero el venezolano Rincón se arrastró defectuosamente y se la dejó servida. Pizarro agachó la cabeza y preparó un disparo letal que el buen arquero Baroja alcanzó a manotear sin impedir el ingreso del balón en su portería.
Misión cumplida. En un equipo de buen fútbol y magra efectividad, Pizarro sigue empinándose más allá de su 1.84 metros de estatura para alegrar a su pueblo.
Él fue el culpable que el Grupo C de la Copa América quede abierto para cualquiera. Los chilenos debemos agradecerle que con su gol haya contribuido a mantener el sabroso condimento del torneo.
