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Biotecnología y desarrollo agrícola

A mediados de los años 80 y sobre todo en los años 90 empiezan a desarrollarse en el mundo un conjunto de nuevas tecnologías, entre ellas la ingeniería genética, que vienen a configurar la moderna biotecnología que empieza a cambiar la dinámica biológica a partir de la cual se realiza la agricultura.


Durante las últimas cuatro décadas, el desarrollo tecnológico de las actividades agropecuarias ha tenido como fundamento principal la base tecnológica generada en la revolución verde. Ello ha sido así en las distintas agriculturas del mundo y también en la agricultura chilena. Esta base tecnológica ha tenido como objetivo aumentar los rendimientos de los cultivos a través del mejoramiento genético obtenido por cruzamientos de plantas previamente seleccionadas y una alta utilización de insumos, fundamentalmente de fertilizantes y pesticidas.



A mediados de los años 80 y sobre todo en los años 90 empiezan a desarrollarse en el mundo un conjunto de nuevas tecnologías, entre ellas la ingeniería genética, que vienen a configurar la moderna biotecnología que empieza a cambiar la dinámica biológica a partir de la cual se realiza la agricultura.



Como toda nueva tecnología, la biotecnología representa oportunidades y riesgos, los que son precisos de evaluar y procesar con inteligencia y responsabilidad. No cabe duda, en este contexto, que la biotecnología constituye un potente elemento para mejorar la competitividad de algunas actividades sectoriales, toda vez que sus aplicaciones son enormemente amplias y diversas. Estas aplicaciones pueden ser, entre otras, el mejoramiento genético de plantas y animales, el diagnóstico de plagas y enfermedades, la sanidad animal, el mejoramiento de la calidad de los productos, y la utilización de las plantas como factorías.



En este marco de nuevas tecnologías, son aquellas asociadas a la transgenia las que representan una especial controversia. Si bien no existen antecedentes científicos que sustenten los temores de algunos, y organismos internacionales como la FAO y el IICA los promueven como una buena manera para eliminar el hambre en el mundo, los organismos genéticamente modificados son mirados con sospechas por los consumidores de ciertos mercados importantes del planeta.



En el uso de las biotecnologías existe una interesante oportunidad para mejorar la competitividad de la industria de recursos naturales y es por ello que el Ministerio de Agricultura apoya su desarrollo con distintas iniciativas desplegadas a través de sus instituciones. En el caso específico de la transgenia, la política ha sido la autorización sólo del cultivo de semillas para la exportación y la realización de ensayos de investigación. Actualmente se debate en la Comisión Nacional para el Desarrollo de la Biotecnología la posibilidad de flexibilizar esta política de tal forma que, orientada por el criterio de la cautela y del análisis caso a caso, se permita la liberación comercial de cultivos transgénicos. Ello, en el marco de las debidas evaluaciones de riesgo y las correspondientes medidas de bioseguridad para garantizar el uso seguro de los productos derivados de estas tecnologías, tanto para el consumidor como para el medio ambiente.



El principal argumento a favor de una flexibilización de la política de cultivos transgénicos es la reducción de los costos de producción en los rubros en que se utilizarían y evitar la pérdida de alguna de nuestras ventajas comparativas que se estarían produciendo con la aplicación de la transgenia por parte de países competidores. Desde el punto de vista contrario, se enfatiza en las consecuencias que en la imagen de nuestros productos de exportación originaría la producción comercial de tales cultivos y en los costos de segregación, de trazabilidad y de rotulación que implicaría demostrar que ciertos productos son no transgénicos.



Finalmente, es preciso señalar que de definirse una incorporación gradual de cultivos transgénicos en Chile ésta debiera implementarse garantizando el desarrollo de una agricultura mixta, en la cual la agricultura orgánica, la agricultura en base a las buenas prácticas agrícolas y la agricultura transgénica tengan espacio y puedan ser ejercitadas. Los marcos regulatorios y la institucionalidad para el desarrollo de estas agriculturas tienen entonces una relevancia central para que esta apuesta sea posible y así se realice en plenitud el potencial agrícola chileno. Ello exige también invertir crecientemente en investigación y en la formación de recursos humanos en estos ámbitos, aspectos centrales de una política de desarrollo biotecnológico para el sector silvoagropecuario.



(*) Subsecretario de Agricultura.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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