Publicidad

Una fábula sobre aliados


La gallina y el cerdo, habitantes orondos y satisfechos de un sembradío cualquiera cercano a la capital, divagaban una tarde sobre la amistad cívica que férreamente los unía. Mientras caminaban pausadamente bajo una refrescante arboleda, intercambiaban conceptos e ideas sobre la mejor forma de proyectar, profundizar y consolidar en el tiempo la alianza que los mantenía como líderes incontestados de la fauna del lugar.



En eso estaban, aparentemente divagando en forma amigable y distendida, cuando de pronto y sin mediar preámbulo ni aviso aparente, aunque de modo claramente premeditado y consciente, la gallina sorprendió al cerdo con un discurso de más o menos el siguiente tenor:



-Sabes, mi querido amigo, camarada y aliado -comenzó diciendo, como que no quiere la cosa, el ave de corral-. Ambos hemos gobernado esta granja apaciblemente y de un modo tal que ya casi nadie recuerda que en el pasado fuimos encarnizados enemigos, ni que fue la propia adversidad la que nos convirtió en aliados, primero tácticos y luego estratégicos. En todo el tiempo en que estamos al mando del lugar nuestra unidad se ha ido consolidando, de eso no cabe duda. ¿Te acuerdas, mi querido chanchito, cuánto nos costó sacudirnos la ominosa tiranía del perro? De ese quiltro que hoy yace viejo, desvencijado, loco y desprestigiado, abandonado a la orilla del camino esperando ser bendecido con la muerte… Ä„Quién lo hubiera imaginado tan solo unos pocos años atrás!



-Tú estarás de acuerdo conmigo en que en todo este tiempo, diferencias más o menos, hemos caminado juntos y construido grandes y magníficas obras. Especialmente creo yo, si me lo permites, mientras correspondió a exponentes de mi corral ejercer el liderazgo. Por todo lo que hemos realizado se nos respeta, y hasta sospecho que hasta se nos quiere y admira. Como todos reconocen, incluso hasta algunos antiguos y olvidadizos aliados del quiltro de marras, desde que estamos al mando las cosas marchan como es debido, e incluso mejor. Todo funciona en orden y paz, nadie es sacrificado y nuestros derechos animales más elementales son respetados. Además, nuestras condiciones de existencia progresan a un punto tal que no pocos consideran la nuestra como una auténtica granja modelo. De modo que no veo en el horizonte cercano algún peligro que amenace nuestra hegemonía. Mucho menos me preocupan los arrestos desafiantes de ese pretendido gallo de pelea, antiguo e incondicional amigo del perro, que en algún momento quiso amagar nuestro poder y ahora se propone insistir en su empeño.



-Como bien te consta, yo he aceptado de buen talante y sin mucho cacareo que en esta vuelta tú y tus congéneres hayan asumido el liderazgo. En primer lugar, porque que así lo han querido nuestros hermanos animales y, nobleza obliga, no he podido menos que acatar su voluntad soberana.



-Pero de un tiempo a esta parte, te lo confieso, advierto que me invade una cierta incomodidad- continuó diciendo parsimoniosamente la gallina-. He estado haciendo consultas informales por aquí y por allá, encuestando, por decirlo así a los miembros del vecindario, y tengo razones para pensar que en el próximo periodo los habitantes de esta granja volverán a favorecer a tu familia con su apoyo. Y es justo que te diga, y perdona la franqueza, que ni yo ni los numerosos miembros de mi corral nacimos ni estamos disponibles para ser segundones.



-Había pensado en pedirte, en buena onda, que ustedes declinaran voluntariamente vuestra primera opción en nuestro favor para así resolver de una buena vez este incordio, pero no te veo para nada dispuesto a un gesto de desprendimiento semejante. Al contrario, muy seguro de tu triunfo, he sabido de buena fuente que andas pregonando por la parcela que estás dispuesto a competir conmigo para ver quién enfrenta al gallo. ¿No estarás, supongo, queriendo intentar humillarme con un resultado que me apabulle? Debo desde ya notificarte que de comicios internos ni hablar. Mucho menos estamos dispuestos para tomar decisiones sobre la base de presuntas opiniones mayoritarias, cuya autenticidad no nos consta para nada, y menos aún si sus guarismos no nos favorecen.



-Es claro que tampoco te avienes a que discutamos esta cuestión como los seres maduros y políticamente experimentados que somos. O sea, a que nos juntemos unos cuantos mandamases y tomemos una decisión que no amenace con romper nuestra alianza. Dicha fórmula, debo decirte, no me parece que pueda ser otra que una que designe a alguien de mi corral como nuestro representante en el torneo electoral venidero. Yo estoy que corto las huinchas y te advierto que ni yo misma sé lo que puedo llegar a hacer, si me arrastran el poncho más de lo debido. Podría hacer que volaran plumas, y no precisamente de las mías. Hay incluso algunos descolgados de la jauría del perro que me andan haciendo guiños, pero hasta el momento me estoy dejando querer, nada más.



-Noto que ni siquiera te han hecho mella mis argumentos en pro de instaurar un sistema de turnos justos, limpios y equitativos que le den sustentabilidad y gobernabilidad a la vida en la parcela. Dos turnos consecutivos nosotros, uno para ustedes, otro nosotros, otro nuevamente para nosotros, en fin… Para que seguir argumentando si nada te convence y a toda sugerencia justa y patriótica insistes en hacer oídos sordos.



-No está en mi ánimo provocar una catástrofe. No soy el flautista de Hammelin ni lo parezco. Así es que no creo que nadie de la familia gallinacea esté verdaderamente disponible para marchar al son de mi flauta al despeñadero. Así es que luego de darle muchas vueltas al asunto, y en un ejercicio de realismo y sobre todo de generosidad, que espero sabrás aquilatar, llegué a la conclusión de que lo mejor que puedo hacer, como ofrenda a nuestra amistad, a nuestra alianza y nuestro compromiso unitario, es allanarme a darte la pasada. Cosa que, como comprenderás, hago con intenso dolor de mi contre.



-Pero además, como complemento de mi generosidad y altruismo político, debo proponerte que esta vez, y como condición sine qua non del compromiso mutuamente beneficioso que pongo sobre la mesa, nos pongamos previamente de acuerdo en todos los otros detalles. Quiero decir que nos repartamos de modo previo y amigable todos los cargos de la administración de la parcela, incluidos por cierto los cupos de la asamblea de todos los animales. Cuestión esta última que me importa sobre manera, por razones que no hace falta detallar, pero que se relacionan con mi ventura personal y la de mis más cercanos.



-Como no se trata de proceder a nominar así como así, sino de actuar responsablemente, como demostración adicional del espíritu de generosidad que me embarga, creo que debemos hacernos cargo de la manutención de nuestros colaboradores, asunto que me parece justo y necesario. De modo que después de darle muchas vueltas al asunto, se me ha ocurrido que constituyamos una empresa para la producción de alimentos destinados a este fin, a cuyo funcionamiento concurramos ambos equitativamente, proporcionando los insumos necesarios.



-He pensado en todas las posibilidades y detalles del emprendimiento que tengo en mente, así es que te propongo que abastezcamos a nuestros colaboradores con panes con jamón, queso y huevo. Evidentemente, yo aportaré diaria y religiosamente con un huevo de mi propia producción, mientras que tú, naturalmente, deberás hacerlo con el otro ingrediente, o sea con el jamón. Ya he hablado con mi amiga la vaca, la que pese a su tamaño pesa poco en este asunto, quien a cambio de una tajada de la torta ha accedido gentilmente a proveer la leche, que el conejo se ha comprometido a batir para producir el queso necesario. Así es que tenemos todo asegurado para producir nuestro «aliados». Qué te parece, mi amigo, te satisface el acuerdo global que te propongo?



El cerdo se quedó mirando a la gallina con sus ojillos tristes y azules de siempre, tratando de separar una cosa de la otra de cuantas acababa de escuchar. Como la primera parte de la oferta lo satisfacía y tranquilizaba no reparó demasiado en los términos de la segunda. Así es que se apresuró a aceptar la propuesta de buen talante, tras lo cual comenzó a alejarse moviendo la cola, seguido por la mirada burlona de la gallina.



De pronto el cerdo se detuvo bruscamente y mirando fijamente a la gallina le dijo: Un momento, amiga mía. ¿De que se trata todo esto? Ahora que lo pienso mejor la idea que me propones al final no me conviene en lo absoluto. Sería creo yo, como suicidarme de a poco. Considera que mientras tú te limitarías a poner un huevo, cosa que haces naturalmente y sin mucho dolor, y la vaca aportará con la leche, la que también produce diariamente sin problemas ni sacrificios.. Yo, por mi parte, para poder hacer la contribución que me pides debería al menos cortarme una pierna cada vez. Así es que ni hablar, olvídate de ese asunto, que yo me propongo presumir que nunca me has propuesto algo semejante.



-Así que con que esas tenemos- cacareó la gallina batiendo las plumas de sus alas con aire molesto. Veo que has vuelto a tus viejas prácticas egoístas y sectarias con visos antidemocráticos que lindan en lo totalitario. Esas mismas conductas que nos llevaron al colapso, la ruina y según algunos, hicieron inevitable la tiranía del perro. Te conmino a pensarlo mejor. Si no hay acuerdo en este punto, pues debes saber que tampoco hay acuerdo de candidatura única. Así es que apróntate a la pelea, que va a ser dura y duradera.



_________________



* Carlos Parker Almonacid es cientista político

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias