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Reflexión moral


En estos días celebramos el día internacional de la mujer y muchas casas comerciales nos ofertaron chocolates, rosas, un fin de semana «con ella» y una amplia variedad de productos para agasajar a nuestras féminas.



Por cierto, nadie o muy pocos se acordaron -seguramente ninguna vitrina en la que se exhibe la fantasía de un mercado libre y democrático- que hace casi cien años un centenar de mujeres norteamericanas murieron calcinadas por luchar por sus derechos; que otras dieron una pelea feroz por el reconocimiento de su calidad de ciudadanas, con derecho a elegir y ser elegidas, esto es, ocuparse de los asuntos de la polis. No vi un sólo homenaje público a nuestras mujeres, que un día de la primavera de 1973 iniciaron la búsqueda de sus hijos, hermanos, esposos o amantes. Muchas murieron en esa lucha y otras más sin saber ¿donde están?, la misma pregunta que se hicieron las madres de mayo y la respuesta pendiente de la transición chilena y latinoamericana.



Hoy dando los primeros pasos en este siglo XXI, Chile tiene una posibilidad histórica de elegir a una mujer como Presidenta, entre dos destacadas mujeres publicas que disputan -en buena hora y esperamos a través del sufragio masivo y simultáneo- el liderazgo del proyecto político de la Concertación.



Otra mujer, esta vez una chica, me comentó en este verano que se apaga, lo impactada que se encontraba con la suciedad de las playas del Estado de Bahía: latas de cerveza, botellas de agua, cajas de jugo, envoltorios plásticos, condones usados y todo tipo de restos, como si dichas playas fueran un gran vertedero, en un lugar que muchos se apuran en calificar como paraíso.



La descripción, que tuve la ¿fortuna? de comprobar, me pareció justa y políticamente correcta, como son en general los diálogos a la orilla de una playa, al son frenético de la expresión acústica del candomble.



La chica, exigió la atención de quienes estábamos presente para plantear un asunto que la había impactado ferozmente en las calles de Salvador. Yo pensé que se iba a referir a la brutal pobreza expuesta sin pudor a los turistas o bien, la exhibición de niños y niñas ofertando sus servicios sexuales a algún visitante norteamericano o europeo, a pesar de la advertencia pública que se hace en los hoteles de la ciudad.



No era nada de aquello.



«Me siento acosada por los negros, o sea nunca había estado rodeada de ellos, o sea tú entiendes, no soy racista, -se apuró en definirse-, pero son tantos, exudan un olor distinto…» Advierto que estoy blanqueando los juicios de nuestra compatriota… «En el fondo siento que se me acercan porque soy como blanca, cachai, y uno se reconoce con sus iguales y siempre aspira a estar con los que son superiores, o sea no digo que los negros sean inferiores…»



¿Estarías dispuesta, pregunté para entender su punto, a que tus hijos vayan a un colegio mayoritariamente de chicos negros?». «No», respondió sin dudarlo, «es simple, es como si fueran a un colegio con niños de La Pintana. Tú me entendís…».



La verdad, no.



Luego continuó su monólogo con la necesidad de crear conciencia para cuidar el medio ambiente, lo importante que resultaba el protocolo de Kyoto y, como remate perfecto de un buen juicio moral de verano, afirmó que todo comienza por la educación.



Los negros revoloteando alrededor de ella me parecía una imagen que no podía sacar de mi cabeza. Había leído hace poco la nota sobre la muerte de Hunter S. Thompson y pensaba en una imagen memorable y delirante de la película Pánico y Locura en Las Vegas, basada en un viaje lisérgico de éste con un amigo a través del desierto estadounidense, espantando dinosaurios y toda clase de animales prehistóricos voladores que turbaban su vista. Sin ocultarlo, me imaginaba a esta chica y su amiga caminando por las calles de Pelourinho asediadas por negros voladores, hombres, mujeres y niños, que reclaman ser vistos con toda su belleza y con toda su miseria.



Dije algo como que el gran número de negros se debía a que Salvador fue en el pasado una bolsa de comercio, que transaba esclavos, así como Kyoto será la bolsa que transará la cuota de basura que cada país tiene y puede vender.



El diálogo que traigo a colación, es de sólo hace unos días. Claro, alguno podría creer que relato un debate sobre filosofía moral respecto de los sujetos de derecho en el sur norteamericano de fines de los cincuenta e inicios de los años sesenta, pero no. Estábamos hablando sobre derechos civiles, un debate pendiente, al parecer, en el Chile del siglo XXI, el mismo que tolera que nanas peruanas trabajen al margen de normas de protección laboral y, que considera que los «cholitos» pueden amenazar nuestra fuerza de trabajo, bastante golpeada, a pesar de las buenas cifras que exhiben los diarios especializados en economía.



Traté de explicar que la idea kantiana de temporalidad de los sujetos dignos de ser titulares de derechos, se rompe con la convención de Aahrus, garantizando el derecho al medio ambiente a las generaciones futuras.



Agregue que este debate, si bien pendiente, puede esperar aún un rato más, pues estamos dando por sentado un consenso moral sobre derechos humanos en sentido fuerte, de aquellos sujetos diversos racial, étnico, ideológico, espiritual o sexual. Tal consenso no existe y esa es precisamente nuestra fantasía liberal de un Estado de Derecho Democrático.



La violación de garantías fundamentales a prisioneros de guerra en Guantánamo; la muerte en el exilio de disidentes del régimen castrista; la activación muy diligente del Ministerio Público en contra de mapuches acusados de la comisión de delitos tipificados como terroristas o, más brutal todavía, el plazo impuesto para cerrar procesos por delitos amparados por convenios internacionales con estatuto de imprescriptibles e inalienables, no disponibles ni transables, nos permite apreciar que el debate de los derechos de nueva generación está bastante cercano a la especulación teórica, mientras aquellos derechos decimonónicos o de primera generación sean un pacto efectivo y tutelado jurisdiccionalmente.



Así, a más de medio siglo de que las mujeres conquistaron el derecho a sufragio, la cuestión de la legitimidad del diverso, su respeto y promoción son asignaturas pendientes para este marzo y, creo, que para varios más.



En una cosa esta chica de Morro Sao Paulo y yo habíamos estado de acuerdo: el Chile del siglo XXI exige rostro de mujer, claro que, se molestó bastante cuando le propuse pensar en nuestras presidenciables como negras o indígenas.



Confundida, no contestó sí votaría por una mujer si ésta fuera mapuche.



¿Y usted?… piénselo un momento.



Un minuto …



Ha muerto Gladys Marín



¿Perdón, decía?.





Luis Correa Bluas es abogado. Master en Derechos Fundamentales por la Universidad Carlos III de Madrid. Magíster (c) en Derecho por la Universidad de Chile.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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