Publicidad
Primavera Árabe en la mira: comunidad internacional en alerta por irrupción del Ejército egipcio en el poder Van cinco muertos y una señal televisiva cuya emisión fue suspendido por las FF.AA.

Primavera Árabe en la mira: comunidad internacional en alerta por irrupción del Ejército egipcio en el poder

Hay quienes temen que el golpe de estado que terminó con el gobierno de Mohamed Mursi culmine también con la revolución democrática que hace un año, con la caída de Mubarak, llegó a Egipto. Obama hizo un llamado urgente a las Fuerzas Armadas a entregar el mandato a un gobierno civil elegido por el pueblo.


En Egipto el panorama es incierto. La irrupción de las Fuerzas Armadas y el derrocamiento del presidente egipcio Mohamed Mursi, quien ya tenía a miles de partidarios enfrentándose en las calles de El Cairo, ha puesto en la mira de los críticos a la que un día fue una celebrada Primavera Árabe. Algunos dicen que el gobierno de Mursi representa el fracaso de la revolución.

Hace un año, Mursi fue electo por un pueblo egipcio lleno de esperanza y confiado en que el nuevo mandato arreglaría la situación que había dejado el depuesto presidente Hosni Mubarak, quien durante sus tres décadas de mandato había ejercido el poder con un control férreo a través del cual suspendió las libertades de prensa y asociación, amplió los poderes de los órganos de seguridad y anuló derechos de civiles y de la clase política. Entonces, también fueron las Fuerzas Armadas las que asumieron el control del país.

Pero la Primavera Árabe trajo aires frescos. El movimiento de índole social demostró que muchas regiones ya no estaban dispuestas a seguir viviendo sumidos en regímenes autocráticos, y clamaban ahora la democracia, igualdad y justicia.

En las primeras elecciones resultó vencedor Mohamed Mursi, de los Hermanos Musulmanes. El nuevo reto de Egipto era entonces conjugar islam, democracia y derechos humanos, en un escenario en el que varios partidos islámicos defienden posturas donde los derechos de la mujer y las libertades religiosas, políticas y personales se encuentran subyugadas.

Sin embargo, tan sólo un año después el nuevo presidente se ve enfrentado también a la presión ciudadana. Varios de sus opositores consideran que su lucha ha terminado en fracaso y que Mursi siguió la misma política dictatorial de Mubarak. Y es que el líder, a poco de asumir, se encargó de blindar su poder, posicionándose por sobre el poder ejecutivo, legislativo y judicial. A este complejo panorama se sumó una crisis económica derivada de la devaluación de la libra egipcia, las altas tasas de desempleo (20%) y el desplome de las reservas de divisas extranjeras.

Otro factor que le valió rechazo al gobierno fue la nueva Constitución, aprobada en diciembre de 2012. Aun que la nueva Carta Magna limitaba el mandato del presidente a ocho años,en lo referido a las libertades y derechos humanos, el texto contiene grandes contradicciones. Los principios de la “Sharia” (ley islámica) son los principios por los que se debía regir la legislación. Se protege la libertad de expresión pero se limita el derecho de practicar la religión. Además, las Fuerzas Armadas mantuvieron sus grandes privilegios. Ante estas señales, seis ministros optaron por deponer sus cargos.

Este miércoles, la olla de presión terminó por reventar. Los militares egipcios depusieron al presidente Mohamed Mursi y suspendieron la Constitución dejando a Egipto rumbo a lo desconocido. Como mandatario interino del país en sustitución de Mursi, los militares designaron al presidente del Tribunal Constitucional Supremo, Adli Mansur, quien deberá convocar y supervisar las próximas elecciones presidenciales. Además, se formará un comité de expertos para enmendar la Constitución.

La intervención militar tampoco ha estado exenta de violencia. Durante la jornada de este miércoles, cinco personas murieron en enfrentamientos en las ciudades costeras de Marsa Matruh y Alejandría, en el norte de Egipto, entre partidarios del depuesto presidente Mohamed Mursi y efectivos del ejército. Cuatro de los decesos en los alrededores del edificio de la Gobernación de la ciudad de Marsa Matruh.

Otra víctima del derrocamiento del gobierno de Mursi fue la cadena catarí Al Yazira. Los servicios de seguridad egipcios suspendieron su emisión en directo tras irrumpir en sus oficinas, ubicadas en la céntrica plaza Tahrir de El Cairo. Los agentes entraron mientras se cubrían en directo las manifestaciones. Además, las fuerzas de seguridad egipcias detuvieron a responsables y presentadores de varios canales de televisión religiosos islámicos en El Cairo y cancelaron sus emisiones.

La preocupación internacional que este hecho ha generado tiene que ver con que Egipto siempre ha sido una pieza clave para mantener la hegemonía norteamericana en Oriente Medio y el norte de África.  Cabe señalar que este país sería el segundo receptor de ayuda militar estadounidense después de Israel (recibe $1,300 millones anuales), al ser considerado por EE.UU. como aliado estratégico y portaaviones continental en Oriente Próximo.

De hecho, el presidente Barack Obama pidió hoy a los militares que devuelvan el poder «a un gobierno civil elegido democráticamente» tan pronto como sea posible así como ordenó revisar la ayuda que Washington otorga a ese país. «Creemos que en un última instancia el futuro de Egipto solo puede ser determinado por el pueblo egipcio», subrayó a través de un comunicado de prensa.

Un mensaje similar envió el Reino Unido. A través de un comunicado, el el ministro británico de Exteriores, William Hague, señaló que «no apoya una intervención militar como forma de resolver las disputas en un sistema democrático» y apuntó que la situación en Egipto es «claramente peligrosa». Así mismo, llamó a responder a las necesidades y clamores de los egipcios con un proceso político «que incluya a todos los grupos en situación de igualdad y que lleve a unas elecciones tempranas y justas en las que todos puedan concurrir y a un gobierno liderado por civiles».

Desde América Latina en tanto, hay quienes también manifestaron su preocupación. Brasil por ejemplo manifestó a través de un comunicado del Ministerio de Relaciones Exteriores, que «acompaña con preocupación la grave situación en Egipto, donde la Constitución acaba de ser suspendida y el presidente democráticamente electo destituido, según comunicaron las Fuerzas Armadas». «Al insistir en la búsqueda de soluciones para los desafíos que serán enfrentados por la población egipcia y en respeto a la institucionalidad, Brasil insta al diálogo y a la conciliación», agregó la nota de la Cancillería.

Y es que hay preocupación de hasta dónde podría llegar la intervención militar en un país que lleva años ya clamando por su libertad y democracia. El jefe de las Fuerzas Armadas del Ejército, Abdel Fattah Al Sisi, quien ahora ha quedado a cargo del panorama, ha señalado que “el Ejército se mantendrá ajeno a la política”. En tanto, los Hermanos Musulmanes, con cientos de miles de seguidores, han prometido dar la batalla. Hay quienes señalan que la conversión democrática del Ejército, enquistado en el poder político y económico, es poco creíble.

En agosto pasado, Mursi ordenó en un movimiento sorpresa el retiro del mariscal Husein Tantaui, quien había dirigido las Fuerzas Armadas desde 1991, así como de su mano derecha, Sami Anan, que pasó a asumir como consejero en asuntos militares. En su lugar colocó a Al Sisi, un hombre más joven que todos sus antecesores en el cargo. Este detalle fue interpretado por muchos como una reforma en toda regla del estamento castrense.

Hoy todo indica que la historia se estaría repitiendo en sentido adverso: el Ejército comandado por Al Sisi devuelve el golpe y retira el poder a los Hermanos Musulmanes en un choque para el cual aún siquiera se pueden predecir las consecuencias.

Publicidad

Tendencias