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Sacerdote chileno relata el caos y el horror que se vive en Haití MUNDO DW

Sacerdote chileno relata el caos y el horror que se vive en Haití

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Carlos Basso Prieto
Por : Carlos Basso Prieto Unidad de Investigación de El Mostrador.
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Afuera de la que era su casa asesinaron a machetazos a 14 personas, cuyos cuerpos fueron después quemados. Hoy se encuentra en Santo Domingo, sin poder volver a Puerto Príncipe, debido a que las fronteras están cerradas y, en la práctica, no hay Gobierno.


Resumen
Síntesis generada con OpenAI
El sacerdote chileno Alejandro Pizarro vivió en Haití cuando presenció una brutal matanza que dio origen al movimiento Bwa Kalé, creado para enfrentar a las bandas que controlan Puerto Príncipe. Tras el cierre de fronteras, quedó varado en República Dominicana. Describe un país sin gobierno estable, devastado por la violencia, el crimen y el secuestro. Haití enfrenta una nueva ola migratoria y sufre una grave crisis estructural. Muchos aún esperan que Francia pague su “deuda histórica”.
Desarrollado por El Mostrador

La mañana del 24 de abril de 2023, hace ya más de dos años, el sacerdote chileno Alejandro Pizarro se encontraba al interior de la casa en que vivía en ese momento, junto a otros cuatro curas, en el sector de Canapé-Vert, en Puerto Príncipe, la capital de Haití. Estaba haciendo misa cuando comenzó a escuchar gritos desgarradores, terribles, a pocos metros de donde él estaba. 

Cuando fue a ver qué sucedía, no solo fue testigo de la matanza que se acababa de cometer, sino del inicio del movimiento Bwa Kalé, una suerte de organización popular que se creó a fin de defenderse de los delincuentes que controlan el 90% de la capital. 

–Los pobladores de ahí de mi zona, donde yo vivía, que es como un barrio como Ñuñoa, se organizaron y supieron que venían sujetos pertenecientes a una de las bandas a cometer secuestros. Entonces, lograron capturar a 14 de ellos y los metieron en la comisaría que está al lado de mi casa. Los mataron con machetes y enseguida los quemaron en la puerta de mi casa. 

Si eso ya era impresionante, el religioso relata que igual de impactante fue comprobar que tras ello no hubo peritos policiacos enfundados en trajes de bioseguridad revisando el sitio del suceso (como se ve siempre en Chile), ni Servicio Médico Legal, ni nada parecido. El único servicio estatal que apareció más tarde fue el de limpieza, que retiró lo que quedaba de los restos de las víctimas.

–Los cuerpos estuvieron ahí todo el día, ardiendo, y en la tarde llegó una barredora y se los llevó, y eso fue todo. En todo caso, allá es frecuente lo de los quemados. Es común ver cadáveres quemándose en los caminos y es porque quemarlos tiene por objetivo hacerlos desaparecer, como si nunca hubieran existido. Es algo muy simbólico, muy del vudú –explica.

Tras ese hecho, viajó a una reunión que duraría algunos días, hasta la vecina República Dominicana, pero a poco de llegar allá se cerraron completamente las fronteras y desde entonces el chileno permanece en Santo Domingo, aunque intentando regresar cada cierto tiempo a su lugar de destino original. De hecho, la última vez que lo intentó fue en Semana Santa, cuando no lo logró. 

Un Estado fallido

Hasta 2021, Pizarro se desempeñó como rector del Infocap, la llamada “Universidad de los pobres”, en Santiago. Siempre ligado a la educación, partió a Haití, donde ya había trabajado antes, con el objetivo de organizar un colegio, algo que en esta ocasión resultó extremadamente difícil.

–Primero, las expectativas eran muy altas, pero a los dos meses nos dimos cuenta de que era muy difícil, por el financiamiento y otros factores. Entretanto, yo iba a una escuelita que tenemos allá y que queríamos transformar en algo más grande, por lo que estuve haciendo evaluaciones, revisando, levantando la información, pero luego de cuatro meses ya fue imposible llegar al sector, porque no se podía llegar, dado que comenzaron a haber conflictos armados en esa zona. A los siete u ocho meses de que yo llegara secuestraron a un jesuita, un compañero de mi casa. De hecho, han secuestrado tres jesuitas y cobran caro por devolverlos con vida –detalla, agregando que sacerdotes y monjas están en el top ten de las víctimas de secuestros, porque los delincuentes saben que detrás de ellos existen iglesias que lo más probable es que paguen un rescate por ellos.

A ese respecto, Pizarro explica que, más allá del problema estructural que tiene el Estado de Haití, actualmente se vive una nueva ola migratoria, producto de la violencia ejercida por el crimen organizado que copa Puerto Príncipe, uno de cuyos principales negocios es precisamente el secuestro. 

En medio de ese estallido de violencia fue que se produjo el asesinato del presidente Jovenel Moïse, lo que agravó la situación.

–La seguridad es hoy el tema más crítico, pues paraliza y afecta todo lo demás (salud, educación, etc.). Hay más de 300 bandas activas o por lo menos eso se decía, y hoy están “federadas”. Al comienzo parece que eran brazos armados para algunos grupos políticos, pero hoy son los que mandan a los políticos. Al comienzo se financiaban con los secuestros, pero hoy entró el narcotráfico, al parecer proveniente de Colombia, un paso fácil a Estados Unidos, donde compran las armas con el dinero obtenido y así se mantienen en  guerra con las pocas fuerzas públicas que existen, ayudadas por los kenianos y algunos otros países que han enviado ayuda —comenta en relación a las tropas que, además de Kenia, han enviado El Salvador y Guatemala, para tratar de mantener a raya a las bandas, la más grande de las cuales es la que dirige el famoso “Barbecue”, el exexpolicía Jimmy Chérizier, apodado así justamente porque uno de sus “sellos” es quemar a sus víctimas.

La nueva ola migratoria

Pese a que la situación económica y social en República Dominicana es muy distinta, indica que “así como los chilenos están muy reacios a aceptar migrantes de otros lugares, en Dominicana hay una lucha muy fuerte, muy agresiva contra los haitianos, con deportaciones masivas. El mes pasado hubo 32 mil expulsados de manera muy agresiva, pues los pasean en unos camiones cárceles donde van 60 o 70 personas metidas en el vehículo”.

Dice que es en el contexto del desastre que vive Haití hoy que se inserta la nueva oleada de migrantes que han partido de allí a otros países, como Chile, utilizando sobre todo la visa de reunificación familiar. Sin embargo, relata que la mayoría de ellos usan nuestro país como una especie de puente para luego viajar a Estados Unidos. En ese sentido, asevera que muchos de ellos logran reunir dinero para pagarse el vuelo chárter después de vender todo lo que tienen y con dinero que, por lo general, les mandan familiares ya asentados en EE.UU.

–Una gran mayoría de haitianos tienen familia en Estados Unidos. Entonces, lo que hacen estas familias es tratar de sacar a su gente, porque hoy es imposible vivir así. En el caso de los jóvenes, no pueden estudiar, por lo cual no tienen esperanza.

Pese a todo, el jesuita argumenta que “la resiliencia de la gente es admirable, pero no se ve salida, por lo menos por ahora con la cantidad de problemas que hay por todos lados. El Estado está prácticamente desarticulado. Hoy no hay un Gobierno estable: una comisión de cinco personas se turna cada cinco meses en la presidencia. Esto hace imposible avanzar de manera estable. Hay una promesa que es prácticamente imposible: tener elecciones en 2026 y rearmar el país, pero es como realismo mágico, pues siguen prometiéndolo a escasos meses de su meta”.

En el mismo sentido, dice que la economía es inexistente:

–La mayoría sobrevive gracias a las remesas que envían los familiares desde el extranjero. El comercio es ambulante, y la salud, muy precaria. Hay zonas con hambruna declarada. Salir del país también se ha vuelto casi imposible, pues no hay vuelos regulares y las embajadas están cerradas o sin personal. La única vía es por tierra hacia República Dominicana, pero se necesita una visa que hoy muy pocos pueden conseguir. Todo esto hace que la esperanza, aunque sigue viva en muchos, se apoye más en la resistencia cotidiana que en cambios estructurales reales.

En medio de ese dramático cuadro, recuerda que el principal anhelo de muchos haitianos es que Francia pague la “deuda histórica” que tiene con ellos, que se originó en 1825, cuando Haití obtuvo su independencia del país europeo, el cual accedió a retirarse de su territorio a cambio del pago de una compensación de 150 millones de francos, que aunque se redujo nominalmente, fue aumentando en forma exponencial debido a que, para pagar, el país pidió numerosos créditos bancarios, a tasas exorbitantes. La deuda se saldó en 1947, pero –según la BBC– si el dinero pagado por Haití a Francia se traduce a dinero de hoy, resulta que pagó 21 mil millones de dólares.

Es por ello que muchos en Haití culpan de los problemas estructurales del país a los franceses, y el sacerdote chileno dice que “algunos presidentes franceses han reconocido esa deuda, pero es muy difícil de pagar”. Pese a lo quimérico de la idea, la esperanza de miles, quizá de millones de haitianos, es “que algún día se pague y todo se solucione con ese dinero”. 

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