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Elecciones presidenciales argentinas, un modelo político más abierto y real

Comicios de este domingo reflejan un país más abierto y real. Son 14 candidatos y la favorita como más probable ganadora es la senadora Cristina Fernández, mujer del actual gobernante, el justicialista Néstor Kirchner. Una segunda vuelta es probable, aunque hay indicaciones de que los esfuerzos oficialistas tienden a vencer en esta primera ronda.


Al preguntar sobre esta elección en Argentina todos se quejan. Se le pregunta al conserje de un céntrico hotel capitalino y nos dice «ella -la senadora justicialista Cristina Fernández, que lidera en las encuestas de opinión- no dice nada. Es simpática, pero no se le conoce programa. Hay hacer que no gane en primera vuelta. Es lamentable a lo que ha llegado la política».



Un empresario PYME y dice que va a votar por Kirchner, se corrige: «por su esposa», pero lo hace con dudas, porque el resto de los candidatos es para la risa. Se le pregunta la opinión a un cientista político y repite lo que se viene diciendo desde los tiempos de Arturo Frondizi: que la política argentina es surrealista y se abre el ejercicio de tesis.



Se le pregunta por qué Argentina, teniendo una de las bases de recursos humanos más dotadas del planeta, no ha podido armar un sistema político de acuerdo al pedigree que esa masa crítica de inteligencia supone exigir. Nos señala que no hay respuesta a esa pregunta y el que se atreve a hacerlo, especula. Pero agrega que la pregunta está mal planteada: Argentina ya no tiene esa base de recursos humanos capacitados de hace 40 años y cuando la hubo, fue lo suficientemente inteligente para darse cuenta que el político debe hacer el trabajo sucio y de que a los inteligentes y capaces hay que dejarlos trabajar tranquilos.



Allí reside la inteligencia de ese tipo de argentino, que, según él, hoy día son los menos. Agrega que «se exportan alimentos que podría abastecer a más de 300 millones de personas: Mientras que en Argentina teniendo 37 millones un 20% de niños sufre de desnutrición en el Gran Buenos Aires. Hay provincias en el noreste como Chaco, Corrientes que han elevado la mortalidad infantil a 25 por 1000 nacidos vivos, mientras que el promedio nacional es de 12 por 1000. Casi el 50 % (49.5%) de los menores de 14 años es pobre. Esa Argentina cambió radicalmente".



Con todo, las elecciones presidenciales en Argentina de este domingo reflejan un país más abierto y real. Son 14 candidatos y la candidata que lidera los conteos de adhesión pública -por cifras que bordean el 40%- es la esposa del actual presidente, la Senadora Cristina Fernández, la más probable vencedora.



Desafiando altos índices de inflación, en un momento de incertidumbre económica, enfrentando una vigorosa campaña anti oficialista de un sector importante de empresarios y de medios, la Senadora Fernández ha vencido en la mayoría de las encuestas elaboradas a través de la campaña, por más del 40%. Una de las últimas efectuadas en Buenos Aires y cinco provincias por la empresa Giacobbe y Asociados la mostraba con un 43%, frente al 23% de Elisa Carrió y el 16% de Roberto Lavagna.



Sin embargo, las características de esta elección son singularmente dos que podrían retratar una tendencia futura en la política, y no solo en Argentina. La ausencia de un debate y la apatía de la población. Para qué tanta promesa de programa y tanto debate previo considerando que en términos realistas la población está cansada de las promesas y de los largos debates entre candidatos(as) transformados en el fondo en panegíricos autorreferentes o ejercicios demagógicos bien dirigidos.



La apatía local tal vez responda a que los temas más trascendentales de la Argentina están en el exterior, en sus alianzas políticas y económicas. De alguna forma todos los países están sintonizando en la era de la globalización en el sentido de que al final, lo local es global. No por puro acomodo para evitar los problemas locales que enfrentaba Argentina, la candidata Fernández hizo la campaña fuera del país, y claro, las garantías y las protecciones de los países provienen ahora más que antes, de una conexión con circuitos externos, de inversión, flujo de capitales, de bienes y servicios de diferente naturaleza en un mundo más diversificado.



Una segunda vuelta es probable, aunque hay indicaciones de que el esfuerzo oficialista es vencer en primera vuelta. Se ha producido un vuelco masivo de adhesiones a la Senadora Fernández, donde se destacan figuras populares de la cultura y del ambiente artístico. También hay una aglutinación de fuerzas políticas en torno al justicialismo a través de la pareja Kirchner-Fernández, que se ha manejado con una estrategia de mercadotecnia política abierta y directa.



El justicialismo al parecer goza de muy buena salud y se transforma en un fenómeno político a considerar en un momento en que los partidos políticos en esta región atraviesan una de sus peores crisis de credibilidad, haciendo tambalear los propios sistemas políticos que los sustentan. En Argentina, el justicialismo desafía esa tendencia más allá del carisma de las personalidades que esta vez lo representan.



Una agenda pesada



De vencer, Cristina Fernández deberá abordar una agenda mucho más compleja que la enfrentada por el actual presidente en 2003. Si Nestor Kirchner fallaba, era uno más en la cadena. Ahora es diferente. Hay una asociación estrecha con una trayectoria. El período de Kirchner, dentro de la intensidad de claroscuros, en el balance general se destaca una suerte de reconstrucción del país. Cuando asume -el 25 de mayo de 2003- afirma que el país no pagará su deuda «a costa del hambre ni la exclusión de los argentinos», y en la Asamblea General de la ONU critica incisivamente la invasión a Irak Se define el estilo "K".



En su período se inicia la reestructuración de las Fuerzas Armadas. Impulsa la revisión de los crímenes de la última dictadura militar, inicia a través del Congreso la remoción de los jueces de la Corte Suprema acusados de parciales. La economía se ha mantenido con un promedio de crecimiento anual del 8.3%, cifra excepcional a partir de la segunda mitad del siglo XX, según el economista Roberto Cortés Conde, presidente de la Sociedad Internacional de Historia Económica. (Xinhua; septiembre 2007).



La pérdida de 19 puntos en la popularidad del Presidente en un año, bordeando ahora el 49% es un factor que se reflejará al final en los resultados y de si existirá una segunda vuelta y en que términos. La legislación electoral argentina prescribe que si ningún candidato alcanza el 45% de los votos válidos emitidos, los dos más votados deben disputar una segunda vuelta.



Pero en lo esencial, están los indicadores que manejan muy bien las cúpulas políticas y de medios, pero que no siempre se reflejan en las encuestas de adhesiones a determinado candidato. La inflación anual que se empina casi al 8 %, según la cifra oficial pero que según los detractores, el gobierno manipula; la falencia estructural del sistema financiero por el cortoplacismo para protegerse de la incertidumbre económica y política que repercute en el empleo; la caída en el índice de confianza del consumidor en un 16.6 %, respecto al promedio mensual de 2006, cifra solo superior en apenas un 1.3% al de 2003 que es uno de los peores años de la década (Universidad TDT;10/2007). ;), son todos factores que deberán formar parte de una agenda que se palpa y de la cual habrá que formar es programa que reclaman sus detractores.




Antropología política



La corrupción es un tema antropológico, y de acuerdo a las transformaciones sociales que ha experimentado el capitalismo moderno, no existe evidencia de que el sistema de libre competencia la disminuya.



Frente a los casos de corrupción que empañaron gravemente el período de Nestor Kirchner, el fenómeno de neonepotismo de un marido que le entrega la banda presidencial a su esposa, no es un dato banal, o que pueda refugiarse en el casillero de la curiosidad. En la dimensión política actual, en el que se entrecruzan roles y estamentos bajo los códigos de una protegida ética que mantiene un sistema semi hermético, el traspaso de bandas de autoridad civil mayor entre dos cónyuges, es el sueño de todo político de esta hipermodernidad.



Pero también es la forma más generalizada en la distribución del poder tradicional y también en la empresa de los siglos 20 y 21. Es cuestión de echar mano a los datos de las grandes corporaciones privadas en los países del G-8 y se observará el patrimonio y el árbol genealógico. Es un caso antropológico que no es único, y cuando los ideólogos de las democracias occidentales se enervan por la "frialdad" de las estructuras dictatoriales de regímenes cerrados, es posible encontrar en éstos, menos genealogía en la distribución del poder. Para empezar, ni en Rusia ni en China había tanta descendencia en quién confiar.

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