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Caperucita prepara propuesta pública


Una soleada mañana, Caperucita vió en el diario un aviso para una propuesta pública. Rapidito, rapidito compró las bases y e invitó a su amigo Perro, que trabaja en un banco, y su amigo Hiena, que tiene un despacho de abogados, a tomar el té.



A su oficinita llegaron 7 enanos, quienes trabajaron y trabajaron día enteros. Mientras un enano revisaba la literatura como idem, otro hacía cotizaciones y calculaba todo el día; el enano más ordenado recibía los curriculae, títulos y otros papeles formando un cerrito. Caperucita puso papelitos con número en una pequeña bolsa para ver quien se hacía cargo de rellenar el marco lógico (ver columna Tecnologías del yo revisited), que son unas hojas llenas de cuadritos y letras que han que llenar y, sobre todo, volver a llenar con una frase distinta para decir lo mismo en la columna siguiente. Al enano seleccionado, le ofreció un pastel de manzana como compensación.



Caperucita llamó a su amiga Gallina, que pone todos sus huevos en la oficina del licitante, pero ella le dijo que no podía arriesgar sus 10 años de huevitos respondiéndole dudas que ya habían sido resueltas en las consultas a las bases de la licitación. Entonces ella se enjugó unas lágrimas con su capucha roja y pasó muchas horas paseando por el parque tratando de indagar el verdadero y profundo sentido de las respuesta a las consultas, algo así como «refiérase a los objetivos específicos».



Después de muchas pizzas traídas a domicilio en la flamante Vespa, los enanos sonrieron y dijieron «Ä„esta propuesta la ganaremos!». Caperucita, prudente, había llamado a sus amiguitos de la competencia por si acaso. Poco antes de tener listos los altos de fotocopias con timbre, sello «original y copia», nombre el mandante, y todo eso, nuestra amiga decidió poner una guinda bien fresca y roja encima para tentar al cliente. Sabía ella que hay que hay tomar riesgos en el verde bosque.



Con su canastita llena de papeles sin olvidar uno que se llama boleta de garantía que le había dado su amigo Perro, se fue cantando por el bosque a ver al Abuelo. Le dijo que estaba agotado, que cuando tienen que llamar a una licitación siempre le pasa eso. Arropado en su traje Hugo Boss, el abuelito le dijo «deja tu propuestita aquí, Caperucita. Yo sé que han trabajado mucho, pero sabes, es el mercado quien decide». Caperucita respondió: «Abuelito, pero no se trata de una propuesta para el gobierno?» «Así es Caperucita, pero sabes que en el verde bosque el rey Mercado es el que manda». Volvió a su oficina, pensando que no hay nadie más libremercadista en el todo el bosque que los funcionarios del Estado.



Mucho tiempo después, el Abuelo mandó una carta diciéndole que la propuesta más costo- efectiva era la unos amiguitos suyos, unos que Caperucita conocía porque jugaban al luche en el mismo club. Con la cara tan roja de rabia que se confundía con su capuchón, Caperucita fue de nuevo a la casa del Abuelo. «Caperucita, le dijo, tu propuesta era la mejor técnicamente, si yo se que ustedes saben muuucho de esto, incluso yo mismo sugerí ocupar algunas de tus ideas en este proyecto- ves como te quiero mucho?- pero resulta que una página del formulario no estaba muy clara, y tus precios están un poquito altos, y mis amigos del legal encontraron que tu firma no era muy legible…» «Ah, respondió Caperucita, entonces por eso se la dieron a tus amigos del Club del Luche? «. «Sí, tú sabes que como ellos han trabajado tantas veces para nosotros, nos dan confianza… y así podemos seguir jugando al luche juntos….». Entonces Caperucita y los enanos y sus amiguitos se enjugaron las lágrimas con la capa roja.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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