Publicidad

Putin quiere que Rusia vuelva a jugar en las grandes ligas mundiales

Crisis mundial energética le ha venido a Vladimir Putin como »anillo al dedo», pues la Federación Rusa tiene el 30% de las reservas gasíferas del planeta. En ese sentido, ha podido fortalecer la economía y anunciar el deseo de hacer de Rusia un »país fuerte», con FFAA poderosas, siendo »la modernización del armamento nuclear» una parte clave en la reforma del Ejército.


Rusia avanza con pasos de gigante para ubicarse otra vez en el club de las superpotencias, lo que podría concretarse si llegara a producirse una redistribución del poder mundial cuando terminen las guerras en el Medio Oriente y sea superada la crisis energética. Analistas observan un panorama extraño y cambiante que podría hasta llegar a desplazar a EEUU y a la Unión Europea de los países o grupos de países más poderosos.



Escarbando en los archivos de la historia nos situamos al comienzo de los años noventa, cuando el desplome de la Unión Soviética dejó a Rusia envuelta en la más horrible miseria económica, política y social. El hambre y el invierno, entremezclados con el frío siberiano, dejaban crudas pruebas en las calles de Moscú. No era fácil contar las víctimas que iban quedado en el camino como consecuencia de la hambruna y las temperaturas de varios grados bajo cero.



Hoy, un crecimiento económico anual promedio de 6,8 por ciento, un panorama boyante como consecuencia de la riqueza energética y una política con sabor imperialista impulsada por el presidente ruso, Vladimir Putin, permiten escribir un pronóstico alentador, muy distinto a lo que ocurría en los noventa.



Las formas de hacer política de Putin, con una Duma (Cámara Baja del Parlamento) enteramente a su favor, desafiando continuamente a EEUU, buscando vínculos multinacionales y apoyándose mucho en los mecanismos de las Naciones Unidas, aunque éstos no funcionen cabalmente, ha permitido que el líder ruso haya recibido el apelativo del "nuevo zar de Rusia".



Uno de los asesores e ideólogos más estrechos de Putin es identificado como Alexander Dugin, quien en su trabajo "Fundamentos Geopolíticos" plantea la transformación de Rusia en un imperio antioccidental que incluya la modernización militar y económica, un antidemocratismo sistemático, un nacionalismo mucho más sutil, una confrontación global y permanente con EE UU y la concreción de alianzas que le lleven a recuperar la perdida posición de liderazgo en el escenario internacional.
Asi, la crisis mundial energética (la Federación Rusa tiene el 30% de las reservas gasíferas mundiales) le ha venido a Putin como "anillo al dedo", porque ha podido fortalecer la economía rusa y anunciar el deseo de hacer de Rusia un "país fuerte" con FFAA poderosas (soldados: 1,16 millones), siendo "la modernización del armamento nuclear" una parte clave en la reforma del Ejército.



Relación flexible e independiente



Putin conoce las capacidades de Rusia y sabe bien hacia dónde quiere ir. Esto le ha permitido mantener una relación flexible y también independiente frente a EE UU que no le impide tratar al mismo tiempo con China o con Irán.



En este camino las relaciones ruso-estadounidenses y viceversa han estado plagadas de desafíos y de críticas tanto de Washington como de Moscú. Junto con China, Putin se ha opuesto a la aplicación de sanciones contra Corea del Norte por las pruebas de misiles; ha vetado sanciones contra Irán por sus planes atómicos; y ha aprobado una condena contra Israel que fue vetada por EE UU en el Consejo de Seguridad de la ONU.



A la par de esto, Rusia ha vendido aviones caza Sujói a Venezuela a pesar del pedido de EE UU de no hacerlo; ha abastecido a Siria e Irán de sistemas móviles de misiles de corto alcance Tor M-1, que Teherán utilizará para proteger sus centrales nucleares a pesar del rechazo de Bush; ha exportado tecnología nuclear a Irán, China e India; y ha concedido apoyo financiero a la Autoridad Nacional Palestina (ANP), después de que EEUU y la UE suspendieron la ayuda por negarse la organización radical Hamas, ganadora de las elecciones en Palestina, a reconocer la existencia del Estado de Israel.



En las negociaciones sobre el alto el fuego en el Cercano Oriente, Rusia no jugó un papel preponderante y más bien pasó casi desapercibida hasta el punto que para algunos analistas el Kremlin sólo mostró un interés relativo en el conflicto. Rusia, que tradicionalmente ha estado más cerca de los árabes, dio muestras de apoyo a Hamas tras su victoria electoral a comienzos de año, sin cuestionar la posición de esta organización radical de no reconocer a Israel.



Sin embargo, los desafíos rusos afectan también al resto de Europa, donde Putin emplea la energía no sólo como arma económica sino también política. Este año hubo serios problemas por una disputa con Ucrania por el precio del gas que afectó en forma preocupante también el suministro gasífero de Europa Occidental (el gas ruso es enviado por territorio ucraniano al resto de Europa).



En la cumbre de los 8 países más poderosos del mundo, celebrada en julio en la antigua capital rusa de San Petersburgo, que Putin presidió por primera vez, ocasión que deseaba aprovechar para perfilarse como líder mundial, no pasó nada que no hubiese estado programado de antemano. No se dio especial énfasis a la paz en El Líbano ni tampoco el líder ruso estuvo dispuesto a un acuerdo para que Rusia abriera su mercado energético a Europa y al exterior.



Putin conversó también este año con China sobre la posibilidad de aumentarle el suministro de petróleo gracias a un nuevo oleoducto que se proyecta construir en Siberia. Sin embargo, Putin fue muy cauto y no mostró mucho interés de compromiso en este punto, a pesar que las relaciones ruso-chinas pasan por el mejor momento de toda la historia. Este proyecto formó parte de un paquete de ofertas y acuerdos de cooperación comercial y energética que el líder ruso firmó con el presidente chino Hu Jintao, incluyendo la exportación rusa de 80 billones de metros cúbicos anuales de gas natural. Todas estas movidas son observadas por EE UU con mucha inquietud por el efecto que pueden llegar a tener en el futuro reordenamiento del poder mundial.



Pero las críticas en EE UU apuntan también a los controles aplicados por Putin contra las organizaciones no gubernamentales rusas, especialmente las opositoras al gobierno, que tienen como objetivo conocer el origen del financiamiento que reciben para evitar vinculaciones con el terrorismo. Esta medida, como igualmente la concentración de medios de comunicación bajo el alero del Estado ruso -el último caso fue el diario "Izvestia" con un tiraje de 415.000 ejemplares-; la existencia de una enmienda electoral que permite aplicar sanciones a medios con cobertura considerada parcial por las autoridades; y las nuevas atribuciones oficiales para designar a los gobernadores regionales en toda la Federación Rusa (140 millones de habitantes), han originado en EE UU criticas opositoras directas contra Bush que lo acusan de que su política amable y de "comprensión" hacia Putin le dan a este líder carta blanca para endurecer su régimen y poner a la democracia en tela de juicio.



Con estas medidas, Putin espera lograr un único fin: Hacer jugar otra vez a Rusia en las grandes ligas mundiales.



– walterk@vtr.net

Publicidad

Tendencias