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La tentación del cansancio


Hemos pasado un verano y unas vacaciones en que ha habido una especie de sobresaturación de noticias relacionadas con el tema de los presos políticos desaparecidos y, después de terminar una primera etapa del tema, surgió después la denuncia y recurso a la justicia de algunos ex torturados que decidieron denunciar esta grave violación de los derechos humanos.



Resulta hasta abrumador levantarse en la mañana y escuchar un 30-40 por ciento de las noticias de la radio en relación con estos temas, para regresar luego a los noticiarios de televisión del mediodía, de media tarde y de media noche, sin mencionar los foros y debates que se han hecho sobre el tema en los mismos medios de comunicación. Esto se agrava si a uno se le ocurre pensar la noticia o de pronto escuchar una voz amiga que es esposa, hijo (a), nieto o algo de algunos de los buscados en terrenos baldíos, sitios urbanos, orillas de ríos, etc.. Creo inclusive que este tema del medioambiente comunicacional terminó por afectar al propio Festival de la Canción de Viña del Mar, como nos afecta a todos en la más simple de las conversaciones que iniciamos en la vida social de todos los días. Amigos y conocidos con los cuales se podría hablar de literatura, música y otras bellezas de la vida, de pronto irrumpen con una pregunta del tipo ¿y en qué irá a terminar esto…?



Dan ganas de decir, como en los juegos de infancia, «bolita…, esperen un rato y después seguimos». Sin embargo, la verdad es bien otra. Estamos frente a un parto que provoca los mismos temores que un parto real en una primeriza, en su pareja y en su familia. Es un transe doloroso y por eso desagradable, pero que sin dudas la sociedad chilena requiere de sufrirlo para conquistar los espacios de la libertad intelectual, colectiva y personal, que toda Nación civilizada debe tener para seguir generando su propio futuro, sabiendo bien cuál es su presente y sin avergonzarse o esconder su pasado.



Claro es que estamos tentados por el cansancio, pues no creo que haya nadie en sus cabales que le guste hablar y escuchar de crímenes, de torturas, de cuerpos desventrados y lanzados al mar o donde sea, de mujeres, hombres y niños que han llorado por más de 25 años. De hijas o nietos que no pudieron realizarse personal ni profesionalmente porque fueron perseguidos primero e ignorados después por quienes no sólo debían pedir perdón, sino generar también reparación. Cierto es también que el sombro repetido muchas veces cansa, produce fatiga y puede llagar a la náusea. Pero habrá que apretar los dientes y aguantar este chaparrón que es casi como una catarsis total, un psicoanálisis colectivo del que nadie escapa. Lo que viene supongo que será mejor toda vez que se afirme en la Verdad y eso me recuerda a un poeta de Costa Rica que escribió «nunca parece más oscuro que cuando va a amanecer».



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  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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