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«Transición dulce» (en México)

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La elección de Vicente Fox -quien llega a Chile el próximo domingo- como nuevo Presidente de México es un cambio de proporciones similares al fin del comunismo soviético en la ya mutada Rusia. Sin cortina de hierro y con un pintoresco lenguaje, el PRI gobernó por 71 años ese más que importante país de América Latina y llenó este período de verdaderas tradiciones en el arte de birlar la voluntad democrática hasta crear verdaderos mitos que fueron aceptados por el resto de los países del área y, lo más importante, hasta por los mismos EE.UU. que tanto han combatido la idea de regímenes políticos basados en la existencia del Partido único.



Todo tipo de cálculos y especulaciones se han hecho acerca de lo que este cambio significa. Lo cierto es que no será menor si se piensa que se pone fin a un régimen de 71 años de vida, que ha dirigido la vida, la sociedad, la cultura, la economía de una nación que tiene hoy algo más de 100 millones de habitantes y que es la frontera sur de la mas importante potencia de la Tierra.



Se comienza a hablar ahora de la «transición dulce» en México, para dar la idea de un cambio no traumático, pacífico y sin sobresaltos. Entre los operadores del nuevo equipo se menciona a Jorge Castañeda y a Porfirio Muñoz Ledo, el primero un gran articulista y politólogo de origen familiar priísta y el segundo varios veces Ministro de Estado en Gobiernos del PRI y uno de los artífices de la división que dio origen al PRD (hoy liderizado por Cuhautemoc Cárdenas). Ellos, junto a otros de confianza del nuevo mandatario, dirigen este proceso de traspaso del mando que culminará en diciembre.



Pero, sin menoscabo de muchas otras interrogantes, sería bueno preguntarse qué va a pasar con la situación social y política de México en esta nueva etapa; en la que no habrá el paraguas protector del PRI hacia un gobierno que debe necesariamente y por fuerza de cosas tratar y negociar con el sindicato en todos sus niveles, con un campesinado que muestras ha dado de impaciencia como es la guerrilla del EZLN en Chiapas, en suma, con la sociedad mexicana organizada en todos sus niveles y estamentos, pero que lo hacía en el marco del partido sino único, destinado a gobernar eternamente.



Negociaciones podrán haber muchas y seguramente ya se habrán entablado, pero si el cambio deseado termina negociado por gobernabilidad, no cabe duda que se crearán condiciones difíciles para la credibilidad de quien debe aplicar el cambio prometido. Los nuevos tiempos y la velocidad de la comunicación hacen difíciles el ejercicio del gattopardismo, aquel que popularizó Tommasso di Lampedusa con la célebra frase «que todo cambie para que nada cambie».

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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