Publicidad

El ladrón del jarrón

En el caso Corfo-Inverlink están presentes todos y cada uno de los vicios de la Concertación: negligencia en la administración del patrimonio fiscal, nepotismo, mecanismos de control ineficientes o, peor aún, inexistentes; ineptitud de las máximas autoridades, incluido el directorio de Corfo, y falta de coraje para asumir sus responsabilidades; ocultamiento de información, manipulación comunicacional; etc.


Suma y sigue la tragicomedia protagonizada por el gobierno de la Concertación. Claro que de los modestos 15 millones de pesos mencionados en el primer capítulo, aquel de las «coimas», nos enfrentamos, ahora, a una escena en la que un funcionario público se ha robado un «jarrón», avaluado en Ä„70 mil millones de pesos!



En el caso Corfo-Inverlink están presentes todos y cada uno de los vicios de la Concertación: negligencia en la administración del patrimonio fiscal, nepotismo, mecanismos de control ineficientes o, peor aún, inexistentes; ineptitud de las máximas autoridades, incluido el directorio de Corfo, y falta de coraje para asumir sus responsabilidades; ocultamiento de información, manipulación comunicacional; etc.



Es evidente que hay un manejo desprolijo e ineficiente del gobierno con el patrimonio nacional, porque en esta administración se han dado todas las facilidades para que actúen con impunidad ladrones, coimeros y traidores de la confianza de sus superiores.



Da vergüenza ajena oír las declaraciones de algunos parlamentarios que culpan al poder del dinero, a la derecha económica y hasta al mercado, de uno de los mayores fraudes al fisco del que se tenga conocimiento en nuestro país, una explicación absurda, falsa y pasada de moda. Pero ya conocemos la irremediable manía de la izquierda de culpar a los privados de todos los males y con ello eludir sus propios pecados.



En cuanto al parentesco del responsable de Corfo con el Presidente Lagos, digamos, simplemente, que nepotismo viene del latín ne-potem, o sea «el que no puede». Efectivamente, la máxima autoridad del país no puede ubicar a sus parientes más cercanos en cargos públicos, primero porque la ciudadanía lo entiende como un abuso de poder, como un favor inmerecido, aunque en rigor el pariente sea un profesional talentoso, trabaje y se gane su sustento honradamente. Y porque se arriesga a estar en la vergonzosa situación que actualmente vive el presidente Lagos.



Por si fuera poco el daño fiscal y moral que implica el desfalco a Corfo, el país debió enfrentar el pésimo manejo del gobierno, al punto de arriesgar a nuestro sistema financiero, que hasta ahora se ha caracterizado por su seriedad, y con ello al patrimonio de miles chilenos. Ocultó información vital para los inversionistas durante 72 horas y luego puso un fósforo enfrente de un paquete de dinamita, al asegurar que el fisco no perdería un peso.



Se ha dicho que fue un error comunicacional; me parece una explicación algo ingenua, creo que en La Moneda, puestos entre dos caminos, el de asegurar la estabilidad financiera de Chile y el de salvar el propio prestigio, optaron por este último.



El criterio que privilegió la Concertación para enfrentar la crisis fue el más egoísta de todos, el de salvarse a si mismos. Como si se tratara de un juego de niños, han tenido el atrevimiento de contarnos esa ridícula alegoría del jarrón, demostrando por lo demás una ignorancia suprema respecto del funcionamiento del mercado de capitales.



Con la soberbia y arrogancia que los distingue, subvaloraron la capacidad de la ciudadanía de entender, desde el principio, que un organismo público falló, imperdonablemente, en sus controles y que su negligencia pudo haber desatado un drama económico de proporciones.





Vea otras columnas del autor

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias