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La inestable situación de Bolivia: Cuando la globalización no perdona

El panorama político está cruzado por una multiplicidad de intereses: una deuda social histórica gigantesca reconocida por los organismos internacionales, un sistema político fatigado a causa de la inmensa exclusión de vastos sectores, a lo que se le agrega el vacío dejado por los viejos patriarcas de la política altiplánica.


La cobertura diaria internacional sobre la renuncia del Presidente boliviano Carlos Mesa y los posteriores acontecimientos incita a pensar que se trata solo de una crisis de Estado, un Estado débil, con instituciones políticas también débiles y dispersas en un espacio de luchas de poder altamente fragmentado. La gran omisión de la cobertura mediática, con muy pocas excepciones, es el rol que le cabe a las empresas transnacionales de los hidrocarburos en esta crisis. La imbricación de estas empresas con un lobby político de amplio espectro, estaría detrás de una suerte de gobernabilidad usurpada por intereses económicos de largo alcance, incluidos los de "la hermandad sudamericana". Según el Institute For Policy Studies de Washington, Bolivia representa un ejemplo de territorio corporativo del capital transnacional.



Esta definición, por sucinta que sea, devela un estado de situación dramático pero también ilustrativo de los efectos de la globalización. Más que el Estado y la institucionalidad boliviana, lo que está al desnudo es el paradigma de formar un mercado planetario donde los países son territorios con grados de gobernabilidad que se puedan asegurar a través de la intervención de un gobierno también global, o regional. Hacia allá parece ir el mundo y Bolivia en este hemisferio sería el territorio para el gran test experimental. Richard Barnett planteaba esta estrategia a comienzos de los años 70, cuando seminalmente introducía el término de globalización, décadas antes que se popularizara entre globalizadores y contestatarios.



La visión centrada en las insuficiencias institucionales bolivianas, por muy históricas y ciertas que puedan ser, genera la tentación a enfatizar que lo que está sucediendo es casi ciento por ciento de causalidad boliviana. Sin embargo, por donde se le mire, la continua crisis institucional en Bolivia tiene el sello de los excesos que genera un clima eufórico por la globalización, que a su vez posibilita un descontrolado papel político del capital transnacional en países como Bolivia, quizás con menos blindaje institucional.



También han surgido voces apuntando a que Hugo Chávez estaría detrás de las movilizaciones populares, en sincronía con las declaraciones de Roger Noriega (subsecretario de Estado para asuntos interamericanos de EEUU), creando un nuevo frente antichavista, o pertenecen al repertorio de la guerra fría de última generación, evocando el hedor de las intervenciones contra las insurgencias de los ’60. O sea, según los nuevos modelos de gobernabilidad cooptada, toda manifestación popular en contra de las privatizaciones (en Bolivia en este caso) es producto de la intervención extranjera, o del populismo sin sentido.



Según un sondeo de la empresa Apoyo Group, manejada por el empresario Ortíz de Ceballos, representante del capital transnacional, 6 de 10 bolivianos desean salir de su país. Declaraciones como "Bolivia está en un proceso de libanización", dichas por Jorge Pampurro, el ministro de Defensa argentino en junio de 2004, han aparecido por estos días en los medios (Bolpress).



El panorama político está cruzado por una multiplicidad de intereses, una deuda social histórica gigantesca reconocida por los organismos internacionales, un sistema político fatigado de inmensa exclusión, a lo que se le agrega el vacío dejado por los viejos patriarcas de la política. No hay puentes generacionales que aseguren alguna línea de continuidad en un sentido práctico debido a la emergencia de los nuevos ricos con las transnacionales.



Fuerzas exógenas



Más allá de los intereses secesionistas de la oligarquía de Santa Cruz en colusión con empresas extranjeras, estas mismas compañías como la British Gas, Repsol, Total y Petrobrás son algunas de las empresas extranjeras que en la práctica han "secuestrado" la gobernabilidad del país, a través de una larga penetración política y académica. Carlos Arze, del Centro de Investigación Agraria, un think tank local, corrobora esta visión, al corresponsal de The Guardian: "la demanda de la movilización social es por la nacionalización de los hidrocarburos; las transnacionales en la práctica controlan las políticas y la economía del país". Jim Shultz que trabaja para un Centro de Derechos Humanos, señala que el proceso de privatización de los hidrocarburos se hizo bajo la directa presión del Fondo Monetario Internacional.



Desde que Sánchez de Losada privatizó los hidrocarburos, son escasas las voces bolivianas que pueden expresarse con un grado razonable de independencia, en apuntar a las transnacionales como las principales causantes de las últimas crisis. "Operan como guardianes del capital en la mejor tradición de las empresas que operaban en Centro América hace 40-50 años atrás. Los tentáculos están en todos lados, incluyendo la filantropía", señala una fuente a El Mostrador.cl. Es notorio que los dardos apuntan siempre a los actores políticos bolivianos como Carlos Mesa, Morales, Vaca, y Cossio, u oligarcas locales como Ortíz de Ceballos.



Las ramificaciones son extensas. La transnacional francesa "Suez" tiene en su poder las tres cuartas partes del agua potable boliviana. Durante el último referéndum sobre la nueva ley de hidrocarburos, se detectó que el movimiento de Evo Morales, el Movimiento al Socialismo, -que apoyó la nueva ley- era apoyado a su vez por el gobierno brasileño en resguardo de los intereses de Petrobras.



El referéndum del 18 de julio de 2004 y el fantasma de la intervención



En las últimas deliberaciones de la Oficina Mundial de Comercio (OMC) se observan con creciente preocupación los posibles desequilibrios económicos que pudieran provocar las olas de nacionalización de recursos estratégicos como el energético. Esto es particularmente grave en países donde las compañías transnacionales están establecidas. Bolivia llevó adelante el 18 de julio del 2004 un referéndum bajo la presidencia de Mesa, confirmando en sus resultados que en Bolivia no habrá cambios en la tenencia de los recursos y que las olas de nacionalización se detendrán. El debate sobre el referéndum, abrió una caja de Pandora repecto a las implicancias de una nacionalización, y se pudo observar la penetración de las transnacionales en el tejido político boliviano.



Según el historiador boliviano Nolasco Mamani, en Econoticias, si Bolivia u otro país no garantiza la protección de los acuerdos internacionales que protegen la propiedad de las empresas multinacionales sobre los bienes de capital que operan sobre los recursos energéticos, los países en cuestión estarán expuestos a consecuencias como la reducción de las líneas de crédito de los organismos financieros como el Banco Mundial y el FMI, o podrían ser intervenidos por fuerzas multinacionales. El referéndum legitimó los intereses de las transnacionales petroleras ante los ojos de la comunidad internacional, y destapó informaciones respecto a posibles intervenciones militares desde el exterior, si se intenta desconocer esos privilegios. El ejército boliviano se ha reservado su opinión al respecto, y de allí las reacciones de algunos miembros de sus fuerzas armadas, como las observadas días atrás.



La incertidumbre hace recordar los 70 muertos cuando cayó Sánchez de Losada. Y a propósito, entonces, las manifestaciones también se centraron en la nacionalización de los hidrocarburos. La diferencia estriba en que las manifestaciones son ahora más generalizadas con el agregado de una incontenible polarización entre oligarquía y movimientos populares. Algunos bolivianos contactados sostienen que la manifestación popular actual por su volumen, tiene reminiscencias de las de los años 70 cuando dio el golpe de Estado Hugo Banzer y comenzó la operación Cóndor. Otras fuentes consultadas plantean que el ejército actual no es el de los años 70 y lo pensará dos veces antes de embarcarse en aventuras golpistas.



Entretanto, la intelectualidad boliviana observa y comenta, señala un analista que pide reserva. "No se explica que un independiente como Mesa haya llegado al poder". Ahora cualquiera puede ser Presidente menos Vaca y Cossio. Respecto a Evo Morales, el oportunismo demostrado genera una amplia desconfianza, según el columnista Alfonso Gumucio.












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