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Jordi Castell y el lacrimógeno panegírico a Bonvallet


La semana pasada fui testigo de una caída libre. De cómo una figura nueva de la televisión, exitosa, da un paso en falso, quiebra una tabla del puente colgante por el que camina en las alturas -pese al aviso de precaución de Conaf-, y cae directo a las fauces de los cocodrilos, que más tarde se lo devoran, no sin antes realizar un gesto de salubridad necesaria antes del banquete -son cocodrilos, pero tienen límites-: limpiarle a Jordi Castell las lágrimas derramadas por Bonvallet, en el último capítulo del nuevo programa de Chilevisión, »Sueños Urbanos».



Es que lo que vi el jueves pasado tuvo gusto a desencanto, a coca cola desvanecida, a cerveza caliente después de la pichanga con los amigos. Recordé a mi madre antes de morir, confesándome con lágrimas que ella nunca había cocinado la lasaña que tanto me gustaba, y que si la llegaba a extrañar, que podía ir donde la vecina, la señora Ema, y pedirle que me hiciera una fuente para mí solito.



Jordi -¿cómo te decían cuándo niño? ¿Jordito? ¿Castellín?-, el jueves pasaste con todas sus letras a convertirte en el presidente del fans club del Gurú, un hombre que claramente está desquiciado, doctor honoris causa de El Peral. No pudo estar peor lo que hiciste. Desde ese mismito segundo en que apareciste en pantalla, con esos pantalones a lo Chavo del Ocho, al medio de la cancha de entrenamiento de la rama de fútbol de la Universidad Mayor, bajo la prédica de ese hombre que quizás te recordó a tu padre ausente, Eduardo Guillermo Bonvallet Godoy.



Me desencantaste porque te prestaste para ser la niña al medio de la cancha, el adolescente raro del que todos se burlan porque no le apunta a la pelota. Sentí que había algo de engaño en tu propuesta, que siempre pasa en la vida que al final la gente muestra la hilacha.



Luego de haberte seguido capítulo a capítulo, y de regocijarme con entrevistas que, francamente, me hicieron pensar que el jueves era el día de la calidad en Chilevisión -junto a »Fragmentos» de Paulsen-, tú te atreves a mostrarme una cena con Bonvallet donde te emocionas, hasta las lágrimas, por esa supuesta cohesión familiar de los Bonvallet.



¿Te digo la verdad? Tu entrevista no fue la más cornetera de la historia de la televisión chilena, pero de seguro ya forma parte del ranking del nuevo género, en el cual la máxima figura es justamente a quien enarbolaste como el mayor »guerrero» de la humanidad. ¿Y dónde queda Toro Sentado? ¿Espartaco? ¿El Zorro? ¿Robin Hood? ¿Lautaro?



Jordi Castell, ¿no recuerdas la célebre entrevista de Bonvallet a Augusto Pinochet Ugarte, trasmitida por La Red? Si no la viste, te exhorto a que la veas, ahora que tu voto está con Michelle Bachelet, para que reflexiones sobre la televisión que quieres, sobre el poder de los que hacen televisión, y los líderes que necesita, efectivamente, este país.


  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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