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Amado Boudou o la maldición de los vicepresidentes argentinos

Amado Boudou o la maldición de los vicepresidentes argentinos

No parece dispuesto a renunciar, pese a que el juez Ariel Lijo lo citó para el próximo lunes como imputado para responder a un delito de tráfico de influencias y enriquecimiento ilícito.


Joven, exitoso y con un promisorio futuro político, Amado Boudou se mostraba dispuesto a comerse el mundo cuando Cristina Fernández le eligió como vicepresidente. Hoy, parece abandonado a su suerte mientras se prepara para comparecer ante la Justicia argentina por un delito de corrupción.

Boudou pasó de ser uno de los funcionarios más próximos a Fernández, con posibilidades incluso de aspirar a la Casa Rosada, a convertirse en el primer vicepresidente en activo en ser reclamado por la Justicia argentina.

«Además de las cualidades personales de Amado, lo he valorado porque lo importante no es haber tenido la misma orientación toda la vida, sino saber cambiar cuando el mundo cambia», señaló Fernández, en junio de 2011, en la quinta presidencial de Olivos durante el anuncio de lo que había sido un secreto durante meses: el ministro de Economía sería el nuevo vicepresidente.

Economista de formación, su carrera en el kirchnerismo se aceleró en mayo de 2008, cuando fue designado director de la Administración Nacional de la Seguridad Social (Anses), el ente estatal que maneja el sistema de jubilaciones en Argentina, con el padrinazgo político de Sergio Massa, ex jefe de Gabinete y hoy adversario de Fernández.

«Y, además, necesito a mi lado a alguien que no le tenga miedo a las corporaciones, a los preconceptos, porque, en serio, ha cambiado el mundo y va a seguir cambiando», añadió entonces la mandataria sobre la elección de «Aime», como el funcionario es conocido entre sus amigos.

En la elección de Fernández pesó el escarmiento sufrido con su anterior vicepresidente, Julio Cobos. Procedente del radicalismo, la idea de situar a Cobos en el cargo fue del fallecido expresidente Néstor Kirchner.

Relegado a un papel honorífico, las pésimas relaciones entre los Kirchner y el «vice» eran tan evidentes que ninguno se ocupaba de disimularlas en público.

Hasta que, en 2008, estalló el conflicto que enfrentó al gobierno con las patronales agrarias, que movilizó a miles de personas en las calles contra el Ejecutivo y llevó a Cobos a adquirir un protagonismo sin precedentes.

En su calidad de vicepresidente y presidente del Senado, desempató la votación más importante del Gobierno «k» en la Cámara Alta, apoyando a las patronales.

«La historia me juzgará. No se cómo. Y que me perdone si me equivoco. Mi voto no es positivo», dijo. Y votó en contra de la presidenta y del Gobierno del que formaba parte. Aún así, no renunció y permaneció en el cargo hasta el final de la legislatura.

Tampoco parece dispuesto a renunciar Amado Boudou, pese a que el juez Ariel Lijo lo citó para el próximo lunes como imputado para responder a un delito de tráfico de influencias y enriquecimiento ilícito por su presunta vinculación con irregularidades relacionadas con la imprenta de papel moneda Ciccone Calcográfica.

Según el auto de citación, las pruebas de la Fiscalía indican que el vicepresidente y José María Núñez Carmona, empresario y amigo del funcionario, habrían adquirido Ciccone mientras Boudou era ministro de Economía, a través de un fondo manejado por un supuesto testaferro, «con el fin último de contratar con el Estado nacional la impresión de billetes y documentación oficial».

Definitivamente, Cristina Fernández no estuvo acertada a la hora de elegir a sus compañeros de viaje. Primero Cobos, que votó en su contra, y después Boudou, que la va a amargar la recta final de su segundo y último mandato.

El analista Rosendo Fraga sostiene que el escándalo, a un año y medio del final del mandato presidencial, «pone en evidencia que el Gobierno enfrenta limitaciones para manejar las causas de corrupción en la justicia y ello puede complicarse más en los próximos meses».

El también analista Carlos Fara considera, en declaraciones a Efe, que «el votante ya ha descontado el efecto Boudou y el caso no será determinante en las decisiones de los electores para las elecciones presidenciales del próximo año».

Aunque Cristina Fernández no es la única presidenta que ha tenido problemas con sus «vices». Su esposo, Néstor Kirchner, impulsó a su vice, Daniel Scioli, a convertirse en gobernador de Buenos Aires, pero se fueron distanciado y hoy Fernández no oculta sus diferencias con su antiguo aliado, dispuesto a dar la batalla por el sillón presidencial.

Desde la sanción de la Constitución argentina, en 1853, el país ha tenido 29 vicepresidentes, y ninguno resultó después elegido en las urnas para ocupar la Presidencia.

No en vano, ya en 1868, Domingo Faustino Sarmiento, antes de asumir la Presidencia, le confesaba a un amigo sus planes para su «vice», Adolfo Alsina: «Será presidente del Senado para tocar la campanilla» y «en cuanto a vice, pienso convidarlo dos veces a comer» porque, continuaba, el cargo es «una precaución inútil».

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