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La misión imposible de la Concertación


No se ha acallado aún el estrépito de las elecciones municipales dentro de la Concertación cuando comienza a perfilarse ya el próximo gran forcejeo entre La Moneda y los partidos: la exigencia de rostros nuevos en la planilla de candidatos para las elecciones parlamentarias del próximo año.



Si el escándalo de las indemnizaciones demostró que el poder aburguesó a la Concertación, el análisis detallado de las elecciones municipales reveló que la alianza «progresista» ha terminado más bien como una coalición conservadora, con más apoyo en las áreas rurales que en los centros más dinámicos de la población urbana.



Más allá de los dimes y diretes en torno a la falta de disciplina de las huestes oficialistas, lo que ha comenzado a emerger es que la Concertación, que nació con un sentido épico para soñar un futuro mejor, ha perdido el impulso renovador y carece de rostros frescos y discursos renovados.



La razón de fondo es que la Concertación no ha sido capaz de comprender su propio éxito y ha perdido capacidad de representar las capas más pujantes del nuevo Chile que ella misma ha sabido forjar.



La oposición en cambio ha convencido al país, merced entre otras cosas a su inteligente y abusivo uso de los medios de comunicación de su propiedad, de que la modernidad tiene nombre de derecha, que el espíritu de servicio está del lado de los hijos de Pinochet y que el progreso social es una añeja patraña inventada por ideólogos demodé.



En ese escenario, La Moneda intenta ganar tiempo e imponer algo del liderazgo del Presidente Lagos a las alicaídas directivas partidarias.



Buscar rostros nuevos que al menos den la impresión de que la alianza en el poder se está renovando es una tarea imposible que la Concertación debe realizar en escaso tiempo.



Frente a la impulsiva coordinación publicitaria de los alcaldes «lavinistas», la Concertación debe encontrar, convencer y promover genuinamente a figuras que ahora están marginadas, despreciadas por las máquinas partidarias o francamente asqueadas de las formas dominantes de la política tal como la han realizado los «seniors» de los partidos.



Esta operación, concebida como una forma de proteger la mayoría electoral de Lagos y dar gobernabilidad a su mandato en los próximos años, debe convertirse en algo más que eso: en una especie de apertura de ventanas para que entren los marginados de la Concertación, aquellos que no tienen partido, que no quieren saber nada de militancia ni máquinas de poder, aquellos que todavía tienen más sueños que cargos.



Esa es la misión imposible de la Concertación.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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