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Modernidad

Tomás Moulian
Por : Tomás Moulian Premio Nacional de Humanidades y Ciencias Sociales.
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Para quienes cultivan el ejercicio de leer prensa extranjera (lo que en muchos aspectos propende a la depresión, al comparar con Chile), parece evidente que el mundo está en una fase de aceleración, de cambios que van a condicionar no pocas cosas para adelante.

El concepto de «nueva economía», pero sobre todo las nuevas tecnologías y los cambios de hábitos, costumbres, maneras de relacionarnos que traen aparejadas, tarde o temprano nos van a estallar en la cara.

El gobierno algo ha dicho al respecto, también algunos economistas de oposición. Se habla de la posibilidad que tiene Chile de dar un gran salto, de una ocasión propicia que no hay que desperdiciar. Será.

Lo que a veces no calza con ese discurso es el carácter conservador de las élites de nuestra sociedad, lo que hace preguntarse si nuestro país podrá realmente dar ese salto hacia la modernidad -la globalización, la universalidad- con ese lastre que, hay que reconocerlo, frena.

Cuando en Chile abundan tantos líderes empresariales no ya sometidos a las directrices de la Iglesia Católica, sino militando en esa versión dura del catolicismo conservador, como el Opus Dei o los Legionarios de Cristo, uno no puede menos que preguntarse si serán capaces de aceptar al mundo -o las diferencias que tolera el mundo-, para integrarse a él. Un mundo en el que los profesionales cultivan gustos distintos, no pretenden imponer verdades a los demás y toleran la diferencia.

Varios colegios y nuevas universidades privadas, propiedad de grupos como los mencionados, están formando, en teoría, jóvenes para la globalización, pero con un cerebro inquisitorial, o embadurnados de verdades teológicas que suponen una cierta superioridad para determinar lo bueno y lo malo.

¿Serán capaces, mañana, de hacer negocios con un colega extranjero que se ría de los curas -por lo tanto de risibles que tienen-, guste de un buen licor, vitrinee por la pornografía mundial y, por supuesto, considere anacrónico oponerse al divorcio?

Negocios son negocios, dice la máxima. Eso es cierto, pero parte del arte de los negocios es, también, no quedarse al margen, porque de lo contrario se empieza a enteder menos el planeta y, con ello, también menos los negocios.

Polonia, dicen algunos artículos, en su proceso de incorporación a la Unión Europea ha vivido como un problema su conservadurismo, el peso excesivo de la Iglesia. Algunos comparan a Chile con Polonia, y eso debería -dicen- congraciarnos con el Papa.

Tal vez nos llegue una bendición especial. Pero no creo que el parecernos a Polonia nos sirva para insertarnos en el mundo, para dar ese salto que todos, a cada rato, cacarean.

En la televisión por cable, la semana que pasó, entrevistado por Héctor Aguilar Carmín, Mario Vargas Llosa ponía a Ricardo Lagos como el ejemplo de la modernización de la izquierda en Latinoamérica.

Yo no sé si nuestros caballeros empresarios, esos capaces de hacer genuflexiones ante un dictador -Ä„y vaya que las hicieron!- y frenar sus inversiones por la elección de un socialdemócrata, están realmente preparados para aprovechar esta oportunidad de la que todos hablan.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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