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La soberbia ignorancia de Villouta

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Falsa e ignorante son los calificativos más apropiados para una columna escrita por José Miguel Villouta en la última edición de La Nación Domingo. Al hacer un seudo análisis sobre las relación entre los medios y las minorías sexuales, el rebelde de causas imprecisas afirma que, aparte «de un festival de cine en el Alameda y un desfile callejero», el resto de las actividades homosexuales no tienen espacio en los medios, lo cual, a su juicio, es una falla de los representantes de tal sector.
Nada más alejado de la realidad y nada más demostrativo de que Villouta es un consumidor activo de los medios o secciones faranduleras. De otra manera, es inexplicable tan burdo desconocimiento.



Teniendo sólo como ejemplo a los últimos dos años, los hechos que más acapararon la atención de la prensa han sido de los más variados y no son ni siquiera a los que Villouta hace referencia.



Sobre la base de seguimientos y estudios es posible aseverar que las noticias y debates con mayor cobertura, ajenos a la farándula, han sido por ejemplo el proyecto de ley de unión civil, la lucha de los gays por donar sangre en los bancos públicos o privados, el Caso Divine, una resolución pro-minorías sexuales que se discute en la ONU, la sanciones injustificadas contra alumnos gays o lesbianas, los informes anuales de derechos humanos de los homosexuales y, entre otros más, el caso de la jueza Atala, que desató todo un debate respecto a la maternidad y paternidad homosexual.



Para qué hablar además de las continuas luchas que da el movimiento homosexual en contra de la homofobia de la Iglesia Católica, los tribunales y las policías, junto a históricos logros en las políticas jurídicas, legislativas y ejecutivas.



Basta sumar, restar y analizar para darse cuenta que las noticias descritas han sido cubiertas por la totalidad de los medios de comunicación con un nivel de periodicidad que ha llamado la atención de académicos de todas las universidades del país, y como si fuera poco, del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en su último informe denominado nada más ni nada menos que «¿El poder para qué, para quién»?



Y si en el terreno político/social la visibilización no farandulera puede personificarse en el Movilh, en el ámbito cultural las consideraciones en los medios de escritores como Pedro Lemebel, Pablo Simonetti, Francisco Casas o Juan Pablo Sutherland son indiscutibles, además de obras de teatro, películas y programas televisivos creados por homosexuales o que hacen referencia a tal sector.



Es cierto que los niveles de homofobia en los medios de comunicación son altísimos (y frente a ello, el autor de esta columna tiene una postura crítica, fundada y aguda que en todo caso da para otro análisis) apreciándose desde la más brutal y total censura en canales como Mega hasta la más igualitaria apertura en periódicos como El Mostrador o radios como la Bío Bío.



Sin embargo, desconocer los avances mediáticos y de paso, paradojalmente, invisibilizar los aportes de quienes se están moviendo día a día en pro de una sociedad no discriminadora, es repudiable.



Doblemente reprochable, porque la ignorancia proviene de un «par» cuyo accionar no ha sido precisamente un ejemplo para derribar el mito de que los gays sean considerados sólo «para enterarse de los últimos chismes o aprender a vestirse bien», como el mismo indica. Así es como en su programa El Interruptor, Villouta ha hecho una mínima referencia a la casi totalidad de las noticias sobre homosexuales descritas, mientras que las excepciones han estado marcadas por un nivel de autorreferencia («yo acuso», «yo pregunto») que ubica al tópico en cuestión en segundo plano.

«Cultura gay»



¿Dónde ha estado Villouta que sabe poco y nada del acontecer nacional?. Quizás consumiendo sólo farándula. Si se preguntara a un lector promedio de Las Ultimas Noticias sobre actualidad política o cultural, o más básico, sobre el nombre de un ministro o parlamentario, lo más probable es que la respuesta sea «no tengo idea». El problema es que en el caso de Villouta la respuesta es que «esos temas no están en las pautas de los medios».



Entonces, arrogancia e ignorancia se combinan indiscutiblemente en un personaje que ha sido considerado agudo sólo porque hace preguntas patudas, porque al analizar sus discursos todo está lleno de generalidades y lugares comunes. Nada es específico, nada es fundado, todo es pura percepción.



Queda claro que lo único que sabe sobre homosexualidad y derechos de minorías sexuales es que él es gay y ser gay no desencadena conocimientos acabados sobre homosexualidad por arte de magia. Estoy convencido de que jamás ha leído una ley o un informe sobre derechos humanos del sector al que pertenece y, más aún, de que nunca ha aportado más que una «verborrea liberal» inconsistente.



A esto punto conviene comparar a Villouta con las honestas y claras referencias sobre homosexualidad del señor Jordi Castell, quien por mucho que esté ligado a la farándula, jamás ha pretendido ser representativo de nada más que de sí mismo. En cambio Villouta apela a demasiadas ambiciones de apertura, llegando a jactarse de pretender contribuir a la generación de una «cultura gay». Ä„Otro absurdo!



¿Cómo crear una cultura a partir de una orientación sexual?, ¿a qué se llama cultura gay? Todo lo apellidado como gay tiene por fin estratégico visibilizar una existencia y terminar la discriminación para que en un futuro ideal terminen las segregaciones y ya no sea nunca más relevante decir si se es homosexual o heterosexual y, mucho menos importante, necesitar culturas diferenciadoras (o guettos) a partir de un aspecto tan natural como ser bajo, alto, gordo o flaco.



Aunque para ser rigurosos lo último puede ser discutible para muchos que puedan pregonar una «cultura gay», lo concreto es que hasta ahora todo indica que un personaje como Villouta, con nula preparación en el tema, no es el más idóneo para promoverla, porque de seguro no sabe lo que es y menos como definirla.
Tras lo expuesto, se espera hacer justicia en nombre de quienes luchan de verdad y que son invisibilizados y criticados lamentablemente por un par que se ha mantenido purificado precisamente de las verdaderas luchas políticas.



Alberto Roa, director OpusGay.cl










  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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