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Irán: un cauce sin regreso

Mirko Macari
Por : Mirko Macari Asesor Editorial El Mostrador
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En esta elección no se ha sabido de algún tipo de fiscalización externa, por ejemplo de la ONU o de la Comunidad Europea. El blindaje del régimen y las deterioradas relaciones entre  las potencias occidentales agrupadas en torno a la Alianza Transatlántica con Irán, han permitido el desarrollo de la actual situación de incertidumbre.


Dos bandos se disputaban la presidencia. Uno representando el status quo para reelegir al actual presidente Mahmoud Ahmadinejad, y el otro, Mir Hussein Moussavi, un ex primer ministro del régimen, representando el cambio o la reforma.

Ambos han declarado victoria. La información del triunfo del presidente provino de las autoridades de gobierno, y la que proclama a Moussavi como vencedor fue expresada en una conferencia de prensa organizada por sus partidarios.

El cable informaba de un 62.3 por ciento a favor de Ahmadinejad, mientras partidarios de Moussavi han declarado fraude electoral. Hay heridos y al menos un muerto por los enfrentamientos entre policías y manifestantes en contra del régimen y fundamentalmente imputando el resultado. «Hay más demostraciones planificadas para esta semana, y se espera que puedan llevarse a cabo. Es tiempo para una buena dosis de cambio en Irán», nos dice una funcionaria de una agencia internacional monitoreando el desarrollo de la situación.

La elección marca un hito. Abrió un debate sobre el régimen como nunca lo hubo, y es probable que esa senda continúe. El analista Mahan Abedin antes de la elección auguraba en Asia Times: «Para los oponentes de Ahmadineyad  la gran preocupación es que la notoria imprevisibilidad del electorado iraní todavía podría entregar un resultado sorprendente».

Así ha ocurrido, y podría ocurrir que a pesar del triunfo de Ahmadineyad,  Irán se vea menos estático. Es fundamental que las futuras lecturas sobre la política en Irán, por parte de aquellas fuerzas externas que desean el cambio de régimen, estén menos orientadas a su derrocamiento brusco, y se privilegie un espacio de acercamiento para negociar al menos la posibilidad de que las futuras elecciones puedan ser fiscalizadas.

Amadin señala que la contienda era «elegir entre estabilidad y reforma, en oposición a lo que pudiera verse como volatilidad y superficialidad en el cambio. Según Amadin, «Ahmadinejad salió muy bien parado de sus debates por televisión con los otros contrincantes a la presidencia. Su conocimiento de los detalles los demolió. Mientras muchos cuestionan su capacidad de gobernar ahora saben por qué llegó donde llegó».

Los debates fueron una oportunidad para ver las diferencias en la estructura del poder. Para Amadin existe un realineamiento de las alianzas entre las facciones en el régimen. Por el clima previo a la elección con crecientes manifestaciones en contra del régimen, un  triunfo de Moussavi no era descartable, pero si improbable.

Por cierto, el amplio margen de las cifras en favor de Ahmadineyad sorprende, excepto a los  analistas que han seguido paso a paso la dinámica política en Irán, que se juega más allá de las percepciones sobre Ahmadinejad y las de éste sobre  Israel o EE.UU.

De alguna forma tenía todas las de vencer no solamente por tener el aparato de gobierno detrás, sino por la simplicidad y claridad de su lenguaje. Su postura realista frente a EE.UU., Israel y el acecho transatlántico, y su batalla contra la corrupción definían su discurso.

Moussavi, a pesar de tener a su favor el factor fatiga de un régimen sostenido con la cadencia del autoritarismo y la centralidad clerical por más de 30 años,  con su retórica reformista nunca pudo ofrecer la misma claridad del presidente porque el clima excesivamente autocrático no se lo permitía. «Era un reformista con medias tintas. Él fue clave en la instalación del régimen y como reformista aparecía su inconsistencia», nos dice un iraní.

Moussavi representa el socialista de línea dura reformado. Es nombrado Primer Ministro por al propio Ayatollah Khomeini y participa en la fundación del régimen. Abogó por la supresión de la propiedad privada, fue partidario del sistema alimentario racionado con estampillas, y forma parte del grupo ideológico que le  entrega más poder al líder supremo, el Ayatollah. Como procurador jefe de la revolución se le indica como responsable de las ejecuciones de prisioneros políticos en la llamada masacre de 1988, según Amnesty International, citado por MEHR (Misión para el establecimiento de los Derechos Humanos en Irán).

Ahmadinejad ganó la presidencia en 2005 con el expediente de la batalla contra la corrupción generada a partir del apoyo externo insertado en el plan maestro de cambio de régimen propiciado por la Comunidad Europea y EE.UU. Su victoria, con el 62% de la votación, en gran parte se obtuvo a partir de la distorsión producida en las estructuras salariales locales por las actividades de las organizaciones internacionales.

Los presidentes Seyyed Ali Khamene’i (1981-1989), Akbar Hashemi Rafsanjani (1989-1997) Mohammad Khatami (1997-2005), especialmente este último, inician la apertura política con una creciente participación del apoyo externo, que inevitablemente derivó en una promiscuidad político-técnica entre las agencias internacionales y el aparato gubernamental local.

Con el mismo argumento venció esta vez. Los reformistas critican a Ahmadinejad porque les comenzó a trabar el funcionamiento de las redes que generan las agencias internacionales. «A fines de los años 90 y a comienzos del nuevo milenio (antes del ataque a las Torres Gemelas) gran  parte del mundo político y técnico cansado del autoritarismo bailaban la melodía de la reforma», nos cuenta un funcionario del proyecto de cambiar los sistemas políticos en la región. Con el atentado del 11 de septiembre de 2001, la invasión a Irak, y después con el triunfo de Ahmadinejad en Irán, gran parte de ese edificio se derrumba. 

Derrocar el régimen: una obsesión

Las declaraciones de John Bolton en 2007 cuando se desempeñaba como embajador de EE.UU. ante la ONU, reflejan el clima que se estaba generando para derrocar el régimen. «Para actuar sobre Irán, no se necesita de la unanimidad del Consejo de Seguridad de la ONU». 

El 17 de mayo del mismo año, el Daily Telegraph editorializaba insistiendo en que Irán debería ser atacado antes de poseer su poder bélico nuclear. El 6 de diciembre de 2007 a partir del informe de las agencias de inteligencia de EE.UU., se enfatizó la idea de la pronta intervención. El cambio de régimen no tenía acogida en la administración de Kofi Annan en la ONU. La posición del actual secretario general, Ban Ki Moon, no es conocida.

En su discurso al mundo islámico, el presidente Barack Obama reafirmó no ser partidario de forzar cambio de regímenes y en la declaración respecto a los resultados en estas elecciones, dejó establecido que su política de negociación con Irán se mantiene.

En esta elección no se ha sabido de algún tipo de fiscalización externa, por ejemplo de la ONU o de la Comunidad Europea. El blindaje del régimen y las deterioradas relaciones entre  las potencias occidentales agrupadas en torno a la Alianza Transatlántica con Irán, han permitido el desarrollo de la actual situación de incertidumbre.

La ausencia de fiscalización en gran parte se debe al hecho de haber centrado el esquema de negociaciones entre Occidente e Irán en torno a la cuestión nuclear, por una parte,  y a una especie de guerra personal contra Ahmadineyad, sacrificando así cualquier posibilidad de negociar algún tipo de rol fiscalizador en la elección de un país convertido en su dolor de cabeza nuclear.

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