China es una bomba de tiempo por el nivel de deterioro de los sistemas de salud estatal en las regiones y la débil privatización de la seguridad social. Pakistán, por otra parte, ha demostrado ser intrínsicamente inestable. Por eso, en todo este cuadro, India significa más que antes un escollo para que la política exterior norteamericana afianze su plan de expansión.
India representa para los equilibrios regionales y globales ciertamente mucho más que los mil y 32,4 millones de habitantes. La India moderna, desde el nacimiento como nación independiente en 1947, mantuvo una equidistancia funcional de los EEUU y nunca se sometió a las corrientes expansivas de su política exterior. Durante casi medio siglo, India fue eje del movimiento de los no alineados -hoy semi desmantelados- y que mueve sus energías en la actualidad a través de las reuniones de la Organización Mundial de Comercio. India en este foro ocupa un lugar de liderazgo.
Todavía más, durante el gobierno del derrotado neo-conservador Atal Bihare Vajpayee, los planes hegemónicos de los EEUU en la región no pudieron contar con India. La administración republicana actual pensó en un momento en incorporar India y su ejército en la ocupación a Irak, pero las presiones de todo tipo han fracasado hasta el momento.
Hay que tener presente que en la zona de Los Himalayas, confluye la triangulación nuclear que más perturba la hegemonía de los EEUU, formada por China, India y Pakistán. En el Departamento de Estado de los EEUU, quizás el dossier de India sea el más complejo. Según un reportaje en The New Yorker, la situación en Irak es una baldosa en comparación con un mosaico inmenso de complejidadedes donde conviven estos tres países, y todos con la variable nuclear bastante autónoma. Pakistán ha sido el gran exportador de know how nuclear hacia las zonas de países islámicos y China tiene sus propias clientelas.
Algunos analistas indios del semanario Economic Political Weekly (Bombay), sostienen que India más y más se transforma en un agente clave de seguridad y estabilidad en la zona, porque está demostrada su estabilidad y es el menos volátil de los ambientes, a pesar de sus turbulencias internas.
Por una parte, China es una bomba de tiempo por el nivel de deterioro de los sistemas de salud estatal en las regiones y el débil encausamiento de la privatización de los sistemas de seguridad social que tendrá un severo impacto en la productividad de la economía china. (Información recogida en un viaje realizado por este autor en el 2000).
Pakistán, por otra parte, ha demostrado ser intrínsicamente inestable. Más ahora que su clima interno está estrechamente ligado a la ocupación en Irak y la inestabilidad que provoca la hegemonía militar norteamericana en la zona. En todo este cuadro, India significa más que antes un escollo para que la política exterior norteamericana afianze su plan de expansión en la región, pero también una carta de estabilidad no despreciable.
Play it again Sam: la misma partitura
La negativa de Sonia Gandhi para asumir el cargo de Primera Ministra se inscribe en esa tesitura del análisis que incita más preguntas que respuestas. Si las hay en lo inmediato, no pueden ser tajantes, y las otras, estarán pendientes por un tiempo.
En este sentido, en el análisis que prevalece hay una partitura que se repite. El primer enfasis de una mayoría de medios acoplados con la visión catastrofista del equipo de Bush, "o se está con nosotros o es el caos", consistió en que con Sonia Gandhi a la cabeza, se vendrían tiempos difíciles.
El Washington Post lideró los pronósticos negativos y en el plano nacional La Tercera y El Mercurio se sumaron a esta corriente. Las bolsas de valores (India, su región ), mecanismos hiper sensibles a la manipulación política de los medios, también "respaldaban" esa visión de posible catástrofe en India si Sonia Gandhi asumía el poder.
También se insistió en la falacia de la continuidad de la dinastía Gandhi, en donde se incluían algunos medios indios (Times). Es curioso que medios menos viscerales como el New York Times y The Guardian también analizaran la negativa de Gandhi bajo la misma partitura del caos en las bolsas y la dinastía que no acaba.
Sobria y líder de equipos
La negativa de Sonia Gandhi atraviesa una dimensión profunda y compleja. Estamos frente a una personalidad carismática que ya rechazó la figura de Primera Ministra para suceder a su marido Rajiv Gandhi, asesinado en un atentado terrorista en 1991. Su figura ya había ascendido a un pináculo el 1 de noviembre de 1984, cuando presenció el asesinato de Indira Gandhi, su suegra, por obra de un miembro de su escolta, al salir de su residencia. Sonia Gandhi se transformó en segundos en la encargada de organizar la seguridad, porque se temía otro atentado. Colocó a su suegra herida en un vehículo, y con su cabeza sobre sus rodillas marchó hacia el All India Hospital de New Delhi, sin antes haber dejado un paquete de instrucciones.
No obstante, la sobriedad y cautela en su personalidad, y su fuerte rechazo a la forma de hacer política que se desataba en el mundo de los 90, fueron notorios en Sonia Gandhi. Después se dedicó a un laborioso proyecto de reestructurar la arquitectura de un debilitado Partido del Congreso, plagado de liderazgos y caudillismos locales.
La negativa de Sonia Gandhi no ha sido personal. Más bien es la decisión política de un conglomerado, de un equipo de cabezas pensantes, que lo ha vivido todo, o casi. Es más profunda que el comentario de farándula centrado en probables dinastías y bolsas proclives al fraude informativo. Estamos frente a una personalidad carismática, y sobretodo equipada para interactuar con un mundo político frenético y autoflagelante que no confía en sí mismo. Ella traía un poco de aire fresco y perfectamente podría ser un objetivo mayor de la corriente terrorista que aun no encuentra una explicación creíble. La inteligencia india ha decidido reservarla para cuando los perros de la guerra estén bajo control. Es un largo camino.