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La «reactiva» estrategia chilena frente a la «proactividad» boliviana

Cuando se evalúe la administración de Lagos, no será sólo por los acuerdos de libre comercio, los progresos en obras de servicio público o el grado de gobernabilidad interna. También se la valorará por las bases que dejó sentada en una compleja negociación con el país altiplánico y los otros actores en el tema de la salida al mar.


Después de años de proyectos que se creían consolidados, Chile, ahora, ya no enfrenta temas que generan optimismo, como los Tratados de Libre Comercio, sino una situación que genera incertidumbre como es el tema de una salida la mar para Bolivia.



En la ecuación de ese futuro chileno, entran las relaciones con Bolivia como parte central del dossier internacional del país, cuestión impensada hace exactamente un año, cuando en Chile se debatía entre apoyar o no la invasión a Irak.



Lo de Irak era una cuestión de soberanía para pensar y, para Chile, era relativamente más fácil recurrir a tradiciones y textos para no apoyar una invasión. Lo de Bolivia es diametralmente diferente porque no basta con recurrir al ejercicio de teoría política, que en el caso de decir no a la invasión de Irak servía. Ahora, se necesita un plan de acción, pero que en ningún caso va a paliar suficientemente el daño ya causado por una trayectoria chilena que se ha manejado con populismo y demagogia para uso interno y donde no basta recordar que existe un tratado.



Analistas internacionales, como el ex diplomático mexicano Jorge Castañeda, cuestionan la visión westfaliana (en alusión a los tratados obtenidos con la paz de Westfal) de soberanías, la que ya no sirve para los tiempos actuales. Aludía en esta argumentación, que el voto de México y Chile en contra de la invasión a Irak era una equivocación. Sobre esta argumentación arcaica, que critica Castañeda, están trabajando las autoridades chilenas con un amplio respaldo popular, según constatan las encuestas.



Se constatan planteamientos desde los diversos poderes del estado chileno, acudiendo al cuestionado argumento de la soberanía. Son declaraciones agresivas que buscan sacar dividendos de popularidad en sectores de la población.



El senador por la Primera Región, Fernando Flores (PPD), dijo enfáticamente en una entrevista a un diario del grupo Edwards que Calama y Antofagasta jamás se discutirán. La alusión es quizás al cobre y a Bolivia. Una ofensiva diplomática iniciada en Europa y el mundo para explicar la posición de Chile, iniciativa planteada después de ocurridos los hechos, y después de que Bolivia marcara la pauta en el debate.



En esta breve constatación de situaciones reactivas, también se destaca que el Presidente Lagos señalara que la reanudación de relaciones consulares con Bolivia, no es un gesto, sino que es una decisión que había sido tomada como parte de un proceso diplomático más global.



A los políticos y funcionarios chilenos aficionados a usar la palabra «proactiva», ésta le está resultando como una espina clavada, cada vez que se le asocia a la estrategia boliviana de poner el tema de la salida al mar en el debate internacional.
Bolivia lo ha logrado y esa es la evaluación de una buena cantidad de analistas internacionales.



A las autoridades chilenas, en cambio, no les ha quedado más remedio que ser reactivos. La ofensiva diplomática hacia el mundo es en un "más vale tarde que nunca" y, es posible, que sea demasiado tarde para revertir lo ya avanzado por la estrategia boliviana.



Aquellos que señalan con jactancia que Calama y Antofagasta no se discutirán jamás, están diciendo que los principios de soberanía sobre los cuales el mundo actual se rige tampoco se discutirán. Eso de jamás es un argumento necesario, tal vez, para un proceso eleccionario o para revalidar algunas cuestiones de acercamiento con un sentir popular. Pero en el contexto de relaciones transformativas que presenciamos día a día, el argumento no sirve.



En este sentido, el clamor boliviano está más en sintonía con los tiempos y, por lo menos en el alcance de la jugada, Bolivia puede obtener más de lo que tiene ahora y Chile deberá acostumbrarse a perder algo.



Bolivia ha lanzado su ofensiva diplomática con un dossier trabajado con argumentos y planteamientos de última generación.



En este sentido, la salida a mar que Bolivia demanda, responde más a una necesidad que está más en sintonía con los tiempos que se viven que a reivindicaciones populistas o utilizaciones políticas para enmendar fracasos del pasado.





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