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Huara y la Unión Europea


Nunca me había tocado en suerte sentir en la profundidad de la base social el impacto e interés que puede suscitar nuestra política internacional. Muchos de ustedes ni siquiera ubicarán en la memoria o el mapa a nuestro querido pueblo pampino de Huara. Es una pequeña localidad de casi mil habitantes, capital de la comuna del mismo nombre, incluyendo en sus territorios la caleta de Pisagua. La mayor parte de sus agricultores -léase bien, agricultores- en pequeños valles que semejan a oasis saharianos pertenecen a la etnia aymara. Celebraban el «día del agricultor» y querían saber en qué consiste eso del exitoso modelo agroexportador, que tanto luce en las cifras que privados y gobierno entregan mes a mes.



Ellos piensan y creen que en la misma medida en que aumenten nuestras exportaciones, su oferta de productos va a tener más espacio en los mercados locales y regionales, y eso naturalmente les ayuda a pensar con más optimismo en el futuro cercano.



Me falta elocuencia para describir la soledad de Huara en la inmensidad de nuestra pampa, pero sí me quedó claro que en medio de la desolación del desierto desventrado por el pasado salitrero y los hoyos de otras prospecciones mineras hay un pequeño grupo de chilenas y chilenos que siguen creyendo que los productos de la tierra, el verde de las plantas, es algo más humano y valioso que piedras más o piedras menos que se arrancan y venden para producir riqueza en otros lugares del mundo, menos aquí.



Muchas injusticias deben ser reparadas a nuestras etnias originarias, pero me atrevo a sugerir ésta y muy modesta: el pueblo aymara requiere un ministerio de Agricultura cada vez mas dinámico que disponga de los medios suficientes y les haga más praderas para sus llamas, alpacas y vicuñas; que les recupere los suelos degradados, que les brinde apoyo para que sepan mejor a que apuntar sus producciones y que, aún no siendo exportadores en sentido directo, sean también beneficiarios de esta etapa nueva que simboliza nuestro acuerdo con la Unión Europea.



Si en esa tarea nos embarcamos todos, en un mediano plazo no tendremos que hablar de milagros extranjeros (como el israelí) para ver el milagro de la vida en medio de las pampas y los cerros.



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  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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