Carta a Theo (Valenzuela)
Querido y admirado amigo: me entero, por El Mostrador.cl, que se ha organizado una buena polémica en las ocho manzanas por tus declaraciones, un pelín críticas, sobre el reparto de cargos oficiales en tu querida Sexta Región.
Veo que tus legítimas quejas sobre el desequilibrio en los nombramientos recaídos en el PPD en este lifting del gobierno de Lagos han sido interpretadas de la única manera que se pueden interpretar las palabras de un político, es decir, de la peor forma. No creo que te sorprenda. Bien sabes desde aquellos tiempos que compartimos en la Escuela de Periodismo que la verdad no es como es, sino como la cuentan.
Pero como te conozco, no puedo creer que te estés quejando de que haya pocos pepedés en las gobernaciones y en las intendencias. Y aunque eres uno de los tipos menos egoístas de la Tierra, algunos de los jerifaltes de tu partido dicen que pareces decé mostrándote así de quejoso. Que los achaques del cuoteo político hay que dejarlos para el ex partido-más-grande-de-Chile, que eso no es propio de una formación moderna, laica, solidaria, disciplinada y bien engrasada como la que diriges desde la secretaría general.
Viejo Theo, desde aquí en Madrid, donde hay una ola de frío siberiano que deja pegadas las moneditas nuevas de euro en los dedos (la peseta ha desaparecido casi al mismo tiempo que el peso argentino), se te ha entendido claro, fuerte y rotundo.
El problema no es que haya pocos cargos ocupados por tu partido, el problema no es que el presidente sea «poco cariñoso» con el PPD, ni siquiera que la palabra cuoteo sea mala y la palabra equilibrio sea buena. El problema, viejito querido, es el presidente. No Lagos, no este presidente en particular, sino el presidente ontológico de la República de Chile, el que sale descrito en la Constitución desde 1833, que presta su cara cada seis años para llenar los marcos que hay colgados en los colegios, las oficinas de correos y las dependencias públicas, y se convierte en estampita cuando es ungido con la banda presidencial.
Tienes razón. Algo debe estar mal en nuestro supuesto régimen representativo si tu partido tiene una espléndida votación en la Sexta Región (dos de cuatro diputados y siete de quince alcaldes) y ninguno de sus hombres o mujeres encabeza la gestión directa de la zona.
En Alemania, el habitante de cualquier länder -ni te digo en la España de las autonomías- se llevaría las manos a la cabeza ante tal despropósito. Pero estos son los datos absurdos de nuestro Estado unitario, de nuestro presidencialismo de derecho divino, de nuestros tímidos y falsos procesos de descentralización destinados a perpetuar la hegemonía de ese infierno llamado Santiago que devora a los hombres y las energías de nuestras regiones derrochando y malgastando en nombre de un falso escaparate nacional.
Cuando Martínez de Rozas fue de Concepción a Santiago a escribir la primera carta constitucional, Los Larraínes, que eran más de 300, se encargaron de fastidiarlo para perpetuar la supremacía de Santiago, que era la capital de la aristocracia castellano-vasca simplemente porque les quedaba cerca de sus haciendas. Enredaron a Carrera y O’Higgins el tiempo suficiente para que Santiago se hiciera esencial para Chile, se olvidaran las lealtades realistas de los políticos santiaguinos y para que la ciudad de Concepción, que prestaba el auténtico espíritu revolucionario, músculo militar y una sociedad mucho más equilibrada, quedara en el olvido.
Desde ese día la oligarquía chilena impuso su visión de un país tributario de Santiago. Y nada la ha cambiado. Nuestro presidencialismo es simplemente la manera constitucional de formular esta realidad ancestral.
Hablar de democracia en las regiones de Chile, Theo, es una burla cruel. Su gobierno es conducido por intendentes y gobernadores que son meros secretarios administrativos del presidente de la República. De nada sirve que el presidente les ordene salir a terreno, si cada vez que pisan una bosta de vaca se acuerdan de lo cómodo que es el pavimento de Providencia.
La máxima representación democrática en las regiones la ostentan los alcaldes, que tienen legitimidad electoral pero no dinero ni poder ejecutivo suficiente. Fuiste alcalde de Rancagua, y sabes de toda la burocracia de seremis y gobernadores que se interpone entre una autoridad elegida democráticamente (el alcalde) y otra (el presidente). Es una burocracia paralizante, ocupada en mantener las posaderas firmes en su asiento.
Este esquema conduce a nuestras regiones a la ruina y perpetúa a Santiago como gigantópolis. De nada sirve llevarse el Congreso a Valparaíso, pues la fronda santiaguina volverá a traérselo. Podríamos ensayar y enviar la Escuela Militar a Arica, la Corte Suprema a Concepción, el ministerio de Agricultura a Osorno y el de Minería a Antofagasta. No sería extravagante: gente tan seria como los alemanes lo han hecho durante muchos años. Es todavía menos difícil hoy cuando todos estamos a una tecla de distancia.
El problema de fondo es político. La auténtica reforma administrativa, la verdadera descentralización de Chile, sólo ocurrirá cuando el presidente de la República renuncie a designar a las máximas autoridades de las regiones y las provincias y devuelva ese derecho a sus pueblos respectivos. El jefe de gobierno debe contentarse con tener un delegado personal de rango menor en cada provincia que sea responsable de cuestiones muy concretas: la seguridad, el orden público y unas pocas materias más.
He aquí el déficit democrático de nuestra realidad regional. Por eso me gustó que hablaras de que tu Sexta Región no cree «en el presidencialismo sin contrapeso». Pienso que en mi región, la Décima, tampoco creen en él, aunque yo no represento a nadie más que a mí mismo. Pero la gente que no vive en Santiago está harta de costear líneas de metro que no llegan a Puerto Montt.
Pusiste el dedo en la llaga, le tocaste la cara al poder presidencial -que no al presidente- y eso, no te equivoques viejo Theo, no veas como molesta en las famosas ocho manzanas.
* John Müller es director de El Mundo Radio y subdirector del diario El Mundo de Madrid.
__________________
Vea otras columnas del autor
- El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.